El Rayo se dejó dos puntos contra Las Palmas (1-1) en un último tramo del partido en el que se relajó, pese a mostrarse superior en la primera mitad.
En el fútbol, como en la guerra, perdonar al enemigo suele significar morir. No hay lugar para la clemencia, para salir victorioso y volver laureado a la patria hay que defenestrar toda esperanza rival a la mínima oportunidad. Sobre el campo de batalla siempre gana la inclemencia, los impíos.
La victoria estuvo en manos del Rayo hasta que demostró piedad. El conjunto vallecano pagó su incomprensible pasividad y se dejó arrebatar dos puntos del saco cuando más fácil lo tenía para robar los tres de Gran Canaria.
Iraola experimentó con la solución defensiva: el míster condenó a Martín a la caseta y colocó a Martos, de natural, lateral izquierdo, como pieza de sustitución frente a las ausencias de Velázquez y Saveljich. En la zona de ataque, Bebé cubrió la recuperación de Isi y Guerrero volvió a ocupar la punta de lanza.
Los franjirrojos salieron decididos a poner distancia con su adversario sin dejar correr mucho el crono. Se sucedieron una falta lejanísima de Bebé, un disparo alto de Álvaro García tras recuperación de Guerrero y una volea de Andrés García sobre un centro rebotado de Advíncula. Lo contrarrestó Jesé, cuyo disparo cruzado se topó con un enorme Dimitrievski. Todo ocurrió en los primeros diez minutos y, desde entonces, el partido se durmió hasta casi la media hora.
El gol anulado a Óscar Valentín, por mano clara en su control, abrió la veda. Jesé intentó castigar la blandura defensiva rayista, pero su búsqueda de la escuadra fue tangencial. En la jugada posterior volvió a la carga, pero su autopase sobre el guardameta macedonio fue larguísimo y Advíncula rompió la barrera del sonido para custodiar su portal.
Lo que se iba a romper en el minuto 40 era la igualada. Ale Díez derribó a Andrés Martín en el área cuando iba a culminar una brillante salida de un córner por parte del Rayo y, sobre todo, de Trejo. El colegiado perdonó una evidente segunda amarilla que hubiese dejado a Las Palmas en inferioridad numérica durante toda la segunda mitad. Trejo anotó fácil desde los 11 metros y abrió el electrónico, y Álvaro García pudo ampliar el tanteo en el siguiente ataque. Lo evitó el poste y Las Palmas terminó protestando un inexistente penal: el balón, que tocó en la mano de Advíncula, venía rebotado de su pierna.
La locura en que mutó el tramo final de la primera mitad precedió a la calma en que se convirtió el segundo acto. Empezó la reanudación con un magnífico pase al hueco de Pejiño que Maikel Mesa estrelló contra el poste tras driblar a Dimitrievski. Pero el partido había perdido dinamismo y ritmo. El Rayo se arriesgaba a contemporizar y acariciar el marcador con la vocación de que no se moviese. Las Palmas buscaba huecos sin éxito ni beneficio.
Andrés Martín consiguió poner el segundo gol en el marcador visitante, pero su posición era incorrecta y no sumó. En su intento por estirarse, Benito asestó un golpe letal al larguero, que, anestesiado, aguantó estoico y no se dejó doblegar. Curbelo puso a prueba los reflejos del meta franjirrojo y, de nuevo, como cada vez, el Rayo perdonó la sentencia en una jugada de múltiples rechaces. Quien no perdonó fue Sergio Ruíz, que viendo que le habían puesto la alfombra roja en los tres cuartos de campo, se puso el esmoquin y se disfrazó de estrella rutilante. La película del centrocampista, un derechazo inapelable, golpeó, violenta, en el poste, se coló en el marco de Dimitrievski y consiguió la estatuilla al mejor drama visitante.
Empate justo para un conjunto canario que había buscado más el premio que un Rayo demasiado conformista. Los de Iraola vuelven a empatar y podrían salir de puestos de playoff tras mostrar, otra vez, su mirada más clemente e inocente. En la Segunda División, como en la guerra, el que perdona, acaba por morir primero.
Texto de Jesús Villaverde. Imagen: Twitter oficial Rayo Vallecano.