El Rayo Vallecano protagoniza otro rocambolesco partido y acaba perdiendo por 3-2 en su visita al Alcorcón.
El derbi regional en tierras alfareras dejó al rayismo con una sensación de desazón parecida a la que venía sintiendo durante los últimos partidos, pero a la vez totalmente distinta. Principalmente porque en esta ocasión el rey del empate perdió ante uno de los peores locales de la categoría. Los datos del partido te hacen imaginar un resultado distinto, pero en el caso del Rayo no hacen más que acentuar la sensación de «quiero y no puedo».
Se presentaba el cuadro franjirrojo a la caldera de Santo Domingo (no por el nulo ambiente, sino por los 30ºC que hizo durante el partido) con 7 cambios respecto a la alineación del pasado jueves: entraba Morro bajo los palos, Luna y Tito en los laterales, Mario Suárez y Trejo en el medio y De Frutos, Isi y Qasmi arriba. Volvía a hacer rotaciones Jémez buscando un punto de frescura que permitiera romper la racha de igualdades.
Tras 10 minutos iniciales de insulso «tuya-mía», parecía ponerse en marcha la máquina rayista. El equipo tocaba, tenía el balón cerca del área rival y buscaba las superioridades. Falló, una vez más, la contundencia en el remate. El pensado referente del ataque vallecano, Yacine Qasmi, tuvo dos oportunidades más que claras. La primera, un centro raso de Luna desde la izquierda que el ariete trató de empujar con la puntita del pie y que se marchó lamiendo la base del poste izquierdo de Dani Jiménez. La segunda, un centro bombeado desde la banda derecha por Tito para el cabezazo del marroquí, que fue a dar al lateral de la red.
El control del partido por parte del Rayo era total cuando se abrió la lata, y no precisamente del lado que cabía esperar. Una pérdida de Santi en zona de tres cuartos alfarera provocó una rápida salida a la contra que pilló al medio campo rayista protestando una falta inexistente sobre el gallego, a los centrales en desbandada por haberse incorporado al ataque, y a Luna a saber dónde. Así pasó que la banda izquierda visitante quedó a merced de un Ernesto Gómez que corrió 40 metros con el balón en el pie para llegar al área, plantarse solo frente a Morro y batirle por arriba. Una falta de concentración en el repliegue, otra más, costaba encajar el primer tanto al llegar al ecuador del primer tiempo.
El gol alcorconero forzaba a ir aun más al ataque a los de Jémez, quienes se vieron también golpeados en el aspecto físico. Más en concreto Tito, que se fue solo al suelo por problemas musculares y acabaría siendo reemplazado en el minuto 33 por Advíncula, un movimiento que después traería cola. En el clásico impulso del tramo final del primer tiempo, emergió la figura de Isi Palazón.
El jugador procedente de la Ponferradina había tenido un desempeño más bien discreto hasta el momento, pero a los pocos instantes de que la intervención de un central evitase su remate en tromba para hacer el empate, este llegaría al cumplirse el tiempo añadido y de la forma más inverosímil. Puso Santi un balón al área por aquello de colgarla y lo que surja, que no hay tiempo. La pelota llegó al pico derecho de la pequeña, donde emergió Isi para, con su 1,69m. de altura, cabecear con la cresta que no tiene. No se sabe si la intención era centrar o rematar a gol, pero la pelota sobrepasó a Dani Jiménez y se coló por la red del segundo palo. Ni sacar de centro pudo el «Alcor». Se llegaba al descanso con 1-1 gracias a este tanto, uno de esos que los cronistas gustan de llamar «goles psicológicos». Eso porque no se intuía lo que vendría después.
17 segundos. El tiempo que el cuadro de Fran Fernández tardó en sacar de centro para iniciar la segunda parte, plantarse en la frontal del área rayista, sacar un rebote mientras la defensa protestaba cualquier cosa y aprovecharlo Ernesto Gómez para acomodarse el balón en el pico derecho del área y fusilar a Morro con un disparo fuerte y ajustado al palo. Si el gol de Isi era psicológico, el 2-1 era de frenopático. A uno se le escapa que un equipo profesional tenga esos instantes de desconexión que le hacen encajar un tanto de un saque de medio, pero así fue. Lo único bueno era que quedaba toda la segunda parte para buscar la remontada.
Como es natural, el partido se rompió con el segundo tanto local. Buscaba el Rayo el empate a su modo, más como un pollo sin cabeza que como un equipo de fútbol. Dio entrada Jémez a Villar y Álvaro por un Santi más bien gris y un Luna que había estado en su línea. En el desesperado intento de lograr la igualada vimos a De Frutos y Catena convertir a Dani Jiménez en héroe en menos de un minuto al repeler el tiro del primero e ipso facto blocar el remate de córner del segundo. Desde la esquina también tuvo Qasmi otra más de cabeza, otra más que se iría fuera. Y entre medias, Morro mantuvo vivo a los vallecanos en dos oportunidades claras. Primero poniendo el talón para desviar un remate forzado de Boateng que se colaba sin remisión, y después saliendo más allá de la corona del área y lanzarse con los pies para evitar la llegada en solitario de Stoichkov.
Cuando un partido se encuentra en ese grado de locura, basta una tontería para definirlo. En este caso, un codazo de Catena en la frontal cuando el cuero estaba junto al banderín de córner. Amarilla y oportunidad a balón parado. Para rematar su nefasto minuto, el propio Catena dejaría un hueco libre en la barrera que aprovecharía Óscar Arribas para hacer del libre directo un misil al palo corto de Morro, inalcanzable para un ser humano. Minuto 70, 3-1 en el marcador, partido que parecía sentenciado y sensación general de que no lo ganaba el Alcorcón, sino que lo perdía el Rayo.
Casi al instante del tercer gol amarillo, cuando Andrés Martín entró por Mario Suárez en la última oportunidad para Jémez de meter refuerzos, volvió a la vida el Rayo, literalmente de la mano de Laure, que cortó un intento de centro de Álvaro, según apreció Javier Iglesias Villanueva, sobre la línea lateral del área. La repetición de la jugada no dejaba clara la posición del brazo del defensor local, pero al no haber pruebas concluyentes de lo contrario, el VAR confirmó el penalti señalado por el árbitro de campo. Se encargaría de transformarlo Trejo con un disparo contundente, a media altura y ajustado al palo derecho de un Dani Jiménez que se lanzó al otro costado. Tras la pena máxima, pausa de hidratación, lo cual significaba que quedaban 15 y el descuento para tratar de rescatar un punto.
Como era de esperar, el tramo final fue un continuo asedio franjirrojo al área amarilla. Sin embargo, las oportunidades reales de gol fueron contadas. Un remate franco de Álvaro que se fue desviado de manera indolente y una falta de De Frutos que sacó de puños Dani Jiménez y pare de contar. En esas, Advíncula salió mal parado de un salto con un rival, sufriendo una evidente cojera y aquejándose de un dolor que en cualquier otro momento hubiera significado la sustitución. Pero aunque hubiera un tercer lateral derecho en el banquillo, el hecho de que Jémez ya hubiera gastado las 3 oportunidades que tenía para hacer sustituciones (que no los 5 cambios máximos) obligó al peruano a permanecer en el campo. Se podría decir que el Rayo acabó el encuentro con 10 hombres y medio en el área del Alcorcón, además de forma literal, al sumarse Morro a rematar un balón parado en el quinto y último minuto del descuento.
Lo que mal empieza, mal acaba. Terminó el partido con el 3-2. Festejaba el Alcorcón ante las gradas vacías de Santo Domingo su primera victoria como local desde enero y su quinta en esa condición en la presente campaña. Sufría el Rayo su primera derrota tras la vuelta a la competición, en un partido en el que había tenido más de dos tercios de la posesión, había tirado el triple que su rival, había sacado 8 corners por ninguno del contrario… Pero sus carencias defensivas fueron aprovechadas a la perfección por los de Fran Fernández. Enésima oportunidad perdida de los de Paco Jémez de entrar en zona de playoff, y esta vez además no queda ni el leve consuelo de sumar un punto. «Quiero y no puedo», una vez más, de la Franja, que vuelve a tropezar en un campo maldito.
Informó Jorge Morales García. Imagen propiedad de la AD Alcorcón.