El Rayo consigue ante el Real Oviedo una goleada fácil (4-1) en un partido que nació sin historia y nunca llegó a tenerla.
Lo normal cuando hablamos de un partido con cinco goles es que contenga un amplio abanico de historias. No es lo que ocurrió en el Rayo-Oviedo, que solo tuvo una y muy plano. Había dos equipos sobre el campo: uno buscaba ganar y al otro le daba absolutamente lo mismo.
Se pudo ver pronto la predisposición de ambas escuadras. Casi en la primera aproximación del conjunto local, un magnífico balón de Álvaro García era rematado, de volea plástica, por un Santi Comesaña que aprovechó su incorporación al ataque para poner el primer gol en el tanteo.
Si no contamos esta acción, podríamos decir que el partido volvió a despertar al borde de la media hora. Un balón larguísimo del Real Oviedo, mal defendido por Saveljich, acabó en los pies de Blanco-Leschuk. El delantero, tras recortar a la defensa franjirroja, engañó a Luca Zidane y puso las tablas. Hablando de engaños, fue el propio Luca el que se vistió de presdigitador y recortó al ariete azulón unas jugadas más tardes. Los genes hicieron recordar alguna exquisitez de Zinedine en las tardes pasadas de Vallecas.
Una buena combinación entre Fran García, Trejo y Álvaro García culminó con la bola acariciada por Trejo entre varios pares de piernas astures. No consiguió el santiagués culminar la jugada. El que sí culminó fue Isi Palazón. El centrocampista recogió el rechace de un buen centro de Advíncula y, de volea, lo introdujo en la meta defendida por Femenías. Podríamos repartir méritos entre el Toretto rayista y la Diosa Fortuna, pues el disparo tocó levemente en uno de los zagueros del Oviedo.
Al filo del descanso, el árbitro, con mediación del VAR, señaló el punto de penalti ante un levísimo contacto en el área de ataque local. El toque fue apenas perceptible, ni siquiera la repetición aclaraba la acción, pero el colegiado señaló los once metros y Qasmi aprovechó el gesto de capitán de Trejo para sumar un tanto a su mochila. Engañó bien el marroquí a su antagonista en el arco.
Tras el descanso, el tradicional partido de guardar la ropa. Dos rivales que ni se citan ni se provocan. Deseosos todos del pitido final, de pronto, una jugada por banda izquierda dio con Álvaro García metiendo un buen centro raso al corazón del área. En esas, Lucas, héroe de la pasada jornada con un golazo descomunal ante el Málaga, se introdujo el cuarto cuando trataba de despejar, en un extraño escorzo, el esférico. No se lo explicaba Femenías, pero lo cierto es que el Oviedo parecía exactamente tan preocupado por el marcador como los Spurs de Popovich por su eliminación, la madrugada anterior, en el play in de la NBA. Cero dramas. Entretanto, el partido se moría, si es que no nació inerte ya desde su concepción. El Rayo continúa en la lucha confiando en que alguno de sus rivales falle y, sobre todo, en no dispararse en el pie cuando todo esté encarrilado. Cada uno es experto en lo que es, pero siempre hay un momento para romper con la costumbre.
Texto de Jesús Villaverde. Imagen: Twitter oficial LaLiga.