Trejo y la espada de madera

Trejo y la espada de madera

El Chocota Trejo se ha ganado a pulso el poder decidir su futuro en el Rayo Vallecano

Jesús Villaverde Sánchez / Matagigantes

No hacía mucho que había comenzado la segunda mitad del trascendental Rayo-Mallorca y el fondo desplegó un mensaje que habla por la casi totalidad (siempre hay algún verso suelto) de la afición rayista: “Trejo, contrato vitalicio”.

Un mensaje claro y directo para el presidente y la directiva en torno a la posible no renovación del capitán espiritual de la franja de la que se venía hablando en los últimos días. A la mañana siguiente, Alberto Leva publicaba un tweet en el que confirmaba la sensación de muchos de que el encuentro frente al equipo balear podía ser “el último baile del Chocota con la Franja”.

Pues bien, al hilo de estos dos mensajes, recurriremos a la Historia universal para tratar de poner en valor, otra vez más, al genio de Santiago del Estero.

En la antigua Roma, los gladiadores se convertían, en muchas ocasiones, en héroes del pueblo. Su desempeño en la arena, su ascendencia humilde y su capacidad para sobreponerse a las adversidades, a menudo, suponían un motivo de admiración y orgullo de aquellos que se situaban en las partes más altas de la grada (los ricos se colocaban a pie de arena).

En algunas ocasiones, cuando el ejercicio del guerrero había sido excelso y su rendimiento se había mantenido a lo largo de los años, el gladiador era obsequiado con el rudis, una espada de madera que le garantizaba la libertad. Esa espada de madera simbolizaba mucho más que la liberación: otorgaba la capacidad de decisión. Una vez recibida, muchas veces por aclamación popular, el gladiador podía elegir si retirarse de la arena o continuar combatiendo con grandes honores. 

Trejo se merece la espada de madera. Así de sencillo y de rotundo. El jugador argentino se ha ganado la capacidad de elegir su futuro a través de su entrega, sacrificio, juego y compromiso con el equipo y el barrio. Tanto en lo deportivo como en lo humano. Si el club tuviese un ápice de respeto por su gente, el 8 tendría sobre la mesa un folio en blanco. Hasta que él quiera. En Roma, la espada de madera simbolizaba la libertad, pero muchos gladiadores elegían seguir luchando una temporada más. En Vallecas, Chocota debería estar en esa misma tesitura: elegir cuando y de que manera poner fin a su carrera. Se lo ha ganado y se merece, además, escuchar el himno de la Conference League sobre el césped de Vallecas.

Eso sí, pase lo que pase, una cosa ya es indiscutible: cuando marche, el 8 de Trejo debería permanecer tumbado (∞) para siempre: el estandarte franjirrojo es ya infinito para su hinchada y su barrio. Si Trejo es vallecano, Vallecas es trejista.