A Jesús Villaverde le ha invadido la nostalgia y nos escribe sobre el gran capitán, Coke Andújar.
“Oh, capitán, mi capitán. […]
El buque tuvo que sobrevivir a cada tormenta,
El premio que buscamos está ganado; el puerto está cerca…”
Walt Whitman.
Vuelvo a MATAGIGANTES a confesarme. Sí, a confesar, como quien va cada domingo a la iglesia, supongo. No me negaréis ahora que el fútbol tiene un poco de credo, de fe, de confesión. Quizás por eso tenga lugar de domingo a domingo, aunque cada vez menos con este fútbol moderno en el que se juega a todas horas. Pero bueno, no me ocupa eso hoy en estas líneas. Vengo a confesar algo, decía, para ver si mis compañeros son capaces de “recetarme” algo con el fin de salir adelante. ¿Un Padre nuestro? Mejor una vida pirata y un par de cervezas. Venga, vale, si queréis algo de penitencia me veo otro partido de pretemporada de la franja. Guiño, guiño.
El caso es que llevo alrededor de un mes con un nombre dándome vueltas en la cabeza. COKE. Desde que el señor Andújar se hizo cuenta en twitter (@coke23andujar), quien esto escribe no ha dejado de recordar momentos del capitán a bordo del barco pirata. Y uno lo recuerda con la media sonrisa del que piensa en un antiguo amor del que ya no duelen despechos, alguien del pasado que ahora disfruta junto a otra persona. En fin, como solo se puede recordar en verano.
De Coke recuerdo muchos grandes momentos y alguno menos bueno. Solo uno malo. Todavía lo veo volando con la franja por la banda derecha de Vallekas, con el número mágico, el 23, cargando a la espalda con el espíritu de Rayos pasados y la responsabilidad de devolver al Rayo al lugar que merecía. Coke es de esos pocos jugadores que nacen con ADN rayista. Para mí, junto a iconos de la franja como Michel, Cobeño, Cota o Yuma. Personas que se desviven por el Rayo estén donde estén. No puede ser recordado de otra forma un tipo al que, ya jugando en el Sevilla, se le ve en la grada del Coliseum Alfonso Pérez, un domingo cualquiera, como un aficionado más, animando a la franja.
En la memoria permanece la imagen del 23 celebrando los éxitos siempre en las alturas: ya sea en la ventana de vestuarios con la afición esperando la salida de los jugadores en Payaso Fofó o cantando “la vida pirata” a hombros de Antonio Amaya tras (casi) ascender matemáticamente a Primera en Balaídos. Pero también es permanente la imagen de un tipo enloquecido tras cada uno de sus goles con la franja. Recuerdo uno en particular. Era todavía en Segunda B, en un partido contra el Fuenlabrada (confieso: he tenido que comprobar el rival, gracias a un video en YouTube) en el que tras driblar a varios jugadores batió al portero y corrió exaltado, como siempre, a la banda.
Y si el gol es el mayor éxito y placer del fútbol, cuando lo mete tu equipo, el gol en contra es el peor dolor. No podía ser de otra forma: el momento malo que recuerdo de Coke es su gol con el Sevilla en Vallekas. Ese día yo creí que nos íbamos a Segunda. Fue como si su testarazo me abriese los ojos y pensé: “qué curioso que haya sido él”. Ese día, Coke nos hizo daño como solo puede hacerlo alguien a quien quieres. Quizás por eso, consciente del valor simbólico de ese gol, ni siquiera lo celebró (aunque, fruto de la rabia, sí hubo algunos que le acusaron sin razón ni sentido de extralimitarse en la celebración). Por suerte, ni aquel gol ni ninguno nos hizo descender ese año. Y de forma paradójica, después de aquel partido, tras el que tuvo lugar la famosa comunión equipo- grada, el Rayo comenzó una espectacular remontada que le haría salvarse a varias jornadas del final de la Liga.
No sé si volverá a vestir alguna vez la franja, me gusta pensar que sí, que volverá para quitarse la espina de jugar en Primera con el club de su vida, defendiendo a su gente. Para volver a anotar en Vallekas con la camiseta del Rayo. Para volver a llevar el barco a buen puerto. Pero eso nunca se sabe; el fútbol es caprichoso. De momento, suerte y por lo pronto, a por la Supercopa de Europa. Nos vemos en Vallekas, capitán.
Jesús Villaverde Sánchez