Vallekas, estado policial

Vallekas, estado policial

Jesús Villaverde fue otro de los «peligrosos individuos» que se vio inmerso en la locura vivida el sábado en la previa del partido.

Sábado 28 de febrero, en torno a las 17 horas, Vallekas. Es día de fútbol y en torno al estadio se empiezan a reunir aficionados del Rayo. También hay por la zona algunos hinchas del Levante, que pueblan bares e incluso comparten cervezas con seguidores de la franja. Es un horario perfecto de fútbol y el estadio va a ser una fiesta. El Rayo necesita los puntos y necesita que la gente esté dejándose la garganta para acompañar el esfuerzo de sus piernas. Sin embargo, se respira una sensación rara. Mucha gente lo comenta: hay demasiada policía para un partido no declarada como de alto riesgo. Incluso la colocación del dispositivo es extraña (más tarde todos entenderemos el porqué).

De pronto, derrapes, furgones que bajan la calle a velocidades poco o nada normales y se adentran en vías prohibidas a la circulación ocasionando un poco de caos. En la entrada a la calle Josefa Díaz desde la Avenida de la Albufera (en dirección prohibida) uno de los furgones está a punto de atropellar a una niña de aproximadamente 7 años, que cruza la calle un par de pasos delante de su padre. El furgón se para muy cerca de ella, que asustada se queda parada en medio de la calle. Acto seguido un policía la empuja (sí, a la cría de no más de 8 años) para apartarla rápidamente de la vía. Dentro de la furgoneta se oyen los golpes de lo que entiendo son policías que incitan al conductor a que arranque otra vez (digo que entiendo que son policías porque no los veo, solo oigo sus golpes y, a juzgar por estos, vaya usted a saber qué podría ir ahí adentro). Los que acuden a pie (corriendo con las porras en la mano y, muchos, con los cascos puestos), también lo hacen felices. Sus caras son de deleite y felicidad. Les encanta.

Cuando entran en la calle en la que se encuentra el local de Bukaneros empujan a todo el que se mueve, sin mediar palabra. No importa que allí se encuentren personas mayores, ancianos, niños o cualquier persona que pasase por allí (una vecina que quiere entrar en casa, por ejemplo, con su niño en brazos, a la que un policía no duda en gritar e intimidar; lo explica Antonio Luquero en un artículo para VallecasWeb). Yo, que he salido justo un minuto antes de comprar unas “violentas” camisetas, observo atónito. Nunca había visto algo así. Es todo mucho más propio de otra época (época, por cierto, que a más de uno de los que gobiernan a esos fogosos policías, y a más de uno de los propios agentes, les encantaría recuperar, es evidente). Porque, aunque no os he situado la fecha en el principio del artículo; sí, estamos hablando del sábado pasado pese a que todo suene más propio de 1978.

«Lo que molesta no son los ultras, lo que en realidad molesta y escuece es que exista gente que proteste y se queje ante las tropelías que ellos hacen. Y que encima sean de otra tendencia política completamente enfrentada a la suya».

Hay que decir, en una labor puramente informativa, que aunque en algunos medios (por ejemplo, ABC en un artículo sin firma) se escriba que, según fuentes policiales (qué fácil), algunos miembros de Bukaneros se dirigían al estadio portando bengalas encendidas, es MENTIRA. Con todas las letras en mayúsculas. Falso. Si las fuentes policiales aseguran eso, MIENTEN. Si los medios utilizan el recurso de la cita para justificar a través de otras bocas lo que quisieran contar, MANIPULAN. Nada de eso ocurrió. No este sábado. Lo confirma alguien que lo vio con sus propios ojos, en directo, a solo unos metros. ¿Por qué nos intentan justificar una acción deleznable (cabría decir que, además, ridícula) con una mentira? ¿Por qué otra vez? ¿Cuántas van? El problema es que, en realidad, sí existe gente que se cree todo lo que se escribe en estos medios. Y entonces siempre queda el tan famoso como repugnante y facilón “algo habrán hecho”.

A nadie que salga mucho a la calle le sorprenderá la actitud de la policía. Es algo que, por desgracia, no es nuevo. A nadie que vaya al fútbol a Vallekas le sorprenderá que, pese a que los que matan sean los de la otra orilla, el blanco de la vigilancia (y la violencia, vuelvo a repetir) sea la gente vallecana. ¿Por qué? Pues, a poco que pensemos, está bastante claro. Lo que molesta no son los ultras, por mucho que esto lo vendan Tebas y compañía como una cruzada contra la violencia en el fútbol. No puedes vender una lucha contra los violentos desde la violencia que ejercen las autoridades. Esa moto está averiada, señores, revísenla. Lo que en realidad molesta y escuece es que exista gente que proteste y se queje ante las tropelías que ellos hacen. Y que encima sean de otra tendencia política completamente enfrentada a la suya. Y en eso no entra solo el fútbol, sino todo un barrio y un pensamiento que se sitúa en la línea totalmente opuesta a su ideología anticuada. La grada consciente, la que protesta, esa afición que lucha contra los abusos de los cuatro mangantes, que propone una ayuda activa entre el pueblo para consigo mismo. Eso es lo que molesta y lo que hay que reprimir a toda costa, sea como sea y con los métodos que sean precisos. Si hay que llevarse por delante los derechos de un anciano, una cría o un aficionado que se está tomando una caña en el bar, no importa, el fin justifica los medios. No creo que vayamos a descubrirlo ahora, pero en esta democracia vivimos en España.

¿Por qué Cifuentes se empeña desde su sillón en seguir persiguiendo a su víctima preferida y no a quién debe? Esto también es muy sencillo: porque esos a los que persigue son los únicos (o de los pocos que quedan en las gradas) que siguen diciendo las cosas claras. Porque si la Policía y su Delegación de Gobierno pusieran el mismo empeño en todo, igual que han incautado 400 peligrosísimas bengalas para los corteos y recibimientos al equipo, a lo mejor ya habría encontrado a su marido y todo lo que esconderá bajo las mangas. Y eso hay que decirlo también. Pero, claro, no interesa. Recordemos que solo interesa martirizar y mermar al del pensamiento contrario. Fascistas, bien, izquierdosos, mal. Esa es la consigna que este gobierno debe de enseñar a sus fuerzas de “seguridad”.

«Si hay que llevarse por delante los derechos de un anciano, una cría o un aficionado que se está tomando una caña en el bar, no importa, el fin justifica los medios».

Lo vivido el pasado sábado es denigrante como aficionado. Ya os digo que nunca en mis años como abonado, ni como ciudadano, había visto una cosa siquiera parecida. Y, si me lo parece a mí, que al fin y al cabo “solo” fui un mero observador del atropello y el abuso de las autoridades, ¿cómo no se lo va a parecer a las víctimas reales, que sufren cada fin de semana estos “cariñitos”? ¿Quién defiende a estos hinchas de los abusos? ¿Quién nos defiende a nosotros de los que deberían defendernos? De nada sirven los comunicados si luego, a la hora de la verdad, no se actúa en consonancia. Las palabras bonitas se las lleva el viento. Y, si no, a golpe de porrazo, ya se las llevarán ellos. En este caso, la letra con sangre se borra. Las palabras hay que acompañarlas de los actos. Y, otra vez más, la afición del Rayo se ha sentido sola ante la sinrazón que se ha vuelto a cometer contra ella. Luego, que nadie se extrañe si la mitad del aforo se reduce la temporada que viene, porque, verdaderamente, así, uno tiene pocas ganas de fútbol. Justamente, y de forma muy triste, el sábado, en uno de los mejores partidos del Rayo esta temporada, el estadio era un cementerio y, por lo particular, quien esto firma, no se vio con ganas de cantar ni uno solo de los cuatro goles de Alberto Bueno.

Basta ya de atropellos, señores, mirad y buscad donde estén los delincuentes y, en todo caso, donde se estén produciendo los delitos. Para eso se os paga. Perdón, para eso os pagamos. Todos, nosotros también. Y ya estamos hasta los cojones de aguantar y sufrir esa actitud intimidatoria, amenazante, chulesca y violenta semana tras semana. Y no, nadie va a conseguir que el rayismo se calle. Eso podría ocurrir antes, cuando estas actuaciones aún eran “algo normal”; ahora, en 2015, por mucho que duela y escueza, ya no es así.

FORZA RAYO. BUKANEROS RESISTE.

Jesús Villaverde

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