Empate entre Rayo y Numancia (2-2) en el regreso a Vallecas. Los franjirrojos brillaron en la primera mitad, pero desperdiciaron un 2-0 con una segunda para el olvido.
El fútbol suele contradecirlo todo. Los dichos populares, la literatura, el cine, la música… Incluso, a veces, se contradice a sí mismo. Veinte minutos tardó Trejo en derribar esa idea que dice que no se ha de volver al lugar donde se ha sido feliz. El argentino puso por delante a la franja con un doblete exprés que pareció dinamitar el partido casi antes de que empezase. Minutos antes, Embarba y Galán habían intentado anotar con un disparo lejano y un cabezazo que se marchó alto, pero también el Numancia había probado a Alberto por mediación de Diamanka, que adivinó un mal recorte de Galán para quedarse solo frente al meta rayista, y Manu del Moral, que cruzó en exceso otra buena llegada numantina.
Así las cosas, los primeros veinte minutos de la temporada en Vallecas habían servido para ver a un Rayo muy diferente al que empezó la campaña anterior. Dominaba la medular el equipo franjirrojo, fundamentalmente gracias a la masterclass de mediocampismo que ofreció uno de los recién llegados. Unai López se movía entre líneas, bajaba a recibir, conducía, abría el juego. El vasco, que parece tener guantes en los pies para sus desplazamientos largos de balón, ofrecía un sinfín de recursos que complementaban a la perfección la calma de Trashorras y Comesaña, más liberados por el trabajo del mediocentro, y la chispa de Trejo, que, con su brillante jugada para el primer tanto, había vuelto a hacer de Vallecas un fortín del realismo mágico.
La primera parte, por lo tanto, fue indiscutiblemente para el Rayo Vallecano. Los de Míchel, que había alineado la misma formación que salió victoriosa de Oviedo, gobernaban con mano de hierro el encuentro ante un Numancia que parecía desamparado. No conectaban sus líneas los de Arrasate, que en su lugar corrían detrás de la pelota sin éxito. Los locales disponían de varias ocasiones que podrían haber cerrado el encuentro antes del descanso. La más clara la volvió a tener Óscar Trejo tras rematar una falta muy cerrada de Embarba que el central del equipo soriano desvió in extremis.
Pero en esas llegó el descanso y, sabiéndose superior en el partido, y quizás subido en la ola de Juego de tronos que todo lo invade, el equipo vallecano salió a la segunda parte como si de Oberyn Martell se tratase. También la grada empezó a tener miedo al spoiler y se terminó de desconectar del encuentro con la nueva función del circo de las pancartas. Algo parecido pudo ocurrir con la escuadra franjirroja. Se abrazaron los de Míchel a una especie de dejadez, desidia o gusto por sí mismos y empezaron a verse algunas filigranas, intentos de pases imposibles y jugadas maestras. Y claro, el Numancia escapó y a punto estuvo –ojo, spoiler– de hacer con el Rayo lo mismo que la Montaña con Oberyn en la serie. Tres minutos sirvieron para corroborar que los anfitriones habían desconectado del partido y que los visitantes se habían adueñado del mismo. Pere Milla recogió un centro al área y, sin oposición, remató al primer toque ajustando muchísimo el disparo. No pudo hacer nada Alberto, que miró entrar el balón como Elia miró la muerte de su amado: sin capacidad de reacción.
Minutos después, los numantinos pudieron igualar el choque, pero Manu del Moral optó por una vaselina cuando lo lógico hubiese sido romper el balón ante la salida del arquero rival. Se volcaba el Numancia tras arrebatar el centro del campo a un Rayo que parecía haber cambiado a sus jugadores en el túnel de vestuarios. Ni Unai manejaba la línea medular como antes, ni Trashorras y Santi se asociaban con Trejo; ni siquiera Álex Moreno, un torbellino en banda izquierda en los primeros cuarenta y cinco minutos, parecía el mismo. Y así llegó el segundo tanto de los rojillos, anoche con una incomprensible indumentaria celeste. Unai López perdió uno de esos balones que jamás pueden perderse y dejó la contra servida. El palpable desacierto del mediocentro en la segunda mitad enturbió su fantástica primera mitad y culminó con esta acción previa al empate. Pere Milla condujo el esférico hasta ver que Diamanka entraba solo a la derecha. El ex rayista definió con tranquilidad ante la que fue su hinchada, a la que pidió disculpas en la celebración. El senegalés fue uno de los puntales del Numancia en la remontada y a punto estuvo de certificar el 2-3 de los sorianos con un gran disparo que buscaba la escuadra. Tampoco lo consiguió Manu del Moral, ya que su gol tras un despeje al centro de Alberto fue anulado por fuera de juego.
El Rayo había desperdiciado una ventaja de dos goles y parecía que la herida podía ser mucho más grave. No era capaz de recuperar el mediocampo y Míchel demostró que los cambios y las lecturas de partidos desfavorables siguen siendo su asignatura pendiente. Quizás fue la única que no aprobó en junio, pero en septiembre sigue con ella en su debe. Con un Rayo desconectado en la parte central, el encuentro pedía alguien que conectase a sus compañeros a base de chispa, garra y fuerza. La doble entrada de Chori Domínguez y Fran Beltrán parecía lo más lógico, precisamente para volver a ganar el centro del campo antes de introducir artillería. Pero el entrenador vallecano decidió que a Beltrán, que sigue entrando demasiado tarde al verde, le acompañase Javi Guerra, que pese a la ausencia de balones al área estuvo a punto de mandar a la red una jugada llena de rebotes. La última bala rayista fue Lass, que entró por un Aguirre más acertado en las coberturas y las ayudas a su lateral que en su vertiente atacante. Sin embargo, el guineano volvió a su peor versión anoche. Una comparecencia llena de malas decisiones en el pase y el regate que desesperaron a la grada y al propio jugador, que tuvo en sus botas el 3-2 en los últimos segundos, pero envió fuera el pase de la muerte. Así las cosas, el regreso del Rayo a su estadio tuvo, finalmente, una lectura muy sencilla. Una parte para cada equipo en la que los de Míchel firmaron una primera mitad de líder y una segunda de colista. El resultado, un empate justo. Y gracias.
Foto: Iván Díaz