El Rayo Vallecano sale campeón de Segunda por primera vez en su historia, pese a perder frente a un Nàstic que obtuvo la salvación (2-0), gracias a la derrota del Huesca en Oviedo.
Si de algo estaban seguras las más de 11.000 personas que llenaron el Nou Estadi de Tarragona es de que vivirían una jornada final de emociones fuertes, ya fuese por jugarse el Club Gimnàstic la permanencia o por un Rayo Vallecano que ya había logrado el gran objetivo del ascenso a Primera y quería ponerle la guinda al pastel saliendo campeón de Segunda División, algo inédito hasta la fecha en la historia franjirroja. A las 22:30 de la noche, cuando ya se echó el telón de la temporada 2017/2018 en la división de plata, la fiesta era unánime en el estadio tarraconense.
Con los deberes hechos, Míchel decidió dar una oportunidad a jugadores menos habituales para tratar de conseguir un campeonato histórico frente a un rival que se jugaba la vida. Solamente Bebé repetía en el once inicial respecto a la alineación que 6 días antes derrotó al Lugo y certificó la vuelta de la Franja a la máxima categoría. Del otro lado, el Nàstic salió con todo a por la permanencia, dejando la admiración para el rival en la salida de vestuarios, cuando los jugadores granas hicieron el pasillo de honor al Rayo con el público de Tarragona en pie, en una muestra de que lo cortés nunca quita lo valiente.
En el comienzo del encuentro, parecía que el cuadro vallecano no quería hacer de simple comparsa en Tarragona, teniendo buenas oportunidades para adelantarse en los pies de Javi Guerra y Akieme. Pero pronto se vería que de oportunidades no se vive en el fútbol. Con 12 minutos de juego cumplidos, Kakabadze recibió el balón en su banda derecha apenas entrado en terreno visitante, y al levantar la cabeza, puso un centro medido a la cabeza de Álvaro Vázquez en el corazón del área. El ex del Getafe se zafó de la marca de Amaya y con un cabezazo sutil puso el esférico en el segundo palo, imposible para un Mario Fernández que debutaba en liga con el Rayo en esta jornada final. Se desbordaba la alegría en la hinchada grana, pues el gol iniciaba el camino hacia una salvación que ya rozaban con el gol del numantino Guillermo a la Cultural apenas 5 minutos antes.
Con el tanto local, hizo el Rayo amago de recomponerse y de buscar la reacción, mientras el Nàstic dejaba hacer a los visitantes y se limitaba a buscar alguna contra para rematar el objetivo. El dato de la posesión, 35-65 para los franjirrojos, resultaba revelador para ver como se estaba desarrollando un encuentro bastante pobre en lo futbolístico, pues es verdad que los de Vallecas tenían la pelota, pero parecían echar en falta la creatividad del resto de la temporada con una línea medular que no se había visto antes. Elustondo y Cerro no lograron hacer olvidar a Unai López y Fran Beltrán como pulmones del equipo en el centro del campo. Y arriba tampoco tenían su día el «Chori» Domínguez, Javi Guerra y Bebé.
Al sobrepasar la media hora, el «quiero y no puedo» vallecano se convirtió en el delirio catalán. Nuevamente Kakabadze se encargaría de dar una asistencia de gol, esta vez desde el costado del área, con un balón que voló sobre el punto de penalti y que Manu Barreiro remató de forma acrobática, apuntándose a la moda de las chilenas, un cuero que se coló pegado a la base del poste derecho, imposible para Mario. Golazo para hacer el 2-0 y que dejaba prácticamente asegurado que la provincia de Tarragona seguiría teniendo 2 equipos en Segunda División la próxima temporada.
El segundo tanto encajado podría minar la moral de un equipo que se jugaba ser campeón, pero para el Rayo no fue así, o al menos no para su afición. 5 minutos antes de la chilena en el Nou Estadi, Diegui marcaba en el Tartiere el 1-0 para el Oviedo frente al Huesca, un gol que festejaba la hinchada de la Franja casi como uno propio, pues la derrota azulgrana hacía al Rayo campeón independientemente de lo que pasara en Tarragona. Aun con la caída de los de Míchel, se vivía con sosiego y optimismo la jornada de transistores, unos pocos en las gradas del Nou Estadi, la gran mayoría en los bares de Vallecas.
El tramo final del primer tiempo tuvo poca historia, así como los primeros minutos de la segunda. A partir del minuto 50, parecía que el Rayo quería meterse en el partido, y si había ánimo de no resignarse a perder el último partido del curso, nadie lo representaba mejor que Sergio Akieme. El lateral formado en la cantera franjirroja fue el que más inquietó a la defensa grana, luchando cada pelota y eludiendo las entradas y las marcas de los defensores, así como haciendo que el portero Dimitrievski se ganase el último jornal de la campaña. Se sucedieron buenos acercamientos visitantes que hacían intuir que llegaría el descuento en el marcador, pero todo se truncó en el minuto 68, cuando al ir a sacar un córner, «Chori» Domínguez escuchó algo que no le debió gustar demasiado y se giró hacia la grada para responder, algo que no se debe hacer, y menos aun cuando te han sacado ya una amarilla por una falta antes del descanso. Segunda amonestación y cartulina roja para el argentino, que terminaba la temporada 20 minutos antes de lo debido.
Con la inferioridad numérica, el Rayo entregó el partido y dejó todo a merced de un Nàstic al que no le apetecía tanto jugar como que llegase el 90 y poder festejar la salvación. Casi a la vez que la expulsión del «Chori», estallaba la alegría en la grada visitante del Nou Estadi. ¿Por qué? Porque Linares se resarcía de un penalti fallado al filo del descanso y hacía el 2-0 del Oviedo ante el Huesca, un resultado que no metía a los carbayones en playoff pero sí hacía que la Franja tocase con los dedos el título de campeón de liga. Mientras, el partido seguía jugándose en Tarragona, y cerca estuvo de llegar el 3-0 en el tramo final. Tuvo una clarísima Ikechukwu Uche, que entró a los 10 del segundo tiempo en lugar del goleador Álvaro Vázquez, pero Mario Fernández le aguantó a la perfección el mano a mano. Firmó un buen partido el portero «suplente» rayista, seguro en las salidas y en los balones áereos y sin nada que reprochar en los goles.
Se acercaba el tiempo de descuento. Hubo una mínima inquietud en la hinchada rayista al recortar distancias Jair para el Huesca y hacer el 2-1 en el 80, pero quedaba poco tiempo y no parecía que se fuera a dar la remontada oscense. Mientras, en Tarragona, se asistía a una definición gráfica de la expresión «minutos de la basura». Manucho por Bebé en el 53, Unai López por Javi Guerra en el 71 y Embarba por Santi Comesaña en el 80 fueron los últimos cambios de la temporada de Míchel, y poco o nada afectaron al desarrollo del juego. Todos esperaban el pitido final, y cuando este llegó, empezó el delirio. La afición del Nàstic festejó sobre el césped la victoria por 2-0 y la consecuente salvación, mientras que la expedición franjirroja cambió la expresión seria de la derrota por una sonrisa de celebración al confirmarse el final en el Tartiere. Acababa de terminar una nueva temporada en Segunda División, y por primera vez, lo hacía con el Rayo Vallecano como campeón de liga. El broche de oro para una temporada histórica.
Informó Jorge Morales García. Imagen propiedad del Rayo Vallecano.