El estilo Rayo

09/07/2018
El estilo Rayo

El Rayo Vallecano no se caracteriza precisamente por ser un club detallista, a pesar de todo lo que se habla sobre los famosos valores del Rayo

Hace poco charlaba con un amigo y lo hacía sobre esa leyenda urbana tan extendida que habla acerca del Rayo Vallecano y los valores que tiene. Ambos estábamos de acuerdo en que se trata de algo tan irreal como la famosa «chica de la curva» o el perro y la mermelada de Ricky Martin en Sorpresa, Sorpresa.

Lo que sí es cierto es que, tanto la afición del Rayo Vallecano como Vallecas en general, como barrio, pueden presumir de contar con una serie de valores un tanto especiales, para muchos serán admirables y para unos pocos serán criticables e incluso condenables. El Rayo Vallecano o, mejor dicho, los mandatarios del club, lo que han hecho es escudarse en estos valores cuando les ha venido bien, ya sea para vender camisetas solidarias o para recoger premios otorgados por su lucha contra la intolerancia o a favor de la igualdad de géneros.

Todo esto queda muy bien si realmente así se sintiera, pero nada más alejado a la realidad. Solo hay que recordar el fallido fichaje de Roman Zozulya, jugador que desde la directiva nos lo quisieron vender como un chico «inquieto», pero que desde el minuto cero tuvimos claro que tipo de ideales defendía, que nada tenían que ver con los que este barrio defiende y contra los que precisamente lucha a diario. Si tu equipo de fútbol luce una pancarta en la que se condena el racismo, luego cuando vienen mal dadas no puedes escurrir el bulto y hacer creer que eso es cosa de la afición solamente.

No puedes tampoco erigirte como abanderado de la lucha por la igualdad de géneros cuando tienes un equipo femenino como lo tienes desde hace años. Ya no hablamos de sueldos, porque eso es algo que jamás (ojalá me confunda) va a equipararse, hablamos de dignidad, de un trato justo hacia un equipo de Primera División, a unas condiciones de trabajo humildes y sin lujos, pero dignas de un equipo de la categoría del Rayo Vallecano y no del Escalerillas FC.

Hace unos días se ha conocido que el Rayo Vallecano no deja retirarse a Natalia Pablos salvo que abone una cantidad próxima a 250.000 euros que reza en su clausula de rescisión. Posiblemente Natalia hubiese firmado esa cantidad o un millón de euros como algún iluminado quería poner y lo hubiese hecho porque jamás en la vida pudo pensar que desde el club de su vida iba a recibir el trato vejatorio que está recibiendo. Cuando uno habla de Natalia Pablos, la gente del fútbol se pone de pie desde Vallecas hasta Londres, porque ha sido y es algo más que una jugadora de fútbol. Se trata de un icono del rayismo, de alguien que regresó a su casa para poner punto y final a su carrera deportiva rechazando ofertas de otros equipos en los que le triplicaban el sueldo que le ofrecía el Rayo e incluso algún club le ponía un contrato en blanco para que ella pusiera la cantidad.

Que poco le hubiese costado al dueño del club salir en una rueda de prensa junto a Natalia diciendo que, tratándose de ella el Rayo Vallecano la liberaba del dichoso contrato firmado y le abría las puertas de su casa para un posible regreso cuando ella lo decidiera. Pero no, era mejor hacerlo todo al revés y de lo que podía haber sido una despedida entrañable hacer un culebrón que da igual como se resuelva, pues la imagen de ese club que presume de valores, una vez más se ve empañada por la negligencia de sus rectores.

Si de despedidas hablamos, la de Antonio Amaya no ha podido ser más triste y cutre. ¿En serio hubo que esperar dos semanas para «organizarle» la despedida que se le dio? Un tipo que ha pasado más de media vida ligado al Rayo Vallecano, que lo ha dado todo por este escudo y esta camiseta, del que solo puedes escuchar buenas palabras hacia este club y esta afición, ¿merece este tipo de despedida?. Al final dicen que la cara es el espejo del alma y la de Antonio Amaya el pasado viernes hablaba por sí sola.

Hace mucho tiempo que el Rayo Vallecano es experto en no cuidar esos pequeños detalles que hacen grandes a las personas o a las instituciones, en este caso. La particular puerta grande del Rayo Vallecano está cerrada a cal y canto desde la llegada de Raúl Martín Presa, y asistimos una y otra vez como jugadores, técnicos, directores deportivos o empleados con más de 40 años al servicio del club salen por la puerta de atrás.

Cada día que pasa, el Rayo Vallecano está más lejos de esos valores de los que tanto se habla, instaurando un estilo o marca Rayo, en la que cada vez se cuidan menos los detalles e importa poco o nada el trato personal con el empleado, hasta el punto de comunicar la no continuidad a jugadores de la cantera a través de un frío WhatsApp o mensaje, hecho que aunque por parte del club quisieron desmentirme, me consta de buena tinta que han sido varios los jugadores a los que, mediante esta formula tan novedosa y a su vez tan poco elegante, han dicho que no seguirán la temporada que viene perteneciendo al Rayo Vallecano.

Voy a finalizar con una reflexión, que no es mía y que la hacía uno de estos chicos con los que el club no se ha portado nada bien, pero que al final deja claro lo que es el Rayo Vallecano, más allá de sus dirigentes:

«Hay muchas cosas que no están bien, pero jamás podría hablar mal del Rayo Vallecano. Llegué siendo de otro equipo y me voy enamorado de Vallecas y de los valores que tiene»