Leyendas centenarias

Leyendas centenarias

Emociones y sentimientos a flor de piel en unos Premios Centenario que ya son historia de la Franja

Jesús Villaverde Sánchez / Matagigantes

No recuerdo la primera vez que fui a ver al Rayo a Vallecas. Ala, ya está, ya lo he dicho. Y quizás no lo recuerde porque, por suerte, mi padre se dejó los cuernos y trabajó para que la idea de ir cada quince días a Vallecas fuese una realidad. Así que no recuerdo exactamente la primera vez que fui al Rayo, pero sí recuerdo a la perfección las sensaciones que me ocasionaron las primeras visitas: las puertas metálicas con esas franjas rojas sobre pintura blanca corroída, las ventanas enrejadas de las taquillas, ese olor a hierba recién regada, esa mezcla visual de cemento gris, cáscaras de pipa, el reflejo de la luz sobre el tapete verde, el contraste entre los asientos blancos y aquellos rojos que conformaban esa franja que ya nunca más me iba a soltar el corazón. No, no recuerdo la primera vez que pisé el Estadio de Vallecas porque, como siempre digo, yo tuve muchas primeras veces allí. Lo que sí recuerdo es que fue con él, mi padre, el bueno de Mariano Villaverde Egido, socio número 42 (a día de hoy) del Rayo Vallecano y absoluto culpable de mi enfermedad. Ojalá algún día pudiese llegar a ser la mitad de bueno que él.

¿Y por qué digo esto?, pensaréis. Este hombre se ha vuelto loco. Sí y no. Porque hay que estar un poco loco para amar de esta forma a este club, pero bendita locura. Porque hay que estar un poco loco para amar todavía más esa pertenencia en los momentos malos, pero bendita locura. Y estar muy tarado para creer que este equipo va a lograr objetivos que nunca antes habríamos pensado, pero bendita locura. Y sí, hay que estar un poco loco para pensar que, alguna vez, de pronto, el club y su negligente gestor, Raúl Martín Presa, van a homenajear a todas aquellas personas, almas, entidades, ideas que conforman la historia de estos 101 años que ha cumplido el orgullo de nuestro barrio. Pero, en este caso, bendita afición, que siempre está ahí para alimentar el orgullo y la pertenencia como la locura que se montó en el Colegio Gredos Las Suertes de Vallecas para homenajear y rendir culto a una bandera franjirroja que ondea en los corazones de todos los que alguna vez se han dejado seducir por ella.

El rayismo se dio cita en el salón de actos para recorrer, a base de premios concedidos por la Federación de Peñas y la Plataforma ADRV, a los artífices de que, actualmente, el Rayo siga teniendo sentido y cierta vitalidad pese a todo. Los periodistas Israel Herráiz, Maite Martín, Carlos Sánchez Blas y Antonio Luquero condujeron un evento en el que todo fueron emociones, abrazos y amor. Ese amor familiar que se podía entrever entre las lágrimas de la familia de Juan Pedro Navarro, primer premiado, cuando recogieron su merecido homenaje de manos de un emocionadísimo Óscar Trejo (JP). Qué honor contar en Vallecas con gente como Chocota para reivindicar el legado de hombres como Juanpe.

Con ellos todo va más allá. Por el escenario no dejaron de pasar nombres y figuras ilustres para otorgar y recibir reconocimientos y premios. Alberto García, Fernando Zambrano, el equipo de Conexión Vintage, la jugadora rayista con más partidos, Ana Blanco, o los trabajadores eternos Isi, José Luis Martín y el doctor Beceiro subieron al escenario. También hicieron aparición entrenadores míticos como Juande Ramos, Andoni Iraola e Íñigo Pérez (estos tres de forma virtual, en vídeo), los eternos capitanes Jesús Diego Cota y Míchel Sánchez, la plantilla del Rayo Matagigantes o mitos franjirrojos como Pedro Riesco, Natalia Pablos, Ali Gómez, Emiliano Armenteros, Irene Ferreras.

Se homenajeó de igual manera a las dos únicas plantillas rayistas que han disputado, hasta el día de hoy, competiciones europeas: la masculina de la 2000/01 que alcanzó los cuartos de final de la UEFA y la femenina de entre 2010 y 2012 que cayó en dos ocasiones en los octavos de final de la Champions League. La temporada que viene, la plantilla actual, representada en el acto por su capitán Óscar Valentín, Óscar Trejo y Jorge de Frutos, tendrán la oportunidad de convertirse en la tercera plantilla europea de la historia franjirroja.

Emociones a flor de piel. “Se me pone la gallina de piel”, hubiese dicho el mismísimo Johan Cruyff, de haber estado en el patio de butacas. Como se me puso a mí al escuchar el nombre de mi padre para ser requerido al escenario. Allí le esperaba una buena comitiva de rayismo, jugadores actuales y veteranos, que le entregarían la insignia y el reconocimiento a toda una vida de franja y valores. El premio a los 50 primeros socios, denominado con mucho acierto como Premio Era un día cualquiera, supone la puesta en valor de los activos sociales de este equipo. El abrazo que nunca les dará el club con su actual y nefasto presidente. Pero no hay que preocuparse, donde no alcanza la brillantez de Raúl Santiago, alcanza la entrega y el sacrificio de la Plataforma ADRV y la Federación de Peñas, con rostros visibles como los del gran Dámaso Barroso y otros que, permaneciendo más en la segunda línea, se hacen indispensables para entretejer el tejido social que sigue componiendo y sosteniendo al Rayo cien años después. Porque sí, era un día cualquiera y mi padre me llevó… Como a tantos otros, como tantas y tantas historias y amores a la franja que se traspasan de padres y madres a hijos e hijas. Porque sin ti, Rayo, la vida no sería igual. Y la hinchada franjirroja, consciente de ello, nunca va a dejar morir a su Rayo. Jamás. Aunque noche tras noche, alguien se empeñe en desconectarlo de su esencia y en apartarlo de su gente. Porque existen amores que van más allá de lo escénico y de lo lógico, porque el Rayo es esa mano que siempre se tiende cuando más oscura llega la noche. El padre que siempre está en el asiento de al lado y llora de tristeza en las malas y de alegría en las buenas. Alguna lágrima se nos escapó esta vez, pero de puro orgullo al ver al viejo entre todos aquellos míticos nombres de los que tantas veces nos habló y nos seguirá hablando. Alguna lágrima se escapó, sí, pero fue de pura ilusión al confirmar lo que la intimidad de nuestras paredes ya susurraba desde hace años: sí, papá, tú también, como todos ellos, eres una leyenda rayista. Y nosotros te admiramos por eso y por mucho más. Y eso ya no hay quien te lo quite.