El Rayo pagó su debilidad en las áreas ante un paupérrimo Atlético de Madrid, que se llevó los tres puntos de Vallekas (0-1) con apenas un disparo a puerta. Los franjirrojos seguirán en descenso una semana más
El presupuesto, el mayor gasto en fichajes, la capacidad económica del rival… Son algunas de las excusas que suele utilizar el Cholo Simeone, el entrenador mejor pagado de Europa, al frente del equipo que más gasta en su plantilla, cuando pierde contra el Real Madrid o el Barcelona (casi siempre que se enfrentan). No lo mentó en Vallekas, donde claramente era superior en todos los aspectos, a pesar de presentar una paupérrima propuesta futbolística (como también es costumbre, por cierto).
Recibía el Rayo a su vecino con la necesidad de puntuar después de dejarse tres puntos de manera circense en Cornellà la pasada jornada. Míchel quiso contrarrestar el supuesto ataque rojiblanco introduciendo a Tito, un lateral derecho más marcador que el peruano Advíncula, bastante perdido en los últimos choques. Fue el único cambio técnico que presentó el técnico vallecano, que suplió las bajas de Velázquez e Imbula con la entrada de Gálvez y Mario Suárez, respectivamente.
El partido se desarrolló, por completo, según los presupuestos. Nadie esperaba que el Atleti quisiese ganar con el balón, ni que Simeone no diese entrada a su baluarte Diego Costa. Y todos esperaban que, si lo hacía, el conjunto colchonero obtuviese la victoria por la mínima. Evidentemente, todos esperábamos algún fallo defensivo del Rayo. Todo se fue dando a lo largo de los noventa minutos; sin embargo, la primera parte pareció comenzar en la dirección contraria. Acumulaba más balón el equipo visitante, que inquietó a Dimitrievski con dos cabezazos seguidos de Saúl, fuera, y Morata, a las manos del meta macedonio.
El Rayo trataba de cerrarse bien y salir con transiciones rápidas. El primer disparo rayista lo efectuó Trejo, desde media distancia, al coger un rebote de la retaguardia metropolitana. Tres minutos después, un fantástico amago de Raúl de Tomás permitió al ariete poner un balón en profundidad que Embarba solo pudo embocar a las manos de Oblak. Se desperezaba el conjunto franjirrojo, que empezaba a dominar el partido a través del centro del campo. Mario Suárez dejaba detalles y gobernaba la posesión junto al retornado Santi Comesaña. Más adelante, Raúl de Tomás se movía a su antojo entre la defensa rojiblanca. El ariete bajaba a recibir de espaldas, se giraba, repartía juego, regía en el juego aéreo, pinchaba a los defensas en su zona… Su primera parte, pese a no disparar ni una sola vez entre los tres palos, fue descomunal.
A la media hora de partido, el Rayo era el dueño absoluto del balón y la iniciativa. Los dos equipos se esperaban en el centro del campo, no ejercían presión alguna sobre la salida de balón de su rival, pero el Rayo, cuando recuperaba la posesión, proponía mucho más que el Atlético. Un buen robo de Tito favoreció la carrera en velocidad de Raúl de Tomás, que volvió a asistir a Embarba. El extremo intentó emular el golpeo con el que sentenció el partido frente al Tenerife la pasada campaña, pero Oblak, bien colocado, repelió el disparo con solvencia. Los de Simeone no respondieron hasta varios minutos después. Llevaban sin pisar el área de Dimitrievski muchos minutos cuando una jugada ensayada rondó la portería vallecana. El centro de Filipe Luis, que se estrelló en la pierna de Ba, se paseó por el área sin encontrar rematador.
La primera parte terminó con una acción sin aparente peligro, pero que muestra el estado de forma de Raúl de Tomás, varios peldaños por encima del resto de su equipo. El delantero de origen dominicano saltó por encima de Godín (algo altamente improbable) para ganar el salto, pero su remate salió mordido y desviado por el lado derecho de Jan Oblak. Con esa jugada finiquitaba una primera mitad en la que Míchel le ganó la partida al sobrevalorado Simeone.
El inicio de la segunda mitad fue un calco del final de la primera. Raúl de Tomás cazó un balón en los tres cuartos de campo y no dudó en disparar, aunque la tentativa se marchó por encima del larguero. Correa dio la réplica al 9 rayista con otro disparo lejano que fue directo a los guantes de Dimitrievski. El Atlético de Madrid no disparaba a portería desde el minuto 6. En la otra mitad del campo, el Rayo no dejaba de intentarlo. Raúl de Tomás, omnipresente durante toda la tarde, recogió un mal rebote de Arias, que estrelló un despeje en la espalda de Trejo, y cuando todo indicaba que debía parar el balón, acomodarse y batir a Oblak, decidió disparar de primeras, con el exterior, y su intento fue manso a las manos del guardameta esloveno.
Fue ese el momento en el que los entrenadores decidieron agitar el encuentro. Míchel puso en liza a Bebé y a Pozo, que ocuparon los espacios de Embarba y un desaparecido Trejo. En el otro banquillo, el Cholo Simeone sacó la artillería. Al césped, Diego Costa, aplaudido por la que fue su hinchada, acompañado de Lemar, para ocupar las posiciones de Correa y un Vitolo que apenas tocó balón. Quizás en ese momento el partido cambio la cara. Los presupuestos seguían jugando. Una doble ocasión rayista fue el preludio del gol visitante. Gálvez sacó la escuadra y el cartabón y delineó un pase que reventó todas las líneas, desde la defensa hasta la zona de gol. Raúl de Tomás controló en semifallo y, al correr demasiado el balón, perdió la franqueza ante la red. No obstante, el atacante cedido por el Real Madrid consiguió poner a prueba a Oblak, que volvió a salir victorioso con una buena intervención al suelo. En la salida del córner, Bebé lanzó muy escorado y el guardameta rojiblanco se vio obligado de nuevo a esforzarse para atrapar el balón raso. Antes del gol del Atlético, la grada protestó un penalti de Giménez sobre Raúl de Tomás que, posteriormente, el mismo delantero reconoció que no era.
Entonces, el Rayo entró en la fase pagafantas que suele atravesar. Un centro lateral sin peligro en el que, además, para más inri, Morata venía de un clamoroso fuera de juego fue reactivado por el innecesario despeje de Ba. Si el senegalés no toca el balón, habría golpeado al inoperante delantero colchonero, que estaba justo detrás, pero al rematar e intentar despejar, el balón quedó manso a sus pies. El reciente fichaje atlético lo cedió atrás. Allí apareció Griezmann, al que muchos ya pensaban que su entrenador había retirado, pues apenas había entrado en juego en los 74 minutos anteriores. Sin embargo, dentro del área, el francés pudo recibir, controlar, acomodar el cuerpo y disparar a portería. Solo Ba, desesperado por enmendar su error, salió a tapar el disparo a la desesperada, mientras Gálvez y Jordi Amat miraban el buen hacer del ariete galo. Su remate salió rebotado en el propio Amat y se introdujo en la portería rayista. El Atlético iba ganando el partido con su clásica efectividad: apenas un disparo a puerta, un gol. Lo reconoció el propio Diego Costa en los micrófonos del pospartido: “Sabíamos que íbamos a marcar la que tuviéramos”.
A partir de entonces, y con el Rayo de nuevo con semblante de pardillo, el partido tuvo poca historia. Solo Bebé, con un disparo fuerte que se marchó desviado a la derecha de la meta del conjunto del Wanda, y Abdoulaye Ba, con un remate excesivamente centrado que atrapó Oblak sin excesivos problemas, trataron de igualar un marcador que iba a castigar, otra vez, la debilidad franjirroja, tanto en la zona de ataque como en la retaguardia. El guion del partido se resolvió según lo esperado. Según los presupuestos. Tras la aparente resurrección, el Rayo vuelve a peligrar. La difícil visita al Getafe de Bordalás podría mandarlo a la UVI justo antes del partido clave en casa frente al Girona. En cualquier caso, otra vez los presupuestos se cumplen: nadie esperaba que el conjunto franjirrojo, a estas alturas, estuviese con una ventaja holgada sobre la zona caliente y sí peleando por eludir el pozo. Para romper con la tiranía de los presupuestos.
Jesús Villaverde Sánchez