Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa” despierto cada día soñando con volver a verte, con sentir en mis pies los devaneos de tus olas. Quizás por ello, las semanas duran un día y el resto son un trámite que he de atravesar para reencontrarme contigo. Quizás por ello, por ser el Rayo, o por serlo todo…
Octubre esconde al sol, refugiándolo entre los senos de su nocturnidad de hojas húmedas y caducas. Aún con ello, “llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya”, sobreviviendo al mes de los árboles desnudos. Octubre, tiempo de revoluciones, de lluvias, de fresco y de un Elche-Rayo el sábado a las 18:00, derbi de mares.
El Santa Inés sufre desperfectos. Su estructura se vence ante las alborotadas aguas de una Segunda División que, por el momento, inunda su cubierta. El bajel y sus más de noventa años de historia se encuentran a la deriva de un océano en el que parece no haber tierra alguna, ni provisiones, ni velas, ni botín, ni esperanza… Pero sí una tripulación que, antes que saltar por la borda, se hundirá con él hasta las profundidades del Gran Azul.
Los rayistas, “que en la piel tienen el sabor amargo del llanto eterno”, saben mejor que nadie el significado de luchar por simplemente existir. Por ello, se preparan para defender su navío ante una nueva batalla, a domicilio, en la siempre temible costa del Martínez Valero. A la franja y “sus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos”, a ver la luz de las últimas horas del día, a la bienvenida de la noche, al ocaso de lo que uno fue y a la mermante esperanza del día que está por venir. Por ello, mientras haya un sólo Rayo en el horizonte, habrá miles de hinchas que canten por él.
En Vallecas no somos ladrones, ni embusteros, aunque bien conocemos el oficio. Nos gusta el juego – el noble – y el vino, “tenemos alma de marinero”. Vivimos por y para nuestro barrio, porque no hay sentimiento más inquebrantable que el de una humilde procedencia y, en este barrio, le pese a quien le pese, el Rayo es el máximo exponente. Los rayistas han luchado hasta más allá de su límite y lo harán hasta que no quede un solo fragmento al que poder agarrar sus esperanzas. Eso sí, si en algún momento se produce el hundimiento, “empujad al mar mi barca con un levante otoñal y dejad que el temporal desguace sus alas blancas”, que me lleve al lugar que a todos nos corresponde, a nuestras aguas…
En el día de mañana, el Santa Inés volverá a navegar por el Mediterráneo, sumamente debilitado, pero más fuerte que nunca. Enterrad la pena “cerca del mar”, porque nuestra niñez juega una vez más en la playa. Aún quedan muchos caminos por recorrer, y todos nos verán tomarlos… Quizás por ello o, quizás, porque nosotros nacimos en Vallecas.