El Rayo regaló tres puntos al Almería (3-2) por flagrante incomparecencia en la primera mitad. La buena cara del segundo tiempo no fue suficiente.
Confieso que, al descanso, tenía escrito un titular muy distinto a este. En concreto, en homenaje a Robe Iniesta y los Extremoduro, se iba a titular “Iros todos a tomar por culo”. La primera parte del Rayo, y sobre todo la actitud con la que salió a jugarse la vida en Almería, no merecía otro encabezado. Sin embargo, la segunda mitad cambió la cara al equipo y, por tanto, al partido.
Los de Jémez salieron a los Juegos Mediterráneos con la misma intensidad que un descafeinado sin leche ni azúcar. Cero. Ya en el minuto 3, Catena desbarató una ocasión prometedora que se antojaba como inevitable diana. Solo seis minutos más tarde, en el nueve, el Almería ya ganaba el duelo. Dimitirievski solucionó el hambre y la falta de merienda zampándose una falta que venía tirada desde Huelva. Dicen que el balón golpeó en la espalda de un jugador rayista, pero no es menos cierto que, después, hasta que llegó a la meta franjirroja, le dio tiempo hasta de parar en un bar de carretera a tomar un tentempié.
Todo el plan se le derrumbó al Rayo, que trató de reponerse mediante un disparo cruzado de Advíncula que buscó emular su golazo ante el Albacete. Sin embargo, a los veinte minutos, el Rayo de Jémez ya estaba en pelotas y se había meado encima. El ridículo se avecinaba cuando Darwin Nuñez (al que la defensa vallecana estuvo a punto de convertir en Balón de Oro) hizo lo que quiso con Saveljich -su temporada es tan lamentable que no merece ni la pena el análisis- y, tras el recorte, fusiló a placer a Dimitrievski, que a estas alturas ya no quería postre ni café.
No contento con llevar dos premios en la buchaca, el conjunto de Jémez estaba empeñado en disfrazarse de Krusty. Todo le quedaba grande, incluso los zapatos. A la media hora, la vergüenza se agrandaba gracias a la actitud (o la ausencia de) de la retaguardia visitante. A placer, el Almería combinó hasta que Juan Muñoz quedó solo a la espalda de la línea y batió a un Dimitrievski que ya rozaba el empacho. La única ocasión del Rayo llegó al borde del pitido, con un disparo blandito de Qasmi a las manos del arquero.
Tras el descanso, el insulso Dr. Jekyll hizo aparición en la piel de Mr. Hyde. Ahora la película era otra. No obstante, en el 48, el Almería hizo el cuarto gol, poniendo en evidencia, esta vez, a Catena. Lo anuló el VAR por offside, pero a estas alturas, el aficionado rayista ya imaginaba tiempos mejores en los que la línea trasera lucía nombres como Ameli, De Quintana o Hernández.
Juan Villar fue el encargado de vestirse de santo. Otra vez, el delantero se erigió como figura del encuentro y se cargó el equipo a la espalda. En el 50 recogió un buen servicio de Álvaro García (sí, lectores, han leído bien) y marcó por bajo, ajustando suavemente su disparo al palo. El propio extremo, ex del Cádiz, tuvo una gran ocasión tras culminar un sombrero con un lanzamiento cruzado en exceso. Sería nuevamente Juan Villar el que, jugándose el tipo, culminaría un centro maravilloso de Joni Montiel con un testarazo inapelable. El Almería tenía el miedo en el cuerpo y el Rayo se crecía. Paco Jémez había retirado a Advíncula y Saveljich para ganar un efectivo en la medular con la entrada de Joni y Santi Comesaña. Álvaro volvió a tener el empate en sus botas, aunque el portero repelió el intento, mientras que el árbitro y el VAR obviaron el mismo penalti que sí pitaron como quince veces durante la jornada (Kondogbia lo sufrió en sus manos).
El resto del partido fue un Villar contra el mundo. De todas las maneras lo intentaba el ariete, que se convirtió en el mejor efectivo rayista en un encuentro en el que la inapetencia de la primera mitad puede haberle costado sus esperanzas de playoff. Para jugar al fútbol, lo primero que hay que tener son ganas y voluntad.
Texto: Jesús Villaverde Sánchez
Imagen: LaLiga