Injusta derrota de un Rayo Vallecano lastrado por los errores defensivos.
Queda más fino decirlo en latín, pero a mí me gusta más en castellano, por su sonoridad y contundencia: perro no come perro. O no debería. Pero ayer volvió a ocurrir, y seguramente no sea la última vez. En realidad no es de extrañar, porque siempre hay gente que acude a un estadio a ver fútbol con la misma actitud que el que va a ver una pelea de gallos clandestina. El error está cuando el increpado, el que comete el fallo, es directamente responsable de que el público esté disfrutando de un espectáculo de élite y no una pachanga de Preferente, con todos mis respetos. Igual algún día deberían salir ciertos asuntos a la luz que abrieran los ojos a los que ayer escupieron en el honor de un tipo cuyo valor como persona está muy por encima de pifias o gestas deportivas. Y si los que escupen son los mismos a los que se les hincha la papada presumiendo de los valores de ‘su’ equipo, que lo son, la incongruencia es tan vulgar que no merece ni una sola línea más.
El de ayer no fue un partido para señalar a nadie, por más que el desgraciado gol del empate del Valencia noqueara sin remisión a un Rayo Vallecano que hasta entonces se había mostrado serio y disciplinado, aunque sin esa chispa que encienden jugones como Kakuta o Leo Baptistao. Brilló su ausencia, sí, pero es que la Copa del Rey, con su anacrónico formato, se presta a ello. Al final, para lo que verdaderamente valen estos partidos es para que se reivindiquen jugadores hasta hoy inéditos, o casi. Es el caso del zurdo Álex Moreno, recambio natural del incombustible Kakuta y quién sabe si su sucesor cuando éste nos deje en junio en busca de nuevos mundos. ¡Nos lo quitan de las manos! La cuestión es que el noi de Sant Sadurní d’Anoia jugó bien y además mojó. En un córner, nada menos, algo que en Vallecas es una proeza. Bien también Nacho, correoso e incisivo; y Pozuelo, pesé a que acusó enormemente la falta de minutos.
El de ayer no fue un partido para señalar a nadie, a pesar del desgraciado gol del empate del Valencia
Había ganas de volver a ver a Javi Fuego correteando por el césped de Portazgo, aunque fuera vestido de butano y con la cinta de capitán. Hubo tablas en su duelo con Baena, un jugador que esta temporada ha llegado a alcanzar varias veces el nivel que ofreció el asturiano en Vallecas y que de momento no tiene pinta de querer bajar ni un solo escalón. La mayor parte del partido se jugó en el centro del campo, y allí salió reforzado Jozabed, cuya lucidez permitió que el Rayo fuera el dueño indiscutible del balón prácticamente todo el partido.
La puntilla final de Rodrigo De Paul fue como darle una patada a un muerto, porque el Rayo estaba finado desde el gol de Alcácer. ¿Injusto? Sin duda, y una pena por el buen ambiente que había en Vallecas a pesar del horario y el frío. Más importante que la derrota puede ser la lesión del misterioso Zé Castro, que esta vez está fuera de toda sospecha. El portugués se estaba marcando un partidazo cuando se rompió y dejó su puesto al todavía renqueante Amaya. Habrá que ver a quien pone Paco Jémez en Mestalla, en un partido de gesta improbable visto lo visto ayer.
Álex Calvo
(Foto: Antonio Luquero)
Alineaciones: Rayo Vallecano: Cobeño, Tito, Nacho, Zé Castro (Amaya 44’), Morcillo, Licá (Embarba 67’), Álex Moreno, Baena, Jozabed, Pozuelo (J. Pererira 76’) y Manucho.
Valencia C.F.: Cancelo, Mustafi, Otamendi, Orban, Javi Fuego, Filipe, De Paul (Robert 86’), Carles Gil (André Gomes 77’), Piatti, Alcácer (Negredo 80’).
Goles: 1-0 Álex Moreno (37′); 1-1 Alcácer (69’); 1-2 De Paul (‘84).
Tarjetas: El colegiado amonestó con tarjeta amarilla a Pozuelo (24′), Filipe (38′), Licá (61′), Yoel (83′), De Paul (86′), Cancelo (87′).
Estadio: Estadio de Vallecas.
Árbitro: Melero López.
Asistencia: 8552.
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