Hace unos días, en uno de los actos de las Jornadas Rayistas del Centenario, una periodista de la SER me preguntaba qué era para mí el Rayo. Yo le dije que era una parte muy importante de mi vida, una parte de mi identidad. Soy vallecano y rayista, rayista y vallecano, tanto monta, monta tanto. Una cosa no se explica sin la otra.
Mucho antes de ser parte del Rayismo, muchos años antes de que me gustara y supiera lo que es el fútbol, yo estaba predestinado a ser del Rayo. Nací el 6 de junio de 1977. Es decir, un día después de que el “Rayito” subiera a la máxima categoría por primera vez. Mientras todo Vallecas celebraba aquel histórico ascenso tras el mítico gol de Felines, a mí me daba por nacer un mes antes de lo previsto… Buen día para nacer, en plena fiesta y nueve días antes de las primeras elecciones democráticas en España desde la República.
Algunos años después, a principios de los 80, mi padre me llevó al Nuevo Estadio. Mi primer partido de fútbol. A mí, por aquel entonces, ver el fútbol tampoco me llamaba la atención. Sólo recuerdo que el Rayo ganó 1-0, algunos cánticos dirigidos contra el árbitro y el portero contrario y que mi padre me compró una bandera (un palo con un trozo de tela blanca y con una franja roja pegada). Mi padre era vallecano, nació en 1949, cuando Vallecas era independiente aún. Vivió en San Diego, al lado del Raimundo Lulio, y después en Madrid Sur, junto a la Asamblea y su fuente, punto de encuentro de las celebraciones rayistas desde hace años. Además era futbolero y rayista, pero por el trabajo no podía asistir a los partidos. Según fui creciendo, fue aumentando mi interés por el fútbol. El Rayo ya era algo más que un equipo que salía en los cromos, jugaba al lado de casa y quería que ganara porque era de mi barrio. Desgraciadamente, el poco tiempo libre de mi padre hizo que durante unos cuantos años sólo fuéramos al estadio esporádicamente, a algunos partidos señalados, contra el Atleti, el Madrid, el Athletic…
Ya en la adolescencia, uno de esos partidos fue el principio de esta enfermedad que es el Rayismo. Fui con mi padre y un amigo a ver un Rayo-Real Madrid. Por aquel entonces, diciembre de 1992, ya no estaban de moda las banderas (que de hecho pasaron a estar prohibidas), y antes del partido me compré una bufanda de lana de la Agrupación Deportiva Rayo Vallecano.
El Rayo ganó, y desde entonces el sentimiento rayista fue a más en mi interior, aunque seguía sin ir habitualmente al estadio. Unos años después, en 1996, gracias a unos amigos del colegio que eran rayistas (de la Peña Kabezas Peludas), pude vivir en directo varios partidos de aquella temporada, cuyo punto culminante fue la Promoción contra el Mallorca, con aquel extraordinario gol de Onésimo. Ése fue el último partido que vi antes de abonarme.
Desde entonces, ya son unos cuantos años como abonado y muchas cosas han pasado, en mi vida y en el fútbol. El Rayo ha estado en 1ª, 2ª, 2ªB, Europa… y siempre a mi lado estaba mi padre (que por fin se pudo abonar), en las buenas y en las malas. Además, pude vivir el Rayismo desde una perspectiva distinta como periodista, disfrutando de los ascensos y los triunfos de Cantera y Femenino desde dentro. Qué más se
puede pedir…
Hoy, 29 de mayo de 2024, el “Rayito” cumple 100 años. Desgraciadamente, mi padre no ha podido disfrutar de este Centenario, pues falleció hace exactamente 1 año y 1 mes. Yo estaré en el estadio, como tantas otras veces, con aquella primera bufanda que ya tiene más de 30 años. Mi padre también estará, no físicamente, pero sí en espíritu, disfrutando del Centenario del que habíamos hablado unos meses antes de morir. Estará en su barrio, en su estadio… Mi padre nació en Vallecas, vivió en Vallecas y murió en Vallecas. Él ya no está, pero en su tumba, en plena sierra de Gredos (donde le gustaba tomarse unas cervezas conmigo), su Rayismo perdurará para siempre en piedra. Como en mi corazón. ¡Aúpa Rayo!
Juanillo Torres
Abonado nº 495