El mítico guardameta nigeriano ha dicho adiós a los 48 años víctima de un cáncer.
En honor a la verdad, el Rayo Vallecano, tras más de 90 años de historia, puede contar a sus mitos con los dedos de una mano. Hoy se ha ido para siempre uno de ellos. Wilfred Agbonavbare, ‘Willy’ para la parroquia rayista, ha dicho adiós a los 48 años convertido en un icono del club que le hizo grande y en ídolo del barrio al que representó y donde, no lo olvidemos, vivió muchos años. Lejos de haber sido uno de tantos jugadores que han vestido la franja con más o menos orgullo y dedicación, Wilfred fue, es, uno de los mejores porteros que ha tenido el Rayo Vallecano en sus más de 90 años de historia, y el que más partidos ha jugado.
El nigeriano llegó al club prácticamente de puntillas en un momento clave en la historia del club y se hizo imprescindible bajo los palos de Vallecas. Apadrinado por Felines, que le consiguió su primer contrato en tiempos de Pedro García, Wilfred se hizo protagonista indiscutible de la segunda época dorada del Rayo, que había pasado diez años entre tinieblas tratando de recuperar el espíritu del mítico Matagigantes.
La competencia nunca fue un problema. Ángel Férez, Toni Jiménez, Miguel Ángel España e incluso Abel Resino, todos grandes porteros, desfilaron uno a uno hacia el banquillo de Vallecas relegados por el gran Wilfred, un extraordinario guardameta cuyas cualidades siempre se acababan imponiendo. Alto, corpulento, rápido y ágil. Felino, en una palabra. Y solvente, sobre todo, capaz de echar el cerrojo en la meta vallecana cuando su equipo más lo necesitara.
Salió del club por la puerta de atrás, rumbo a Écija, una plaza difícil donde la suerte le dejó de acompañar. Para siempre, además. Desde que Wilfred dejó el fútbol, su vida tuvo más sombras que luces. No le fue bien en los negocios, enviudó y dio tumbos en diversos empleos de escasa cualificación, convirtiéndose en carne de la prensa amarilla y la televisión basura. Bukaneros le rescató del olvido en 2011, dándole un merecido homenaje ante su gente, en el césped. Donde siempre debió estar. Quien escribe estas líneas pudo ponerse de pie por última vez a aplaudirle y entonar el grito de guerra que hizo temblar Vallecas durante seis temporadas inolvidables: ¡Willy, Willy!
No existen finales felices en la vida de nadie, y el de Wilfred Agbonavbare no fue una excepción. Enfermo de cáncer, ha terminado sus días en un hospital de Alcalá de Henares, no muy lejos del estadio donde vivió tardes de gloria. Como mal menor, ha podido sentir el reconocimiento y el cariño de los suyos en los últimos días de su vida. Se ha ido, sí, pero con la cabeza bien alta y con el orgullo de los campeones.
Willy, Willy, uno de los nuestros.
Redacción MATAGIGANTES
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