Nuevo fracaso del Rayo Vallecano en casa ante un rival directo.
El de ayer no era un partido cualquiera para el Rayo Vallecano. Ni mucho menos. En primer lugar, tocaba despedir con honores al gran Wilfred, un futbolista que, si formara parte de la plantilla actual del equipo franjirrojo, sería un hombre entre niños. Por otra parte, ayer también era el día en el que debía volver el colorido a la grada, con una afición unida en una sola voz y todas esas cosas que muchos cacareamos en las redes sociales no sé muy bien por qué, supongo que será algún tipo de disfunción o complejo. Y lo más importante de todo: tocaba ganar sí o sí ante un rival supuestamente inferior -como el Elche, el Eibar o el Córdoba– y acabar con una ridícula y peligrosa racha de derrotas en casa. Una vez más, por desgracia, el fracaso llamó a la puerta del vestuario rayista y le dejaron entrar hasta la cocina.
Siendo honestos, el esperpento de ayer no merece ningún tipo de análisis. Además, tampoco tengo muchas ganas de contar exactamente lo mismo cada quince días. Me resulta estresante estar aquí dándole a la tecla mientras pienso en la cañita que me quiero apretar en la terraza del Laconero, en mi exilio en Chamartín. Tampoco quiero aburrir a los cuatro locos que lean esto con lo mismo: gol idiota en contra en los primeros diez minutos, empate muy sufrido después de nadar un buen rato a contracorriente, nueva pifia y gatillazo final. ¿Merece esto que todos perdamos el tiempo? Rotundamente, no. Intentaré al menos ponerme un poco más profundo un par de párrafos más adelante, pero no prometo nada.
Después de partido, en rueda de prensa, Paco Jémez sacó el revólver e hizo amago de disparar a algunos de los forajidos que este año están vistiendo la franja. En realidad uno de ellos, el simpático Abdoulaye, ya tenía un balazo entre pecho y espalda, porque fue sustituido justo después de que Celso Borges marcara el penalti que el senegalés había cometido sobre Sidnei. Hasta el día de hoy, las abdoulayadas se contaban por goles en propia puerta y asistencias al delantero centro rival, pero nunca por un placaje a un rival a dos metros del árbitro. Otra muesca más para un jugador con un potencial indiscutible pero totalmente lastrado por la falta de concentración y los errores infantiles.
El Deportivo de La Coruña es un equipo confuso que no juega a nada. A veces se marca algún rondo bonito en el centro del campo y jugadores talentosos como Lucas o Cavaleiro dejan algún detalle de calidad. Ayer sin embargo, mereció marcar cuatro goles. De hecho, si no es por Toño, los hubiera anotado con relativa facilidad. El Rayo, una vez más, se montó su verbena particular en defensa y regaló el partido desde el principio. Arriba, la esterilidad es preocupante. Leo no es un ariete y lo demostró en un mano a mano con Fabricio nada más empezar el partido. Y Manucho es Manucho, para qué decir más. Da mucha pena ver a un jugón como Kakuta colgando balones al área sin parar a sabiendas que no los va a rematar nadie. Y las soluciones desde el banquillo tampoco es que sean la panacea. Ayer, por sorpresa, Jémez decidió cortar la notable progresión de Álex Moreno para dar una oportunidad a Embarba. El chaval, a pesar del ostracismo al que está sometido, respondió muy bien, haciéndose el amo de la banda izquierda y amenazando al Dépor a balón parado. Le deseo a Adri mucho ánimo y paciencia, porque me temo que estará otros tres meses alternando la grada con el banquillo, sin razón aparente.
Ahora viene el párrafo sesudo, lo prometido es deuda. Soy un melómano confeso aunque extraño, que en media hora puede pasar de Edith Piaf a La Polla Records y de Sonny Boy Williamson a NAS. Ayer, volviendo de Vallecas, escuchaba una mítica canción de Siniestro Total que encajaba bastante bien con lo que venía pensando. Su título son tres preguntas que tratan de resolver el sentido de la vida. Más o menos lo que debería de hacer Abdolulaye antes de practicar su «abrazo del amor» con quien no debe y además dentro del área. ¿Quiénes somos? El Rayo Vallecano, un equipo con un presupuesto ridículo que tiene que fichar abdoulayes, morcillos y manuchos. Toca fichar en Ahorramás, no en Sánchez Romero ¿De dónde venimos? De Segunda B, hace muy poco. No lo olvidemos. Del saqueo de los Ruiz Mateos, también. De la mierda, en definitiva. ¿A dónde vamos? No lo sé, pero a Europa League no. A mitad de la tabla, creo que tampoco. El objetivo, por tanto, va a tener que ser el de siempre, quedar cuartos por la cola como sea.
Y lo demás son cuentos.
Álex Calvo
(Foto: Rafi Alameda)
Alineaciones: Rayo Vallecano: Toño, Tito, Abdoulaye (Pozuelo 74’), Zé Castro, Insua, Aquino (Embarba 77′), Baena (Pozuelo 74’), Trashorras, Kakuta, Alberto Bueno y Leo (Manucho 63’).
Deportivo de La Coruña: Fabricio; Juanfran, Lopo, Sidnei (90′), Luisinh,; Álex Bergantiños, Celso Borges, José Rodríguez, Lucas Pérez (Isaac Cuenca 65′), Cavaleiro y Oriol Riera (Juan Domínguez 78′).
Goles: 0-1: 10′ Celso Borges; 1-1: 21′ Bueno; 1-2: 70′ Celso Borges, de penalti.
Tarjetas: El colegiado amonestó con tarjeta amarilla a Zé Castro (31′), Abdoulaye Ba (70′) y Baena (93′), del Rayo; y a José Rodríguez (40′), Sidnei (50′), Lucas Pérez (59′) e Insua (91′), del Deportivo. También amonestó al portero del Rayo, Toño, tras el pitido final.
Estadio: Estadio de Vallecas.
Árbitro: Prieto Iglesias.
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