Después de un par de meses de paz, sosiego y cervecitas frías a orillas de las tranquilas y azulísimas aguas de la piscina municipal, por fin ha dado comienzo una nueva temporada de linchamientos en la Avenida de la Albufera. Nada nuevo bajo el sol, porque en casa del pobre el perro come perro desde el principio de los tiempos. Pese a todo, como en Vallecas somos enrollados militantes de izquierdas y en vez de ver Gandía Shore formamos parte de la comprometida audiencia de Salvados y El Intermedio, nos da lo mismo zumbarle a un negro que a un blanco. O a un chino, si lo hubiera. Que lo habrá, porque para eso agachamos la cabeza y jugamos a la hora del cubata, ¿no? La cuestión es encontrar un culpable que cargue con todo el peso del marrón y masacrarlo a conciencia al más puro estilo Sacco y Vanzetti. Julio Cardeñosa, el cabeza de turco más famoso de la historia del fútbol nacional, decía que a él le machacaron en su día porque en España somos “demasiado quijotes”. Yo lo que creo es que, en general, somos todos unos cabroncetes. Unos más que otros, eso sí.
A pesar de sus enormes reflejos y su extraordinario compromiso con la franja no soy un gran admirador de Cobeño, un portero extraño que parece estar atado a uno de los postes con una cuerda invisible de metro y medio y que a veces da la impresión de haberse ido de viaje astral, pero eso no quita que sienta vergüenza ajena por todo lo que he leído y escuchado sobre su “desastrosa” actuación en el Vicente Calderón. ¿A alguien le extrañó que el Atleti nos metiera cinco? El año pasado nos regalaron un 4-3 pero debieron ser nueve, y lo sé porque estuve allí, vestido de franjirrojo con par de buenos amiguetes y con el estómago lleno de minutejos y cañitas de Mahou, como siempre que voy de visita al barrio donde nació mi padre. En esta ocasión, y dejando de lado la abismal diferencia de presupuestos que hay entre un equipo y otro, los nuestros -todos- salieron con la galbana y los del Cholo nos bailaron. Ya está, ya pasó, no había por qué darle tanta estopa al portero. Por cierto, siempre se nos llena la boca hablando una y otra vez del Tamudazo pero, ¿nos acordamos todos de la mano imposible que cinco minutos antes había metido Cobeño en una vaselina genial de Martins? Yo sí, porque se me cayeron los cojones del susto y los tuve que recoger del suelo. Por lo tanto, no estaría de más aplacar el alzheimer y tener un poco más de respeto por alguien que se ha dejado la piel por este equipo año tras año y ha sido, que yo sepa, el único Zamora de toda la historia del Rayo.
Lass desencadenado
El caso de Lass es más complejo pero igualmente sangrante. Jémez le rescató el año pasado cuando parecía descartado para el fútbol profesional y el chico a veces carbura y a veces no. Cuando está bien es un espectáculo y cuando los regates no le salen o le hinchan a patadas aumentan las posibilidades de que se le cruce el cable. A cualquiera que tenga veinte años le puede ocurrir lo mismo incluso en su trabajo, ¿o no? Pues eso es lo que le pasó contra el Levante después de tres entradas espeluznantes, todo hay que decirlo. Collejón, bronca y nevera, que este año tenemos extremos para aburrir. Y punto. Pero de ahí a “tomar medidas con Felipe y el presidente (?)”, como dijo el míster… ¿Hacemos caso a los civilizados y señoriales hinchas del Calderón y el Bernabéu y le mandamos a recoger algodón a Lebrija? El chaval tiene un potencial enorme (no es un chiste) y puede llegar a ser un jugadorazo, caiga bien o no. Este debería ser su año y si no lo aprovecha, puerta, pero mientras tanto no es justo que se le responsabilice de perder un partido que debería haber estado ganado en media hora, dada la lamentable propuesta made in Caparrós del Levante. Lo que no dijo Jémez en la rueda de prensa posterior al partido es que, si pensaba atacar por las bandas, igual nos hubiera ido mejor con un delantero centro como titular aunque éste fuera Larrivey, un muchachote alto y de escasa agilidad que iba para estrella del wrestling (no es broma) y que ojalá en lugar de pies tuviera otras dos cabezas más. En vez de eso, jugó de falso nueve el Hijo de Míchel. Y entonces es cuando vienen las carcajadas, aunque a algún amiguete que yo me sé no le haga ninguna gracia.
A pesar de su relación familiar con Vallecas (y no hablo del triste paso de su padre por el banquillo de la Albufera), al joven Adrián no le sienta muy bien la franja. Es cierto que es el indiscutible rey de las pretemporadas, pero cuando en vez de jugar contra el Alcalá o el MK Dons le toca lidiar con equipos de más enjundia, la cosa cambia. Salta al césped como si estuviera recién levantado de una siesta de pijama y orinal y deambula de un lado a otro del campo con una parsimonia desesperante. De hecho, la única vez que le he visto marcar en directo fue en nuestra contra, en Santander, en un día en el que me lo pasé especialmente bien yendo de bar en bar hasta acabar bañándome en la playa de El Sardinero. Llegará el día en el que el muchacho vea la luz y haga un partido medio decente, pero espero que no haya que esperar hasta la siguiente pretemporada.
Temblores
Morrallas aparte, este año tenemos un equipo ilusionante (a falta de un 9 fiable) y pocas veces hemos contado con una segunda línea de tanta calidad: Saúl -increíble, inmenso, sorpresón-, Seba Fernández -un lujazo-, Falqué -ha empezado con mal pie y esperemos que no sea otro Pacheco-, Trashorras -grandísimo, le sienta estupendamente la cinta de capitán aunque se ha sobrado vistiéndose con la 10 del eterno Piti, que por cierto espero que meta 25 goles y le doblen la ficha-, Bueno -siempre me ha parecido blandito aunque le sobra clase-, Baena -un obrero de verdad- y los nenes de la cantera, que nos van a dar muchas alegrías. Y al mando Jémez, que con sus cortinillas de humo y sus rarezas sigue siendo el mejor entrenador que podemos tener de aquí a Lima, y eso que unos cuantos descerebrados lo hubiéramos fusilado el fatídico día de Pucela.
De los presuntos dueños del chiringuito prefiero no decir gran cosa de momento, no sea que vengan los esbirros de Cristina ‘Simoncelli’ Cifuentes a aplicarme un severo correctivo y me conviertan en el detenido número catorce (suena a quiniela). Me aterra eso de que vengan a buscarme al trabajo, me secuestren sin ningún motivo aparente delante de mis jefes y compañeros -algún cartulinas merengón se alegraría- y acabe durmiendo en los calabozos de Plaza de Castilla entre duques presuntamente corruptos y altos cargos del PP, ya que me gustaría mantener cerrada la puerta de atrás unos cuantos años más. Tiemblo de miedo. Aunque eso no va a pasar porque sé que Pelo Pantene 2013 es un tipo recto y honrado. Al menos, eso es lo que deduzco después de haber sido seducido definitivamente por su abundante y cultivado vocabulario. Supongo que este audaz empresario de éxito que analiza sesudamente los partidos desde el palco sin siquiera pestañear sabe que tiene que irse desde el mismo momento en que le temblaron las canillas y decidió descolgar el teléfono rojo. Si aún no se ha dado cuenta habrá que seguir recordándoselo día tras día sin enfadar, eso sí, a los chulazos que le cubren gustosos las espaldas y que parecen sacados de la puerta del Macumba de Chamartín en su época más sórdida.
Escrito por: Álex Calvo.