Hace dos años, en 2013, el Rayo jugó, y ganó, su último partido en el viejo San Mamés frente al Athletic de Bilbao. Un amigo, lector y aficionado nos cuenta cómo vivió aquella dulce despedida.
El 11 de enero de 2013 fue una fecha especial para los rayistas. Ese día el Rayo Vallecano disputaba la decimonovena jornada y lo hacía a lo grande, con victoria, con 31 puntos, en puestos europeos y con la mejor primera vuelta liguera de su historia en Primera División.
Pero ese día, viernes para más señas, nos tocaba a los rayistas despedirnos de La Catedral, que sería derruida al finalizar la temporada para dar paso a un San Mamés más acorde con los tiempos del odioso “fútbol moderno”. Ese mismo que nos hizo tener que viajar a cientos de rayistas, a todo correr, para llegar a la hora del partido. Una vez más, recorriendo kilómetros y superando obstáculos…
Más allá de la felicidad por la victoria. Voy a contar lo que sentí aquel día, que estoy seguro que fueron lo que sintieron muchos rayistas desplazados a Bilbao.
Cada vez que fui a La Catedral sentí que entraba en un lugar especial. Una vez superada la oscuridad de los pasillos, la emoción te embargaba al asomar al campo por el vomitorio: olía a fútbol, se mascaba fútbol. Eran tiempos convulsos allí. Nunca había estado en un San Mamés que pitara a uno de los suyos. Signo inequívoco que los tiempos estaban cambiando: al templo laico del fútbol también había llegado el “fútbol moderno”.
Mientras que para los hinchas del Athletic los villanos eran Llorente y el “Loco” Bielsa, los héroes para los rayistas eran Lass y Piti, además del linier que nos echó una mano en meter dentro del área una falta al Chori Domínguez. Aunque de esto nos enteramos una vez terminado el partido en los bares de los alrededores. Imposible ver la línea del área desde una esquina del fondo sur.
Las pasamos canutas hasta el final, nada nuevo para los rayistas en San Mamés y en otros tantos sitios. Cada balón colgado al área por el Athletic hacía que nos encomendáramos a la Virgen del Carmen y a la memoria de Doña Prudencia. Cómo apretaba San Mamés. Tampoco era nada nuevo, porque menos los cinco minutos iniciales de silencio en protesta por programar fútbol los viernes, la afición rayista no dejó de animar al Rayo en cada minuto del partido. Nos dejamos, como siempre, la voz y el corazón, pues cuando falla la primera, como bien sabéis, se canta con el segundo.
El árbitro pitó el final, estalló la alegría… Y ‘La Vida Pirata’ retumbó en La Catedral. Nos íbamos a despedir de ella a lo grande. Mientras tanto, la afición del Athletic, cabizbaja, se despedía de nosotros aplaudiéndonos. Nosotros nos despedíamos de ellos, como se merecían, con el “Athletic sólo hay uno y es de Bilbao”.
Más de una lágrima mojó el viejo hormigón condenado al derribo y fuimos desfilando hacia la calle con un nudo en la garganta.
Si San Mamés ha llegado a ser “La Catedral”, no sólo lo ha sido por los futbolistas que en ella han jugado y por los partidos allí disputados sino, sobre todo, por la afición que la ha dado vida durante 95 años. Por mucho que les pese a los mercaderes del “fútbol moderno”, el fútbol sin hinchas en los estadios, no es fútbol.
Había llegado el momento. Había que irse. Sólo quedábamos los cientos de rayistas en La Catedral. Nos esperaban los autobuses para volver o la noche bilbaína para la celebración, pero nadie se movía. Nadie quería salir de La Catedral porque éramos conscientes de que no la volveríamos a pisar. Con los ojos como platos, mirábamos a cada rincón de San Mamés para que quedara fijado en nuestra memoria. Más de una lágrima mojó el viejo hormigón condenado al derribo y fuimos desfilando hacia la calle con un nudo en la garganta.
El domingo, cientos de rayistas volveremos a pisar San Mamés, un Nuevo San Mamés. Lo haremos gracias al esfuerzo de algunas personas que desde las peñas y la Plataforma ADRV hacen posible que “la franja nunca camine sola”, a pesar de las continuas zancadillas que sufren desde el club, la Liga de Fútbol Profesional y las autoridades. Lo haremos conscientes de que al fútbol lo están matando cada día los mercaderes del “fútbol moderno”, pero volveremos a recorrer kilómetros y a superar obstáculos aunque sepamos que ya no nos espera “La Catedral”. Y con la seguridad de que sí lo hace la afición del Athletic.
Para finalizar, permitidme un recuerdo para un hincha del Athletic y compañero de trabajo, con el que había compartido el sueño de viajar juntos para ver este Athletic-Rayo, como ya habíamos visto juntos varios Rayo-Athletic. Tomás se fue para siempre hace poco más de un mes y yo me sentiré acompañado por él, pero huérfano, en el nuevo San Mamés.
Hasta siempre, Tomás.
Odio eterno al fútbol moderno
¡A las armas!
@ConCopiaOculta