El Rayo de Iraola se ha confirmado como una de las sensaciones en este inicio de campeonato. Su éxito y sus diez puntos de dieciocho posibles se sustentan gracias a la importancia del colectivo, como muestran dos fotografías.
En una de sus acepciones, el Diccionario de la RAE alude a la piña como un “conjunto de personas o cosas unidas o agregadas estrechamente”. Una definición algo laxa para ese coloquialismo de la lengua castellana que refiere la solidaridad entre los miembros del colectivo, las ayudas internas y la ausencia de fisuras. Acierta más en la diana la web Coloquialmente, que se define a sí misma como un glosario español de andar por casa, cuando asegura que ser una piña significa “ser un grupo muy cerrado, con una gran solidaridad interna y apoyo entre sus miembros, que no tiene fisuras”. Para apoyar la síntesis de la acepción, la web ofrece el siguiente ejemplo: “esa familia es una piña. Hay que ver como se apoyan entre sí”. Sustituyan la conjunción “esa familia” por “Este Rayo” y el ejemplo podría servir como una muestra de las varias razones que han elevado al Rayo hasta la cuarta posición de LaLiga en su regreso a la máxima categoría y tras solo seis jornadas.
Evidentemente, en la prensa se está hablando mucho del impacto de Radamel Falcao en el equipo de Iraola. Es algo normal, dado que su aura mediática es mucho mayor y, además, el ariete ha tenido un peso importante en los dos últimos encuentros franjirrojos, sobre todo en la victoria sobre la bocina en San Mamés. El delantero cafetero ocupa las portadas, cómo es lógico, pero no agota todo el análisis.
Nada más terminar el partido, su game winner se convirtió en viral y la fotografía de su festejo apareció en todos los telediarios y cuentas de Twitter dedicadas al fútbol. Incluso el programa de análisis futbolístico de Movistar+, La Casa del Fútbol, lo ponía a “competir” con Luis Suárez y Karim Benzema en una encuesta en la que los votos de sus telespectadores darían con el supuesto delantero más en forma del inicio de la competición.
No obstante, más allá de la figura de Falcao, hay mucho más Rayo, como el mismo atacante reconocía en la entrevista a pie de campo en la Catedral. Entre las imágenes de la celebración de Falcao, agradeciendo a Dios y dedicando el gol a su difunto padre, aparecieron dos imágenes que se han convertido ya en símbolo. Una metáfora sonriente de lo que está significando el inicio de campaña del Rayo Vallecano y el inesperado éxito de los pupilos dirigidos por Andoni Iraola.
La primera imagen, desconozco su autoría, contiene dos planos narrativos. En el primero, sí, el colombiano salta a los aires y agita los brazos con suma alegría. La fotografía se disparó escasos segundos después de que el balón cabeceado por el jugador besase las mallas defendidas por Unai Simón. Más allá de ese primer plano, bastante espectacular, la imagen muestra la intrahistoria: Santi Comesaña y Balliu abrazan a Bebé, asistente, mientras Fran García corre a celebrar el tanto definitivo. Aparentemente, nada raro. Sin embargo, esa imagen de Balliu, un tipo que apenas lleva un par de meses aquí, poseído por la felicidad y la locura del gol, se complementan a la perfección con la segunda fotografía-símbolo.
En ella, que en realidad son dos fotos casi solapadas por milésimas de segundo, se ven caras sonrientes, tipos felices, el trabajo hecho. Podríamos enumerar algunos de los protagonistas de esta estampa, que sepultan al personaje principal: el goleador Falcao aparece en el centro, abrazado por un millar de manos que lo jalean y vitorean. Muchos de los que aparecen en escena son jugadores que no habían disputado ni un solo minuto del encuentro: Mario Hernández, José Ángel Pozo, Andrés Martín o Luca Zidane, al que se ve llegar, a lo lejos, con una sonrisa de niño en la cara. Aparecen también tipos como Unai Mendía, que podría haber corrido los 100 metros lisos más rápido que cierto jamaicano para sumarse a la melé. Sorprenden también las imágenes que dejan jugadores recién aterrizados como Nikola Maras, que grita en la cumbre de la montaña de hombres y aprieta el puño con rabia en señal de triunfo, o Randy Nteka, tierno, apoyando suavemente su cabeza contra la de Radamel Falcao mientras grita. Las expresiones de jugadores capitanables como Santi Comesaña, Alejandro Catena y el jefecito Óscar Valentín son impagables. Como lo es, también, la sonrisa de Mario Suárez cuando corre como un loco a unirse a la fiesta y se gira a mirar, un segundo, a los compañeros que lo acompañan (esto se puede ver en uno de los videos de resumen que preparó la cadena Gol).
Podríamos hablar una hora, y dos, y tres, sobre el partido de Bilbao. Sobre la toma de San Mamés, sobre los goles de Álvaro García y Radamel Falcao. Sobre el partidazo del centro del campo rayista, la categoría de Unai López, la jerarquía de Óscar Valentín, el empuje de Álvaro García y la calma de Isi. Podríamos hablar, individualmente, sobre cada uno de los jugadores que fueron partícipes de una de las noches más felices de la historia reciente del Rayo. Podríamos. Pero, tal vez, el mejor de los elogios sea hablar del Rayo como lo que muestran estas dos imágenes que es: una piña, un grupo unido y solidario con el compañero. Un barco en el que todos reman en la misma dirección. Y, en ese caso, ¿para qué vamos a seguir hablando si ya tenemos dos imágenes que valen mucho más que mil de mis palabras?