El Rayo Vallecano es mucho más Rayo con el aliento de sus hinchas, si desaparece este ánimo perdemos un activo muy importante.
El 23 de Diciembre de 2001 se citaban en Vallecas a las 12.00 de la mañana Rayo Vallecano y Alavés, pero la nieve en Vallecas hizo que Pérez Burrul y el Alavés suspendieran el partido a pesar de que el Rayo quisiera jugarlo a toda costa. Los jugadores quisieron demostrar que el partido se podía jugar entrenando a la hora del partido sobre cinco centímetros de nieve.
Tras acuerdo entre ambas partes el partido se jugaría el 27 de Febrero, pero la Federación siempre atenta y dispuesta a ayudar, impuso el 23 de enero a las 21:00 horas como fecha inamovible. El caso es que según se aproximaba el partido, el Rayo que llevaba 13 jornadas de farolillo rojo y muy desenganchado, empezaba a mostrar mejoría con Gregorio Manzano a la cabeza. El «Súper Alavés» de Mané venía con el objetivo de conseguir tres puntos que le pondría empatado en el liderato de Primera División, pero en Vallecas se había ganado al FC Barcelona (que tiempos) en la jornada anterior y el ánimo era evidente.
«A día de hoy en Vallecas hay una afición que se intuye, pero que no influye»
Recuerdo que eran las nueve menos cuarto cuando accedí -sin cacheo- al estadio por la puerta del fondo y me situé en la última fila a la altura de la linea derecha del área pequeña. Pero no en una localidad, al final de la grada, en el borde que hay detrás del último asiento con medio pie en el aire y de puntillas (tengo un 46). Fue un partido muy especial donde por primera vez en mi vida, vi una conexión especial entre la grada y el equipo. El juego no lo recuerdo, los que jugaron no los podría recitar de memoria, lo que más recuerdo es una internada como un puñal de Roberto Peragón -sí, él- por la banda derecha y poniendo un centro muy bueno que Bolic (héroe) metió hasta el fondo de la portería de Kike. El caso es que los asistentes ese día gritamos como nunca, cantamos más alto que nunca, o eso me pareció a mi. El equipo reaccionó, ganó 2-0 y abandonó el farolillo rojo al que nunca volvería. El jugador número 12 demostró que también puede meter goles y ese Rayo de Manzano se salvó de forma heroica.
Puede haber equipos que sobrevivan sin una masa social que les apoye, pero la realidad es que si hay muchas almas que se entregan al equipo jornada tras jornada el equipo funciona mejor. A día de hoy en Vallecas hay una afición que se intuye, pero que no influye. Puedo recordar muchas anécdotas como ésta a partir de esa fecha, donde el equipo da mucho más de lo que tiene gracias a ese aliento y comunión.
Eso amigos, es lo que nos están robando en nuestra propia casa y jamás perdonaré al causante de este despropósito.
Luis Montejano