Vallekas y el rayista no entiende de dirección en el DNI
Llegué a este mundo a la vez que Laurie Cunningham vestía por primera vez la franjirroja, y del mismo modo que aquella estrella británica fue acogida por el equipo y el barrio, un servidor, otro más de los que nos hemos criado a algunos códigos postales más allá de Portazgo, tuve esa misma sensación de estar en casa desde el primer día.
¿Qué lleva a un niño de un pueblo del sur de Ávila a Vallecas?
Nos podríamos preguntar lo mismo con Felines, otro buen ejemplo de la hospitalidad del barrio y el cruce de la franja al corazón para toda una vida de un abulense, como también lo fueron Feliciano Rivilla o José “Chino” Zapatera… mismo destino, diferentes caminos.
Mis primeros recuerdos de fútbol vienen con el final de la hegemonía de La 1 y la UHF, ahora La2, en nuestros televisores con la llegada de las privadas, “Goles son Amores” en Telecinco (“Tu tele amiga”) y sus, a día de hoy, mal envejecidas clasificaciones ligueras, llevadas a cabo por desfiles de chicas con más bien poca ropa, y un Manolo Escobar que, bueno, era lo que tocaba en aquellos inicios de los 90, junto a Mamachicos, destapes varios o consultorios con presidentes de clubes en grandes jacuzzis… y tal, y tal.
La relevancia sobre todo llegó con Canal +: Una ventana abierta a todos los campos de fútbol, incluso los más remotos, gracias a El Día Después y sin duda, su apuesta más importante, el partido de las 12:00 (Que siempre pude ver al escaparme al bar familiar, porque en los pueblos, como en el barrio, todos tenemos familia con bar. Y las 3.000 pesetas del “Plus” no ayudaron a que se viniese a casa de este niño en exclusiva.
En Navaluenga, mi pueblo, siempre hemos sido municipio de acogida matritense, la clásica segunda residencia (De hecho de estas mezclas venimos muchos que somos “mixtos” o “cruces”, fruto de parejas formadas entre oriundos del terruño y madrileños, generalmente de adopción, que tuvieron que emigrar alguna generación atrás buscándose el pan y el futuro en la capital, y vivir en localidades como Móstoles, Alcorcón o Leganés… y por supuesto barrios de acogida como Carabanchel, Aluche o Vallecas.
Y aquí es donde la franja se cruza con ese niño, que veía en su día a día, aquellas camisetas con una franja roja, e historias que venían desde ese barrio, aún lejano, pero que ya comenzaba a fascinarle. Entrar en un chavalín de provincias no fue lo más fácil para la franjirroja: Pocas, poquitas noticias e interacciones con los medios de comunicación, intentos varios de un padre futbolero que intentó tanto como pudo “hacer al niño de su Madrid” cosa que no consiguió a pesar de regalos de reyes como una camiseta de Míchel (González, no confundir con el I de Vallecas) , unas Joma Alfonso o alguna visita al Bernabéu (Lo siento padre, usted lo trató de lograr, pero mi camino sería el de otro Míchel, el de Vallekas, el nieto de la María.).
Y así el niño eligió franja, creció buscando bares y decodificadores, amplificando antenas buscando poder escuchar retransmisiones en aquel viejo “Carrusel Deportivo” o arañando la señal de ese 106.0 de la FM desde la que Carlos Sánchez Blas contaba cada una de las noticias y partidos del fútbol madrileño y en especial el rayista. Ese niño tuvo también la suerte de convencer en más de una ocasión a sus tíos del bar para comprar el PPV (Recuerden el Pay Per View) de Canal Satélite o Vía Digital, lo que era auténtico oro para esos ojos.
Infancia y adolescencias marcadas por Wilfred, Cota, Guilherme, Bolo, Bolic, JuanDe, Míchel… y con primeras visitas al estadio, incluso en UEFA, acompañado por un padre al que al final, estoy seguro, le caló mucho más de lo que él podría imaginar jamás ese gran club del barrio… (De nuevo gracias, lo que hay que hacer por un hijo.)
Y al fin llegaron los 18, y con ellos la aventura de la vida universitaria, en caso de ese chaval, ya en Segovia y tan sólo a una horita larga en “Sepulvedana” de Vallecas.
La libertad que supone la mayoría de edad, y estar ya fuera del hogar familiar tenían un final claro: El abono.
Años duros, muchísimos kilómetros, Segunda B, “suena Míchel (González)” nos volvemos a cruzar en la vida… y Miguel Ángel Sánchez Muñoz, ídolo fuera y dentro del campo, tirando del carro, tirando del barrio (Un Míchel que ya había “aguantado” a aquel niño en pretemporadas de Ávila, Segovia, San Rafael… perseguido para una firma, o cualquier recuerdo, como la primera foto firmada en la que intervino un amigo y vecino del pueblo, que de aquellas cubría a la franja en sus primeros pasos como periodista) .
¿Qué os podría contar de aquellos años que no recordéis los que los vivimos juntos? Éibar, Benidorm, Zamora… ¡Por fin!
Un abonado rayista, desde el primer día acogido y en pocos años más, viviendo ya en Madrid, interactuando con otros rayistas como José Luis, Cristian, Fernando… años en los que Twitter era más un whatsapp que lo que una red social. Y desvirtualizar, viajar juntos al Calderón, a Getafe, a Mestalla… incluso comentar un Málaga-Rayo con goles de Piti desde la mismísima ciudad de Nueva York. Y formar familia, familia rayista.
Una vida de ir, venir, trabajar y cambiar Madrid por Barcelona, Barcelona por Madrid, Alicante (Y tener que dejar el abono en “stand by”, demasiado lejos), Valladolid, Ávila… y siempre volver a casa, volver a Vallecas y seguir poniendo cara a tantísimos compañeros de ese “Twitter Rayo”, ahora buenos amigos de grada y previas que en estas últimas temporadas nos han llevado a unir aún más nuestros lazos (Gracias Guillermo) y me hacen seguir sintiéndome un rayista tremendamente enamorado de su equipo, de su barrio, de los valores, cariño y humanidad que desprende, y de seguir siendo un miembro más de la familia rayista, de la familia vallecana… porque los vallecanos, si me permitís, nacemos donde nos da la gana.