Vamos a tratar de desgranar en una cuantas líneas un término que está muy de actualidad en muchos ámbitos de la vida
The Ghost Coach/Matagigantes
En la actualidad, los investigadores están de acuerdo en definir la resiliencia como una
habilidad individual para mantener, relativamente estable, los niveles de funcionamiento y
competencia de la salud física y psicológica, o experimentar una adaptación positiva una vez
ha pasado la exposición a una adversidad significativa (Luthar y Cichetti, 2000).
Por otra parte, se ha llegado a la consideración de la misma no solo como algo innato, tal como
esbozaban algunas publicaciones clásicas (Rutter, 2000), sino también como una cualidad que se adquiere de forma natural a lo largo del desarrollo, en función de procesos sociales e
intrapsíquicos, formando parte, por tanto, de un proceso dinámico multifactorial y global que
conlleva adaptarse a las circunstancias del entorno con las que los sujetos se enfrentan (Connor y Davidson, 2003).
Algunos autores han enmarcado la resiliencia, como parte de un constructo multidimensional
mayor denominado fortaleza mental. De esta manera, la resiliencia es parte fundamental para
dar sentido a este concepto, junto con otros factores como son la perseverancia, el optimismo
o la esperanza (Guillén y Laborde, 2014).
En cuanto a la manera de afrontar un evento potencialmente estresante, los atletas tienden a
percibir los factores de estrés como oportunidades para el crecimiento, el desarrollo y el dominio, es decir, evalúan estas situaciones como un reto motivante y no como una
amenaza, sobre todo, cuando se encuentran en el pico de sus carreras deportivas. El que los
sujetos hagan esta evaluación positiva de la adversidad o el riesgo gira en torno a una serie de
factores psicológicos que, en buen equilibrio, conducirán al deseado óptimo rendimiento
deportivo:
– Personalidad positiva: Como reseñan muchas investigaciones, ser extrovertido,
optimista, tener una estabilidad emocional y alta disposición a vivir nuevas experiencias
son características claves de todo deportista que quiere alcanzar sus máximas cotas
(Gould Dieffenbach y Moffett, 2002; Schiera, 2005)
– Motivación: Niveles adecuados de motivación se consideran como un atributo
necesario para el funcionamiento psicológico del deportista de élite. La motivación de
los atletas de elite puede ser tanto intrínseca como extrínseca (Mallett y Hanrahan,
2004), aunque suele venir más asociada a factores internos (Fletcher y Sarkar, 2012).
– Confianza: La confianza se considera un factor particularmente importante que
sustenta la relación estrés-resiliencia-rendimiento. La mayoría de los deportistas de élite presentan niveles extremadamente altos de confianza en sí mismos, especialmente en
el pico de su carrera, por lo que la confianza se ha identificado repetidamente como una
influencia positiva en el rendimiento deportivo (Podlog y Eklund, 2009; Schiera, 2005;
Villalobos y Obando, 2008). Sin embargo, Fletcher y Sarkar (2012) sugieren que algunos de los participantes de su estudio poseen niveles reducidos de confianza en sí mismos, sobre todo hacia el final de su vida deportiva, pero aun así son capaces de lograr un rendimiento deportivo óptimo. Por lo tanto, estos hallazgos ponen en tela de juicio la idea generalmente aceptada acerca de la relación lineal positiva entre la
confianza en sí mismo y el rendimiento que señalaban algunos autores como Woodman,
Akehurst, Hardy y Beattie (2010).
– Concentración: La capacidad para cambiar el foco atencional parece ser un factor
importante para soportar la presión asociada con el deporte en los niveles más altos. Se ha observado que los deportistas de élite son capaces de concentrarse en ellos mismos y no ser distraídos por los demás, focalizando el proceso y no el resultado de los eventos, del mismo modo que son capaces de cambiar el foco atencional en relación a la demanda requerida. Por otro lado, parece conveniente que los deportistas tengan otras ocupaciones con las que se distraigan y se evadan del deporte, ya que se ha visto que así se reduce el riesgo de lesiones y bajan los niveles de estrés percibido y, por tanto, su influencia negativa sobre el rendimiento deportivo (Gould et al., 2002).
– Apoyo social percibido: Los deportistas que más rinden perciben que tienen un apoyo social de calidad a su disposición en cualquier momento que lo necesiten, constituido por la familia, los entrenadores, los compañeros de equipo y el personal de apoyo.
Los atletas que compiten en deportes individuales señalan a la familia y a sus
entrenadores como los pilares fundamentales de los que se sirven cuando necesitan
apoyo, mientras que los que participan en deportes de equipo reconocen el apoyo de
los cuatro tipos de agentes sociales mencionados (Fletcher y Sarkar, 2012). El apoyo
social se trata de un aspecto importante de la resiliencia en el deporte, jugando un papel
esencial como factor de protección ante la adversidad o riesgo. La confianza y el
respeto son la base del apoyo social percibido, en particular durante las últimas etapas
de las carreras de los atletas, cuando estas relaciones ya llevan un tiempo establecidas
(Fletcher y Sarkar, 2012). A su vez el entorno se convierte en una fuente de recursos
que se encuentran en la escuela, la familia extensa, el grupo de iguales, los educadores o
las redes de apoyo. Se contemplan como agentes válidos desde los que el individuo
puede recibir el apoyo necesario para resistir y rehacerse frente a la adversidad. Este
entorno cambiante y dinámico requiere del individuo una gran capacidad de adaptación.
La resiliencia supone que es necesario exponerse a cierto riesgo controlado, ensayar y
errar para poder desarrollar la confianza y la tolerancia a la frustración y promover la
iniciativa para hacer frente a las dificultades de manera autónoma (Villalobos y Obando, 2008).
Siempre leemos o escuchamos que hay que confiar en el proceso. Esta confianza lleva una
carga de aceptación en paz y de fe inquebrantable; precisamente dos ingredientes que suelen escasear mucho en nuestros tiempos de premura, oposición e incredulidad ante todo.
Analizando un poco otro aspecto, más concretamente el de las expectativas que cada entrenador tiene de sus jugadores, se podrían enumerar una serie de factores clave que un entrenador espera de su jugador:
– Curiosidad, que pregunte el porqué de determinado entrenamiento, así como cualquier
otro punto que pueda resultar interesante sobre alimentación, fortalecimientos, entrenamientos cruzados, entre otros.
– Entrega. que crea en el proceso (aunque será labor del entrenador el ganarse esa confianza).
– Disciplina y entrega. Es la disciplina la que impulsa a hacer lo correcto, incluso ante
ausencia de motivación. Será la motivación intrínseca, para mejorar día a día la encargada de este punto, ya que el entrenador tiene limitada aquí su labor.
– Comunicación. Es necesaria una constante comunicación jugador-entrenador para conocer su estado de ánimo, motivación y estado de forma. Ha de ser una comunicación global, no particularizada en unos pocos ni en los potencialmente más aptos.
– Entendimiento del rol de entrenador. Se supone que es el entrenador el que se prepara y estudia para poder guiar al atleta a alcanzar sus metas, si bien a veces se pueden poseer perspectivas sesgadas de una misma situación.
– Respeto. Como algo fundamental la relación jugador-entrenador debe basarse en este pilar tan importante. Fundamentar y razonar las decisiones tomadas ante el jugador hace que este pueda creer y auto-convencerse de que está en el camino adecuado. Aludir al proceso sin más normalmente no es el camino más idóneo.
Llegado este punto, y dejando al lado la literatura científica empleada para contextualizar lo que afirmamos, sólo queremos dejar constancia de nuestra más profunda admiración por la titularidad de este término personalizada en muchos jugadores de la Franja.
Jugadores resilientes que, a pesar de la adversidad, siguen demostrando semana a semana su capacidad de resurgir, cual Ave Fénix, de las cenizas en las que parecen consumirse entre semana.
No caeremos en el error de particularizar en nombres que abanderen esta situación, muchos ya de sobra conocidos, sino en ese proceso de formación deportiva en el que están inmersos. Un proceso en el cual, la única diferencia que existe entre la visión de técnico y jugador, es la posición que se ocupa en él, una posición muchas veces entendida de forma subjetiva y no extensible a la misma situación para jugadores distintos.
Desde aquí, y ya de forma personal, animo encarecidamente a todos esos JUGADORES RESILIENTES, a que sigan luchando, a que trabajen y a que se olviden de las etapas del camino. Que crean que es posible llegar, ya sea por circunstancias en este club o en otro, pero que antes de pedir, den. Que antes de quejarse, den ejemplo. Que antes de rendirse, luchen. Y que antes de decidir, CREAN.
Un jugador con proyección está más allá de clubes y entrenadores, un jugador que debe llegar a donde su mente y su cuerpo le permitan, construyéndose así sus propias limitaciones. Personalidad positiva, motivación, confianza, concentración y apoyo social percibido, serán los aspectos claves a trabajar en nuestros pequeños deportistas, más allá de decisiones de terceros y frases hechas de cara al escenario deportivo actual, y que no es para nada representativo de lo que entiendo que debe ser un deportista en formación.