A partir de las 20:30 arrancará el duelo que enfrentará a Alcorcón y Rayo Vallecano en Santo Domingo.
Esto no es una anti-previa, por diversos motivos. Podría hablar de la mera intención, pues a veces hay que salir del camino marcado para evitar que la diferencia se convierta en costumbre. Sin embargo, lo que verdaderamente convierte este texto en una excepción es la necesidad de rendirse a la realidad, porque cuando esta roza por sí misma la épica, no se requiere literariedad alguna.
Esta mañana, el Rayo Vallecano B ha vuelto a quebrantar los muros de lo pre-establecido. En su visita al Pozuelo, su principal perseguidor en la lucha por entrar en el grupo de ascenso, los de Ángel Dongil han vencido por un gol a cinco. Marc, Aguirre, Rubén De Tomás, Marc y Manu, en ese orden.
La tendencia me invita cada fin de semana a sacar el Rayo del panorama estrictamente futbolístico, a encontrar en la metáfora el clavo al que agarrar unas esperanzas vacías de contenido. Hoy, en cambio, el espejo en el que reflejar mi superstición no nace de un libro, una película u otras artes, sino en un equipo olvidado por sus dirigentes, admirado por su gente y empeñado en lograr lo imposible.
A partir de las 20:30, el primer equipo visitará Santo Domingo con el mismo objetivo que ya acaricia el filial de la Franja. Su rival, la AD Alcorcón, volverá a su casa tras conseguir un valioso empate en los Juegos del Mediterráneo. Un punto que le vale para acomodarse en la 18ª posición, fuera del descenso.
El Rayo, por su parte, afrontará este encuentro tras retomar el camino de la victoria el pasado viernes, ante el Real Zaragoza. Los de Andoni Iraola se encuentran sextos en la tabla, y gozan de una oportunidad única para recortar puntos a Sporting (2), Mallorca (2) y Leganés (3). Así, repetir la victoria del partido de ida ante los alfareros supondría mucho más que tres simples puntos.
Esto no es una anti-previa, por diversos motivos. Por la explicitud de lo que se expresa. Porque es la evidencia quien toma la palabra. Porque nuestro filial se lo merece… Porque soñar, por lo que parece, ya no es solo producto de la literatura.