El 20 de agosto es otro de esos días que pasan a formar parte de la historia negra de la Franja
Alberto Leva / Matagigantes
El 20 de agosto tenía que ser un día que Javi y Antonio no tendrían que olvidar fácilmente. A las 22.00 horas del viernes 19 de agosto, Antonio, en pleno subidón franjirrojo, le confesaba a Javi que «mañana tendrás tu primer abono del Rayo».
Javi tiene 9 años e inexplicablemente para Antonio -poco o nada futbolero-, ha salido hincha acérrimo del Rayo Vallecano. De esos que se van enfadados a la cama cuando pierde el equipo y de los que va cada lunes al cole con su zamarra del Rayo, aún a sabiendas de que en el patio estará siempre en inferioridad numérica con respecto a sus otros 25 compañeros de clase.
A Javi las únicas matemáticas que se le dan bien son las que hablan de asistencias de Trejo, recuperaciones de Óscar Valentín o duelos ganados por Catena. Si era capaz de aprobar algún día las dichosas «mates», Antonio le prometió que su esfuerzo tendría recompensa en forma de abono del Rayo. En junio de 2021, Javi sacó el curso con nota y las matemáticas con la misma solvencia con la que Álvaro desborda por banda izquierda. Antonio, como buen vallecano de ley, quiso cumplir su promesa, pero las interminables obras en el estadio imposibilitaron que Javi tuviera el abono de su Rayo querido.
A lo largo de la temporada, Javi consiguió ir a algún partido al estadio y su amor por la Franja fue en aumento, hasta el punto de sacar sobresaliente en matemáticas este nuevo curso, motivado por el hecho de conseguir, por fin, un trozo de plástico en el que pusiera su nombre y le permitiera cada dos fines de semana pisar el templo rayista.
«Este año si», le dijo Antonio a Javi según pitó Figueroa Vázquez el final del partido en Cornellá. Consciente de que podría haber bastante gente y dado que Antonio es transportista y viaja de lunes a viernes, tocaba pegarse el madrugón el sábado. A las 7.30 sonaría el despertador para bajar Albufera abajo en busca de su abono del Rayo, motivo más que suficiente para que Javi durmiera con un ojo abierto y mirando la hora en su reloj tuneado con un rayo y un balón. Después de una noche más larga que el descuento de la primera mitad del partido del viernes, tocaba ir a despertar a Javi. Al llegar a su habitación, Antonio no da crédito cuando ve al pequeño vestido y listo prácticamente, algo que no entra dentro del listado de virtudes de Javi, al que hay que tirar de la cama cada mañana para ir al cole.
Llegada al estadio y la cola finalizaba aproximadamente a la altura del metro de Portazgo en la puerta 15. Eran las 8 de la mañana y Antonio y Javi tenían por delante varias horas de espera por delante. Después de 4 horas y varias botellas de agua terminadas, apenas habían avanzado unos pocos metros. Se avecinaba un día duro, pero jamás pensó Antonio que tanto. Con Javi jugando pachangas en la explanada de la puerta Wilfred, Antonio mataba el tiempo leyendo las redes sociales y participando en improvisadas tertulias con los compañeros de fila. Casos como el de Julián, que tras 3 años en el paro y una familia a su cargo, podría volver a abonarse de nuevo al Rayo o José Luis, un vallecano al que la empresa le mandó a Sevilla cinco años y de vuelta a Madrid, ha querido volver a abonarse a su Rayo antes incluso de empadronarse de nuevo en Madrid.
A la 1 y con Javi habiendo hecho más kilómetros que Fran García en cualquier partido por su banda, Antonio decidió que el pequeño se iba a casa con el abuelo, que había bajado avituallamiento a ambos y había hecho una breve cobertura para que Antonio vaciará una vejiga bastante castigada por el agua que aplacaba el calor de la Albufera.
Las horas avanzaban en el reloj, pero la eterna fila no hacía lo propio. En la esquina de la Avenida de la Albufera con Payaso Fofó se veía lejísimos la entrada a la taquilla central, casi tanto como la instauración de un sistema moderno y online de venta y renovación de abonos. El cabreo iba en aumento con el paso de las horas, pero Antonio no quería fallar a Javi bajo ningún concepto y había que aguantar en la fila. Al fin y al cabo, está acostumbrado a los viajes, la soledad y la dura carretera, con lo que unas horas de espera en una fila rayista no iba a poder con él. Mentalizado de que sabía cuándo había salido de casa, pero no de cuándo volvería, Antonio no daba crédito al ver desfilar furgones de policía como si de la sede del PP se tratara. Antidisturbios que tomaban posiciones y que les advertían que nadie más podría entrar a las taquillas y que una vez atendidos los que dentro se encontraban, cerrarían hasta el día siguiente. No había un número de orden para todos aquellos que se quedaban con un palmo de narices y la única solución era la de pasar otras 13/14 horas allí haciendo noche o irse a casa a contar cómo has perdido 12 horas de tu tiempo en balde.
Con todo el dolor de su corazón, Antonio optó por la segunda opción, volvía a casa con el consiguiente cabreo y jurando en arameo contra la persona que dirige este club. La cara de Javi era un poema al ver que, de momento, su padre no había podido cumplir su promesa este año tampoco. Como hemos comentado anteriormente, Antonio no es precisamente futbolero y las peripecias de Raúl Martín Presa las conocía bastante de refilón y por lo que amigos y conocidos le podían haber contado. Desde el sábado, el club de fans del presidente del Rayo Vallecano tiene un nuevo miembro.
¿Cuántos Antonios se habrán ido hoy a casa completamente hundidos y cabreados, tras haber hecho más de una decena de horas de infructuosa espera?
En apenas 24 horas, Antonio y Javi han pasado de la euforia por un efímero liderato a la tristeza más profunda al comprobar que su equipo es colista en el aspecto social y humano.