Radical

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“Oooh, seguiré en mi condición de radical; gritaré: «¡nazis, nunca más!»”

A la mierda. Ska-P

Rayistas, no nos sorprendamos. ¿En serio esperábamos periodismo digno y respeto de diarios como el AS y de su director, Alfredo Relaño? ¿O de José Joaquín Brotons, un tipo que desde su púlpito se permite llamar “subnormal e inculta” (sic) a toda una hinchada, y a todo un barrio, sin que se le caiga la cara de vergüenza? ¿O de tantos otros acomodados que hablan de Vallekas sin haber pisado sus calles igual que hablan de economía, sociopolítica o esquí alpino? ¿De verdad? Ladran, pero eso significa que cabalgamos. La frase viene al dedillo tras ver, leer y divertirse uno con el tratamiento tendencioso de la información que se está dando al caso Zozulya en los medios de tirada nacional. Dicen nuestros padres que, hace años, el periódico se utilizaba para envolver el bocadillo. Sospecha quien esto firma que, ahora, no valdría ni para eso. Quizás ni siquiera para una buena limpieza tras hacer de vientre.

La retahíla de mentiras es incalculable. E insostenible. La desinformación, atroz. Y, como bien escribió el periodista Jonathan Martínez en su cuenta de Twitter (@jonathanmartinz), a propósito del tema: “A la prensa que insulta a Bukaneros podemos perdonarle que no tenga nociones de periodismo, pero jamás que no las tenga de historia”. Porque, sí, Zozulya podrá decir lo que le apetezca, lo que quiera y lo que considere oportuno. Pero sus actos también hablan, y aunque se autodenomine como “ultranacionalista ucraniano”, sus acciones de ayer lo definen y complementan sus palabras de hoy. Airean todo lo que hoy él calla. No es necesario nada más que echar un vistazo rápido al historial del jugador (el dossier realizado por la Plataforma ADRV o el hilo de Twitter tras el salto de párrafo son dos buenos ejemplos) para saber de qué pie cojea, en qué círculos se mueve y cuál es, por mucho que diga, su filiación. Para componer, en definitiva, un retrato real y con datos de ese angelito asustado que Martín Presa, único culpable y con total intención, ha querido colar en Vallekas.

El periodismo deja de merecer respeto cuando se firman informaciones, opiniones o interpretaciones basadas en la mentira. Cuando, para más inri, se utilizan datos falsos, informaciones capciosas o se mezclan escenarios que nada tienen que ver unos con otros. Cuando, por ejemplo, eluden los dos comunicados de la Plataforma ADRV, que aglutina a la mayoría de peñas, y aluden a un grupo ultra, en este caso Bukaneros, para referirse a la protesta general de la afición rayista frente al fichaje como una coacción. Lo ha dicho Javier Tebas y lo han secundado sin contrastarlo diversos medios. Concretamente, lo he podido leer en la nauseabunda primera página firmada durante varios días seguidos por Alfredo Relaño, en una indocumentada columna de Rafa Cabeleira en El País, varios artículos del ABC, en sucesivas jornadas (alcanzando la cumbre en la contraportada del domingo 5/2, tan carente de datos reales como de humanidad), o en programas de la cadena COPE, que incluso tuvieron que pedir disculpas por el comportamiento de algunos de sus tertulianos. Eso, que yo, desde mi posición de oyente/lector haya podido interceptar. La maniobra tiene un nombre: falsedad. Y faltar a la verdad en favor de intereses latentes debería de ser el pecado capital del periodismo. Pero por algo se dice del periodismo que es el “cuarto poder”, porque, salvo en contadas ocasiones, se construye al servicio del poderoso, que lo maneja con total libertad.

Por suerte, el periodismo sobrevive en otro espacio, cada vez más alejado de la prensa y medios de comunicación tradicionales (cabría decir, incluso, reaccionarios). No podemos solicitar la verdad a una legión de estómagos agradecidos al servicio de quién sabe quién o qué. El caso es que, o bien por desinformación o bien por (des-)interés, el tratamiento del caso Zozulya en la prensa nacional no podía ser más penoso. Relaño dibuja al futbolista como un cordero: “los Bukaneros (otra vez, sí; n. del. r) le han recibido peor que de uñas, con amenazas. Y le han asustado, lo mismo que al presidente, Martín Presa”. Mientras el director del AS arremete contra Bukaneros y Biris (“están fuera de época”), evita de forma tendenciosa hablar del Frente Atlético cuando se refiere a “la bárbara muerte de ‘Jimmy’”. Se deduce de su asociación que, en efecto, lo que sí está en su época es este tipo de actuaciones. O, tal vez, en pleno 2017 lo que esté en época sea instrumentalizar a las mujeres como hace él en su contraportada. O quizás apartar la mirada para convertirnos en cómplices, ¿no? Difícil encontrar una mejor definición de cinismo. Pero, lo escribió Kapuscinski: los cínicos no tienen (o no deberían, añado) sitio en este oficio. Quizás, antes de sentarlo a juntar letras, habría que enseñar al periodista un poco de geopolítica y comentarle las atrocidades que se llevan a cabo en Donbass por gentileza de esos batallones de filiación nazi como Azov para los que el delantero ucraniano participa en vídeos de reclutamiento (en el canal azovpress), efectúa grandes donaciones o consigue drones de combate, según numerosas fuentes internacionales recogidas convenientemente en el elaborado dossier que ha realizado la Plataforma ADRV respecto al caso. En definitiva, que tal vez con solo preocuparse de conocer el mundo en el que uno vive bastase para no escribir sandeces. Pero para ello habría que ejercer el periodismo: salir, leer, investigar, levantarse de la poltrona, en definitiva.

No es el único caso flagrante de omisión o asociación interesada de ideas. El periodista Jesús Sevillano escribe en el diario ABC lo siguiente: “El propio Kuzmenko se detuvo unos instantes para hablar con representantes de los grupos que se posicionaron en contra del fichaje, pero no le dejaron ni siquiera explicarse. En la conversación, con un tono bastante amenazante, estos hinchas, conocidos como «Bukaneros», le comunicaban al representante que «si él quiere rescindir el contrato, nosotros también; es lo mejor para las dos partes. O bien os buscáis otro equipo, o bien os vais de vacaciones»”. En este caso, basta con un pequeño y, a priori, inofensivo movimiento para atropellar a la verdad en beneficio de la noticia (ya sabemos que, para el “buen” periodista, la primera nunca debe estropear la segunda). La colocación de una simple adjetivación de rasgo (“un tono bastante amenazante”) dota a la conversación de un carácter que se revela inexistente en el momento en el que uno ve el vídeo del encuentro.

Leamos ahora un caso de un diario de tendencia, supuestamente, opuesta a las de ABC. En El País, Rafa Cabeleira escribía una columna que, personalmente, me parece preocupante por sus peligrosas asociaciones y por su falta evidente de documentación (aunque esto hubiese sido muy fácil arreglarlo). “Poco importa, si importa, si Zozulya es una cosa o la contraria, si sueña con el fin del hambre en el mundo o con la hegemonía incontestable de una raza. Para el aficionado corriente solo debería ser un futbolista, lo mismo que el chico negro, el joven gay o la niña que no quiere ser princesa. El fútbol solo debería ser eso, fútbol…”, asegura el redactor en una curiosa manera de poner al mismo nivel a un nazi (filonazi, ultranacionalista, lo que quiera cada uno) que a un “chico negro, joven gay o la niña que no quiere ser princesa” (?).Ay, ese buenismo equidistante de lo políticamente correcto…

No son los únicos casos que se han podido leer estos días, pero si recogiese todos, este artículo podría convertirse en una enciclopedia en tomos del periodismo tendencioso. No obstante, resulta llamativa, cuánto menos, esa labor de blanqueamiento y victimización de un neonazi (la noticia firmada por Sevillano en ABC reza: “Zozulia (sic), víctima de la presión ultra”) frente a la criminalización constante de una afición (repito: afición al completo, no parte de ella) que lo único que ha hecho ha sido manifestar su rechazo al fichaje de un jugador que no representa ni sus valores ni los de la entidad. Una hinchada que se ha visto en el disparadero, por culpa de un presidente que sabía perfectamente lo que se traía entre manos y al que, pese al maltrato semanal al que somete a sus aficionados y empleados (instalaciones paupérrimas y mugrientas, cacheos exhaustivos al nivel Guantánamo, despilfarro de millones a fondo perdido en Oklahoma, despidos repentinos a empleados y un ridículo constante de la marca a todos los niveles), la prensa se empeña en dejar como una víctima de una campaña que no existe como tal. Una institución, la del periodismo, que, por el contrario, lleva años haciendo oídos sordos a la petición de esa misma afición para que se haga eco de la situación y el contexto deplorables de un club de casi 93 años. Una prensa que, como vemos, solo se presta al morbo y a la oferta de servicios al poderoso. Y no necesariamente por este orden.

Porque, en efecto, rayistas, lo que oculta esta campaña persecutoria sobre toda la afición rayista (sí, toda, el “periodista” Brotons lo dejó claro ayer entre improperio e insulto) no es otra cosa que un clasismo exorbitante. Y miedo, precisamente, a la conciencia de clase. Escribía el humorista Ignatius Farray en su cuenta de Twitter, el pasado miércoles, que “en España la única izquierda que está de verdad unida es la afición del Rayo Vallecano”. Y, aunque lo escribía en su habitual tono sarcástico y ácido, lo cierto es que la sentencia no anda muy desencaminada. Lo que se esconde tras esta campaña orquestada y llevada a cabo por el (bien) denominado cuarto poder no es otra cosa que un miedo atroz a la toma de conciencia de clase. Por todos es sabido el carácter sociopolítico tanto de la barriada de Vallekas como de la afición del Rayo Vallecano. Una hinchada en la que prima la conciencia de clase trabajadora y la denuncia de la injusticia racial, social o de cualquier tipo por encima de todo. Y, evidentemente, a la cúspide le atormenta la posibilidad de una organización real de la base. Porque, como puso Ken Loach en boca de uno de sus personajes de Tierra y libertad (1995): “esta tierra ahora nos pertenece, compañeros, y de aquí tenemos que sacar la fuerza para seguir luchando. Porque la batalla es larga y son muchos, pero nosotros somos muchos más, siempre seremos muchos más; ¡el mañana es nuestro, compañeros!” Un discurso de clase, de defensa de los derechos y las libertades que podría aplicarse también a la defensa que ejerce la afición rayista de lo que considera suyo con toda legitimidad. Una afición que parece terminar de despertar en estos días. Y ante esa posibilidad del despertar, y el temor de que pudiese cundir el ejemplo, reacciona el poderoso, para defender sus privilegios a través de campañas secundadas tanto por esa prensa de dudosa deontología como por las instituciones gubernamentales, llenas de idénticos privilegiados, o por los dirigentes de los organismos reguladores del fútbol, de no menos impugnable procedencia, por cierto. Exactamente los mismos actores que, de forma absolutamente hipócrita y haciendo gala de un cinismo incuantificable, se adhieren cuando les interesa a campañas contra el racismo, la homofobia y la discriminación en el deporte.

Para cerrar este artículo, solo resta aclarar, una vez más, y las que hagan falta, que el caso Zozulya no es una mera ecuación de ultras. Nada de eso. A los comunicados de la Plataforma ADRV me remito (en su cuenta de twitter @plataformaADRV se pueden leer íntegros). También considero necesario felicitar a todos y cada uno de los medios independientes rayistas por su incansable defensa de la afición franjirroja (algo que yo, personalmente, echo de menos en la plantilla y los veteranos del Rayo). Y también a todos los periodistas que siguen la actualidad diaria del Rayo sin faltar en ningún momento a la verdad ni insultar a su gente, algunos ejerciendo incluso en medios que sí lo han hecho de forma flagrante. A todos aquellos que respiran el oxígeno de las calles de Vallekas durante todo el año y no solo cuando arrecia la polémica y el amo necesita que se atice al enemigo. Ellos saben quiénes son sin necesidad de ofrecer nombres. Y si el resto de medios de comunicación nos siguen tildando de radicales por defender nuestra historia, nuestra identidad y por no querer que un neonazi declarado vista y manche nuestra franja, aceptaremos la condición de radical con enorme gusto y dignidad. Sin miedo a posicionarnos del lado de los nuestros.

Texto: Jesús Villaverde Sánchez

Imagen: Irene Yustres