Una vez más, el Rayo Vallecano se olvida del que es su principal activo, su afición. Ninguneo y maltrato a la hora de ofrecer unos abonos dignos de dicha afición.
El fútbol, dijo Jorge Valdano, es la más importante de las cosas menos importantes. Cada uno podrá mencionar una afición distinta en el lugar de “fútbol” en esa afirmación, pero, si me estás leyendo, seguramente el Rayo sea una de las cosas más importantes de esas cosas menos importantes que, en la mayoría de casos, van después de la familia, tu pareja, los amigos, la salud, el trabajo, los estudios, la situación política y social del país, etcétera…
Si es así, probablemente estarás dolido por ver que un año más las aguas siguen revueltas en Vallekas y que es imposible recordar la última temporada que nuestro barco tuvo una travesía tranquila. Nos duele el Rayo.
Nos duele porque desde la entrada en vigor de la Ley del Deporte de 1990, el Rayo, como tantos otros clubes deportivos que pasaron a ser Sociedades Anónimas Deportivas, dejó de pertenecer a sus socios y aficionados para quedar en manos del empresario de turno que utiliza una entidad casi centenaria para tener notoriedad social o política y hacer negocios. Desde entonces, las entidades deportivas profesionales se convirtieron en juguetes gestionados como empresas en las que el propietario hace a su antojo y los aficionados quedan relegados a un papel de meros clientes.
Sin embargo, es innegable que el deporte y los clubes no son un mero negocio o simples empresas. Juegan un importante papel en la sociedad al ejercer de agentes socializadores en el desarrollo de las personas; contribuir a la integración del individuo en un grupo social; aportar a los individuos y grupos sentimientos identitarios; e incluso crear referentes y héroes.
Por eso es falso que, aunque se nos trate como tal, seamos clientes. Ser aficionado de un equipo forma parte de nuestra identidad y de nuestra vida, creando o reforzando lazos emocionales con aquellas personas con quienes lo compartimos. Por eso, pase lo que pase, somos los únicos que estamos ahí siempre. Ya sabéis, no cumplimos años, sólo temporadas.
El penúltimo episodio lo estamos viviendo los rayistas con la campaña de abonos de la temporada 2019-2020, en la que hemos visto cómo el propietario del club desatendía nuestras opiniones y demandas sobre los precios y el hecho de que por primera vez el abono general no incluya los partidos del Rayo Femenino, en lo que consideramos una decisión perjudicial para la promoción de este equipo. Decisión que sólo se explica por el ánimo revanchista del presidente, Raúl Martín Presa, después de que la Comunidad de Madrid le haya obligado, a través del nuevo acuerdo de cesión del Estadio de Vallekas, a albergar en éste partidos del Rayo Femenino, algo a lo que ya se negó la pasada temporada cuando la afición se lo pidió.
Por eso ya es hora de decir basta. Si se empeñan en tratarnos como clientes quizás sea momento de comportarnos como tal y, si no nos gusta el producto que nos ofrecen y si el empresario no tiene en cuenta nuestra opinión como consumidores, dejar de consumirlo. No somos clientes. El empresario lo sabe y por eso cada temporada, a pesar de todo el maltrato y menosprecio que sufrimos, volvemos a renovar nuestro abono. Este año hemos estado cerca de plantarnos, pero al final el sentimiento tira mucho. Una buena forma de demostrar que no somos clientes es cesar en nuestra función de hinchas y que se demuestre qué pasa cuando se nos deja fuera. Sin animación en las gradas, a ver cuánto tardan entrenador y jugadores, los mismos que nunca se ponen del lado de sus aficionados, en pedir apoyo en los partidos. Estamos hartos de que se aprovechen de nosotros.
Por eso también quizás sea hora de apuntar más alto. Esto empezó con la Ley del Deporte y con la Ley del Deporte debe acabar. Siguiendo el ejemplo de Alemania, donde una norma garantiza el control de los clubes por parte de sus aficionados, los hinchas de toda España deberíamos movernos para que en la próxima reforma de la Ley del Deporte (actualmente en tramitación), se obligue a los actuales propietarios mayoritarios de las Sociedades Anónimas Deportivas ya existentes a vender una parte de sus acciones, de forma que una proporción mayor del 51% quede controlada por socios y aficionados, devolviéndonos un papel protagonista en la toma de decisiones. Desde la Federación de Accionistas y Socios del Fútbol Español (FASFE) llevan años trabajando en ello.
Después de sufrir deudas millonarias con Hacienda, pelotazos urbanísticos y casos de corrupción, quiebras, concursos de acreedores y desaparaciones, no hay mayor garantía para la sostenibilidad a largo plazo de los clubes, que la participación en la gestión de quienes mayor interés tienen en su buena marcha.
Es hora de recuperar el Rayo y aprovechar todo su potencial para convertirlo en un potente actor social dentro de su comunidad. Es hora de recuperar los valores del deporte y dejar de ser clientes. Porque, como dijo el gran Eduardo Galeano, “jugar sin hinchada es como bailar sin música”.
Rayismo o barbarie.