La derrota frente al Athletic Club (0-1) en Vallecas cerró una racha impoluta en la que el Rayo de Iraola resistió nada menos que 224 días sin perder en el Estadio de Vallecas.
Se dice pronto, pero 224 días son muchos días. Casi siete meses y medio. Prácticamente un curso escolar. Un embarazo casi al completo. La ilusión romántica de un amor de verano y la posterior desilusión otoñal de la despedida. Un retorno a la grada de tu hinchada. La mitad de junio y todo julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre, diciembre y prácticamente enero. 11 partidos y 26 puntos. 21 goles. Un ascenso, una cuarta plaza en el campeonato de invierno y una clasificación para los cuartos de final de Copa del Rey.
Una racha difícilmente repetible.
El Rayo se ha convertido durante la primera vuelta en el mejor equipo local de todo el viejo continente. Gracias a un fútbol vistoso, alegre y apisonador, el conjunto de Iraola ha apuntalado su estadio como un fuerte inexpugnable para los rivales. En su césped ha claudicado un gigante como el FC Barcelona, ha sido degradado el general Koeman y han salido vapuleados rivales como el Getafe, el Granada, el Mallorca o el Cádiz. Otros nombres de gran entidad, como el RC Celta de Vigo o el Real Betis solo han sido capaces de arañar un pírrico empate.
Vallecas se ha convertido, durante estos 224 días, en un desfiladero similar a las Termópilas, en el que unos cuantos soldados han resistido los envites de grandiosos ejércitos despiadados. El Álamo, inexpugnable para los ajenos. Una traslación del Stalingrado que resiste y resiste el invierno con el enemigo, sediento de sangre, a las puertas. La aldea gala frente a todos los imperios invasores. Un puño socialista, símbolo de la colectividad que representa al pueblo a través del equipo franjirrojo. Esa revolución viva, alegre y fraternal que termina de doblegar a los fusiles anulando con claveles su cañón sediento de sangre. “Em cada esquina, um amigo; em cada rostro igualdade. Vallecas, vila morena, terra da fraternidade”.
Soñar con ser invencibles, con una imbatibilidad que sabíamos imposible, imaginarnos despegando y conquistando la galaxia exterior con paso firme, recibiendo a los más grandes de Europa: “¡el año que viene Rayo-Liverpool!”. Todo eso cabe en 224 días. Locura, orgullo, coraje, valentía y nobleza; honor a la franja roja. Un Carnaval de 224 festivos en los que nos disfrazamos de matagigantes para soñar con ser eternos.