El Rayo venció en el campo del Valladolid por 0-1, sufriendo para mantener la pronta ventaja que dio Medrán y con Dimitrievski como héroe.
Dice el tópico que lo importante no es como empieza, si no como acaba. Pero para hablar del partido que el Rayo Vallecano ganó al Real Valladolid por 0-1 tenemos que hablar de ambos extremos: alfa y omega, principio y fin. Esos fueron los momentos determinantes del encuentro. Verán por qué.
Empecemos por el alfa, por el principio en su máxima expresión. Quien entrase a Zorrilla apurando el vermut que apetecía tomarse a la hora de comienzo del choque se perdió el único tanto del encuentro. Primera jugada del encuentro, saca de centro el Rayo. Tras una leve disputa en el círculo central, se consigue abrir el cuero a la izquierda. Recibe Álex Moreno, que avanza hasta el lateral del área y centra raso por la cara interna de la frontal. El destinatario es Embarba, quien muy acertadamente juega la pared, dejando el balón en posición franca de remate en el pico del área chica para una de las grandes novedades en el once de Míchel, Álvaro Medrán. El joven mediocentro volvía a la titularidad en lugar del sancionado Imbula, y en su primer toque del día definía a la perfección y alojaba el esférico en el fondo de la red de Masip. El reloj solo marcaba 30 segundos cuando se oyó el rugido en la grada visitante. Sin haber tenido tiempo para nada, la Franja iba ganando en Pucela.
Pudo llegar el 0-2 en la siguiente acción, una jugada muy similar que acabó en tiro de Raúl De Tomás blocado por Masip. Después de eso, trató el Valladolid de recomponerse tras el tempranero golpe. Empezó así un partido distinto de casi 80 minutos donde se vio a un Valladolid dominando el esférico por la obligación de ir a buscar el empate. Del otro lado, el cuadro de Míchel, que había vuelto a poner defensa de 5 y que funcionó bastante bien en la función de juego pasivo durante gran parte del partido. Muy bien plantados atrás los centrales Abdoulaye Ba, Amat y Velázquez, quienes con la ayuda de un Comesaña inmenso en las recuperaciones, mantuvieron a los blanquivioletas lejos de generar peligro real antes del minuto 40. Y cuando ellos no pudieron, estaba Dimitrievski. Tuvo el portero macedonio la primera de sus tres intervenciones salvadoras en la primera ocasión local, un centro raso que remató con todo Rubén Alcaraz y que salvó con la rodilla el meta visitante. Poca chicha más tuvo la mitad alfa, o inicial, del partido.
El comienzo del segundo tiempo parecía un calco del primero, con los pucelanos tratando de buscar una grieta en la muralla franjirroja. La lesión del lateral Javi Moyano obligó a Sergio González a meter a Antoñito en el descanso, pero todo seguía como hasta entonces. La única diferencia era que llegaban las amonestaciones, todas para el Rayo. Vieron la amarilla Embarba y Trejo antes de entrar en la media hora final, cuando llegó la segunda gran intervención de Dimitrievski. Jugada personal increíble de Keko Gontán, quien entró en el área con el balón cosido al pie y llegó al punto de penalti con 5 camisetas negras, rojas y doradas tras él. Ahí optó por ensayar el disparo raso. Stole se lanzó sobre su costado izquierdo para blocar el cuero y ahogar una vez más el grito de gol vallisoletano.
Tras esta oportunidad, el baile en los banquillos. Míchel sacaba al amonestado capitán Embarba para dar entrada a Bebé, cambio lógico a priori, aunque el portugués se fabricó él solito una tarjeta amarilla tan clara como estúpida en su primera acción del partido. Casi en simultáneo al cambio rayista, entraba Duje Cop en lugar de Toni Villa en los locales para dar más aire a su ataque. No terminaba de resultar la cosa para Sergio González, quien 10 minutos después agotaba sus cambios con la entrada de Daniele Verde por Keko Gontán, con la cual se tocaba oficialmente a rebato en la fortaleza pucelana.
Cruzado el umbral del minuto 80 llegamos al omega, el tramo final tan deseado para un Rayo que no pudo (o no quiso) ir a por más y que solo aspiró a hacer el 0-2 en la segunda parte en un tiro lejano de Bebé que botó delante de un Masip que a duras penas pudo sacarlo a córner. Cada vez duraba menos el balón en poder visitante, cada vez se sucedían más las llegadas al área de los locales. Entraría Álvaro García por un Óscar Trejo que cumplió sin más, y prácticamente en la jugada siguiente parecía derrumbarse el mundo para la Franja.
Marcaba el 87 el reloj. Iniciaba la jugada el ex rayista Nacho en su banda. Con un movimiento rápido, Cop entró en el área evitando la marca de Advíncula y dispuesto a encarar solo el marco visitante. Lo evitó Abdoulaye, yendo con todo a despejar, pero golpeando el pie del atacante antes que el cuero. Penalti incontestable sobre la hora, todo el esfuerzo por amarrar el triunfo estaba a solo 11 metros de ser en vano. Detrás del balón, Míchel, no el míster si no Herrero. Bajo palos Stole Dimitrievski, ante la tercera vez en el partido que tenía que evitar el empate, y sería la vencida. El lanzamiento fue raso hacia la derecha, ni escorado al poste ni centrado. Dimitrievski adivinó las intención del «otro» Míchel, se lanzó como un gato y rechazó el esférico. Paró el penalti el macedonio. En la grada visitante del Zorrilla y en los bares y hogares de Vallecas se gritó como un gol. Y créanme, créanme que lo que hizo «Dimi» era casi como un gol.
Los 5 minutos que quedaban, entre los 2 que restaban tras efectuarse el penalti y los 3 que hubo de descuento, fueron balones lanzados a la desesperada al área visitante, la entrada de Tito por De Tomás «por si acaso», y en la última jugada, una contra rayista que inexplicablemente no acabó en gol y que en otras circunstancias hubiese desatado la ira del aficionado. Y por fin, el pitido final. Con un golpe al medio minuto de juego de Medrán le bastó al Rayo para estrenar el 2019 con victoria, y le bastó porque la defensa se puso en modo defensivo y porque Dimitrievski se puso en modo dios. Como Alejandro Magno, el meta se erigió como el héroe macedonio que permitió volver a conquistar tierras allende de Vallecas. Regalo de reyes en forma de segundo triunfo consecutivo y de renovadas esperanzas entre la afición de la Franja, que hizo resonar el «Sí se puede» y «La Vida Pirata» en el José Zorrilla.
Texto e imagen de Jorge Morales García.