En busca del dorado

En busca del dorado

El Rayo se impuso al Sabadell (2-1) por insistencia. La buena segunda mitad hizo que los de Iraola doblegasen, gracias a Santi y Catena, al solidísimo conjunto de Hidalgo.

La demora fue como la de esa pareja que va dejando pasar esa conversación incómoda hasta que ya es irrevocable. Cuando Mario Suárez hizo la falta, el amor ya se había roto. Podía haber tomado la decisión cienes de veces antes, a lo largo de esa carrera en la que acompañaba al atacante del Sabadell, pero decidió intervenir en el peor momento. Y la consecuencia fue el marcador adverso; el desamor irrevocable en el minuto 20. Juan Hernández disparó de forma inteligente y muy precisa, por el palo de Morro, que a pesar de estar bien situado en el arco, no alcanzó a tumbar lo suficiente para atajar el lanzamiento. El golpe sobre el palo certificaba que no había nada que hacer, solo empezar a remar a contracorriente y creer en uno mismo.

Es cierto que el Rayo, con un esquema similar al que lució en el antiguo Son Moix, había buscado golpear primero. Trejo estrelló un larguerazo en la escuadra defendida por Mackay. Minutos más tarde del tanto del Sabadell, Velázquez anotó tras la salida de una falta, pero el juez de línea había levantado la banderola para declarar inválida la jugada. Nada más, salvo un remate de Catena en un córner, que desvió mínimamente, pero lo justo, el defensor. En un suspiro se había terminado la primera mitad y el Rayo andaba por debajo del marcador. La defensa sólida de tres centrales, bien plantada sobre el césped, y un esquema complicado de adivinar para la presión en salida, maniataban al Rayo. Antonio Hidalgo le ganaba el pulso a Andoni Iraola.

Tras el descanso, el CE Sabadell pareció salir, incluso, más dominante. El centro del campo se imponía a una medular rayista que se ahogaba en el escaso espacio interminable que quedaba entre Mario Suárez y Santi Comesaña, que no terminaban de gobernar el mediocentro como antojaba la lógica. Movió piezas Iraola y retiró al 4 rayista para dar paso a Óscar Valentín y permitir que Santi Comesaña progresase un poco más en el dibujo. A la misma llamada, Andrés Martín sustituyó a Trejo. Y entonces, la máquina pareció engrasar. La locomotora empezaba a moverse, lenta, pero segura. Un testarazo de Isi hizo temblar el larguero y, casi sin tiempo de detener el tembleque, Santi Comesaña, tras una benzemaniana dejada de Qasmi, volvía a violentar el travesaño defendido por Mackay. El Sabadell comenzaba a verse más y más ahogado por un Rayo que, ahora sí, con un Comesaña más adelantado, había tomado las riendas del encuentro y dictaba su ley. Un taconazo fallido de Comesaña y un gol anulado por fuera de juego sirvieron como prefacio del empate. Lo anotó, de cabeza, el propio Santi. Un remate extraordinario, brillante en la ejecución, que tocó el palo, y en la puesta en escena –gran giro de cuello del gallego–, pero que debe buena parte de su mérito al exquisito toffee que brindó Fran García –¿cuántos balones perfectos ha puesto al área en dos jornadas?– y que se convirtió en la segunda asistencia de un lateral que pinta a fichajazo. Santi agradecía el balón a Fran como el alumno que otorga créditos bajo manga al colega que le ha pasado la chuleta por debajo de la mesa.

No se contentó el Rayo con el empate y siguió con sus acometidas. Hacía un rato que ya solo el conjunto franjirrojo estaba sobre el césped. Los arlequinados, pese a estar bien dispuestos sobre el tablero, resistían las embestidas. Isi disparó al lateral de la red, Santi Comesaña volvió a rematar un córner que estuvo cerca de colarse entre los tres palos y, entretanto, los de Hidalgo estuvieron próximos a anotar el 1-2 en dos ocasiones en las que falló Guruceta y Morro puso el corazón en la boca de los hinchas rayistas. No pasó nada y, en las postrimerías, en esos segundos en los que el timbre está a punto de posponer el gol de oro y finiquitar el recreo, apareció el mariscal para decretar el fin de la contienda. Comesaña bloqueó y la defensa del Sabadell quedó aturdida en la peor vuelta del reloj. Justo cuando no se puede fallar, precisamente en el lugar en el que si aparece Alejandro Catena, lo hace para castigar. El central franjirrojo rindió bandera a los goles que habían marcado su pareja, Velázquez, el propio Santi y a los varios balones que besaron los postes, para conseguir doblegar la línea que Antonio Hidalgo había levantado cual Maginot sabadellense. Por fin, el que la persiguió, la consiguió. El Rayo alcanzó el punto sobre el mapa, colocó la chincheta y, merced al trabajo y el éxito en la misión, dormirá plácidamente bajo el cálido manto de las estrellas. Como líder de su estirpe, como uno de esos a los que empiecen a mirar con respeto, admiración y odio. Pintan bastos para Vallekas, sí, quizás ahora más que nunca; pero, entre tanta incertidumbre y tantísimos miedos, queda, por lo menos, un Rayo de luz. La esperanza de encontrar el dorado.

 

Foto de cabecera: Rayo Vallecano | Twitter