El Rayo vence al Lugo (1-2) a domicilio y cierra el año como tercero. Unai López y Raúl de Tomás dieron el triunfo a los vallecanos en un partido loco en el que el Lugo erró un penalti.
Lloraba Fran Beltrán para recordarnos que el fútbol solo es una de esas cosas importantes de no demasiada importancia. Admirable su profesionalidad y su entrega en un momento tan difícil. Pero el Rayo visitaba el Anxo Carro en uno de los grandes partidos de la jornada y el canterano partía en el once inicial como cada semana. Sirva la victoria para honrar la memoria de su tía Rosario y para dar un mínimo de ánimos a su familia en el duro trance.
Los de Míchel aterrizaban en Lugo tras la victoria in extremis frente al Alcorcón y pareció que, esta vez, querían imponerse por la vía rápida. Corría solo el segundo minuto de encuentro cuando ya campeaba el 0-1 en el marcador. El movimiento de Trejo para iniciar la jugada y buscar la espalda a la defensa es de superclase. Santi Comesaña solo tuvo que otear el horizonte para ver como Unai López pedía pista desde la segunda línea de ataque para rematar, en dos tiempos, la pelota a la red.
El gol de los vallecanos calmó los ánimos antes incluso de que llegasen a caldearse. Lo que vino después fue un lapso de control rayista que no llegó a culminar en un par de pases largos que buscaban la retaguardia lucense. Y la lesión de Chechu Dorado. El central andaluz, uno de los futbolistas más regulares de la franja, abandonada el verde con problemas físicos para dar el relevo a Antonio Amaya. Poco a poco, el Lugo se hizo con el control del juego, aunque su falta de profundidad hizo que Alberto solo tuviese que intervenir en una falta envenenada de Cristian Herrera, que también marró un remate de cabeza en buena posición.
Así llegó el partido al intermedio. Con un Rayo más efectivo que dominador y un Lugo más controlador que peligroso. No tenía más historia el partido hasta ese momento. Sin embargo, Adrián Embarba regresó al césped con la firme intención de cambiar el signo del encuentro. El extremo avisó con un disparo que trató de asentarse en la escuadra defendida por Juan Carlos para, poco después, delinear un pase delicioso entre la línea defensiva y el ex guardameta rayista. Raúl de Tomás apareció para apuñalar las expectativas del Lugo de puntuar en el último partido del año. O eso creíamos cuando subió al electrónico la segunda diana.
Una jugada, solo una jugada después, Santi Comesaña perdió una de esas apuestas incomprensibles. Cuando todo indicaba que lo mejor era lanzar la pelota lejos de los dominios de Alberto, el mediocentro de Vigo decidió jugarse el todo o nada al pase corto. El robo en la frontal del área dio lugar a una serie de catastróficos rebotes hasta que Luis Ruíz recogió el balón en la media luna y disparó con fuerza y colocación lejos del alcance del meta franjirrojo. Como es normal, iba a ser imposible para el hincha rayista disfrutar sin sufrir. Porque, de no ser así, no sería hincha rayista, qué carajo.
Así las cosas, y con el partido de cara para que se diese la remontada local, Amaya encontró la pierna de un delantero del Lugo en su intento de despeje. El colegiado señaló la pena máxima y expulsó al central vallecano, que nunca llegó a entrar del todo en el partido. Por suerte para los de Míchel, Fydriszewski se sumó a la fiesta de lo incomprensible y su panenka salió por encima de la portería. Suspiró Alberto y el rayismo, que volvían a regar esa flor que les está acompañando en los últimos fines de semana. Ya saben que, en ocasiones, la suerte es del que persiste por ella.
Tras el varapalo del penalti fallado, el Lugo seguía volcando el campo hacia el fondo de Alberto. Pero sin éxito. En Lugo había tocado parte del Premio Gordo por la mañana y, en cuestión de fortuna, en lo deportivo, la de ayer no iba a ser su noche. El conjunto visitante, en cambio, empezó a jugar sus cartas de una forma más inteligente que en anteriores episodios. Por fin se dejó ver ese “otro fútbol” con el que ganar tiempo, sacar al rival de la pelea y desviar la atención a otra cosa. Para jugar el fútbol sin hacerlo lo más mínimo. De esta forma, los chicos de Míchel consiguieron terminar el partido anulando las opciones lucenses e incluso poniendo peligro sobre el arco de Juan Carlos, que atajó una falta de Embarba que se colaba en su marco. El Rayo culmina el año 2017 con una victoria trabajada y sufrida. Y entre lágrimas: las del pequeño gran Beltrán son las de todo el rayismo en los ojos vidriosos de Miguel Ortiz. Porque, a fin de cuentas, y aunque nos lleve de cabeza cada siete días, el fútbol es la cosa menos importante.
Jesús Villaverde Sánchez
Imagen destacada: Iván Díaz