El Rayo cae derrotado ante el Córdoba (1-2) en su último partido de la temporada como local. Poco fútbol y un nuevo bochorno en torno a Raúl Martín Presa.
El domingo 4 de junio de 2017 fue un día de constataciones en torno al Rayo. Concretamente, tres fueron las cosas que quedaron más claras de lo que ya empezaban a estar. La primera, que en torno a una veintena de jugadores no merecen vestir nunca más la franja. O mejor dicho, que su hinchada no merece tener que volver a verlos con ella. La segunda, que Raúl Martín Presa es el presidente más ridículo y bufonesco de todo el fútbol profesional. Nada nuevo. Por último, la tercera constatación: que a día de hoy el Rayo Femenino es el único orgullo que puede sentir el barrio en torno a su adorada entidad. Un conjunto que lucha, pelea, se deja la piel y el alma para competir, para poner en valor el escudo que portan con pasión, y del que debería aprender aquella veintena con la que comenzábamos este párrafo de constataciones.
El encuentro disputado entre el Rayo y el Córdoba apenas merece análisis. La crónica de los 90 minutos vendría a ser el reflejo de la temporada para olvidar del Rayo Vallecano, solo salvado en el último tramo por el amor propio de un Míchel que se erigió como mesías de su franja. Al míster tendrían que dejarle hacer y deshacer el equipo de la próxima temporada a su antojo. Se ha ganado la confianza y la oportunidad a base de trabajo. Con sus errores y aciertos.
El Rayo repetía esquema: trivote de mediocentros con bandas abiertas y Manucho como ariete. Buscaba Míchel –se deduce– un control de balón más férreo en la medular para buscar las transiciones y la velocidad de sus dos extremos, Lass y Embarba. El guineano volvió a ser el más destacado en el duelo, aunque decir eso en esta jornada no es decir mucho. Comenzó el partido con un disparo lejano de Baena, que se marchó desviado en su búsqueda del poste. Parecía que el Rayo salía en tromba y una buena parada de Kiescek a ocasión de Manucho fue el preludio del tanto con el que los locales abrirían el marcador. Baena recibía la recompensa al trabajo, el compromiso y la constancia tras recortar en el área y batir en un disparo raso cruzado al meta del equipo cordobés. El de Torrox se volvía loco en la celebración de un gol que dedicó al doctor Beceiro en el que –esperemos que no– podría haber sido su último partido con el Rayo en Vallecas.
Solo habían transcurrido cuatro minutos y los de Míchel se habían puesto por delante en el electrónico, pero a partir de ese instante, la franja se difuminó. Baena ocupó el faro de la mediapunta y gozó de muchas ocasiones. El centrocampista derrochó entrega, fue inteligente en sus movimientos, pero le falló el remate. No obstante, el Córdoba se sobrepuso a su tanto y a los 9 minutos ya empataba con un tanto de Javi Galán tras una horrible acción defensiva de su anfitrión. Un cuarto de hora más tarde el larguero evitó que el jugador de los andaluces hiciese doblete y situase a su escuadra por delante en el marcador. La primera parte había pasado sin pena ni gloria, convirtiendo así la despedida de Vallekas a la temporada en el espejo del curso de los vallecanos.
La segunda parte ni siquiera existió. Más allá del gol de Alfaro, tras otro desajuste en la retaguardia, el único espectáculo estuvo en la grada. Del fondo que ocupa Bukaneros salió una pancarta con el lema “Presa, vete ya” que empezó a recorrer la grada lateral. Hasta que los guardias de seguridad trataron de impedirlo en un toma y daca, estira y recoge, con la afición que ocupaba sus localidades y manifestaba su disconformidad con el máximo accionista del Rayo Vallecano. Un nuevo bochorno made in Presa al que solo le faltó la música de Benny Hill. El presidente del Rayo no se cansa de hacer un ridículo tras otro, convertido ya por derecho en el bufón del fútbol profesional. Citaban los aficionados a los guardias de seguridad como el delantero cita al defensa, le espera para encarar. Mientras, el ambiente se caldeaba en contra de un Martín Presa cada vez más solo. Incluso la afición cordobesa, también enfrascada en una lucha por recuperar su club del yugo de la familia González, se sumó a la protesta contra el palco. Otro episodio lamentable del que probablemente sea ya el peor presidente que haya pisado la zona noble del estadio vallecano.
El fútbol hacía rato que había terminado en Vallecas. Quizás, incluso, un par de semanas. Solo un disparo envenenado de Álex Moreno hizo lucirse a Kiescek en los segundos finales. Minutos antes, eso sí, Rodri había fallado la sentencia bajo palos, casi sobre la línea, en lo único que quedó de rescatable en el segundo tiempo en cuanto a fútbol. En lo emocional, la aplaudida vuelta de Juli al césped del que fue su estadio. Probablemente el de Alcoy sienta más los colores del Rayo hoy en día que muchos de los que hoy se supone que defienden su escudo. Tal vez eso lo diga todo de lo que ha sido la temporada del Rayo en su regreso a la categoría de plata. Una nueva constatación. Y una temporada para olvidar.
Jesús Villaverde Sánchez