El Rayo rasca un punto ante el Villarreal (1-1) en un partido gris, plomizo y sin futbol ni voluntad.
Jesús Villaverde Sánchez / Matagigantes
Serían, aproximadamente, las 16.05 horas cuando, por mi grada, apareció una familia ataviada con la elástica rayista. Nada fuera de lo normal teniendo en cuenta que el Rayo calentaba aún sobre el césped de Vallecas. La anécdota surgió cuando, serigrafiado sobre la espalda de la camiseta de luto rayista que vestía la madre, leí una inscripción que me pareció que podría servir para ilustrar lo que parece que pueda ser la temporada en Vallecas. “Viuda de Iraola” se podía leer.
Visitaba Vallecas el Villarreal de Pacheta y, en el arranque del partido, el Rayo de Francisco se asemejó al de su predecesor San Andoni en la presión asfixiante de bloque alto. Pudo incluso ponerse con tres goles en el casillero de no haber sido por la avaricia de Álvaro García y su extraña necesidad de querer regatear al portero y otros quince rivales en cada jugada en lugar de patear al arco.
Tras el arranque de garra, la realidad. Todo había sifo un mero espejismo. Una ilusión. El Rayo apenas volvió a comparecer en ataque, se achicó y cedió el dominio a un renqueante Villarreal que, en su primera combinación y acercamiento al área contraria, hizo subir el 0-1. Álex Baena ganó la espalda a una retaguardia franjirroja que dormitaba y sirvió el pase de la muerte al gigante Sorloth.
Se adelantaba el Villarreal sin apenas haber pisado área mientras el planteamiento de Francisco consistía en mandar balonazos sin demasiado sentido a las bandas o a un desaparecido Raúl de Tomás. Escasez de ideas, nula intensidad y ni el más mínimo reflejo del Rayo al que nos acostumbró Iraola.
La suerte se alió con los franjirrojos cuando, en la jugada inmediatamente posterior al tanto de Sørtloth, Kike aprovechó otro desajuste en la defensa groguet para anotar de vaselina ante la salida de Jorgensen. La fortuna volvió a sonreír al conjunto rayista poco antes del descanso en forma de poste. Gerard Moreno ajustó tanto su disparo que se estrelló contra el palo derecho de Dimitrievski.
El descanso no espabiló a ninguno de los dos conjuntos. Un flojito disparo de Isi a las manos de Jorgensen fue lo más cercano a una ocasión clara en los primeros compases. El partido se atascó y el único casillero que se movía era el de faltas. Hasta 38 interrupciones en la segunda mitad, más la poca voluntad de ataque y creación de ambos entrenadores, hicieron del partido un espectáculo indigesto. Un plomo insoportable en el que Dimitrievski se erigió como el MVP del partido y consiguió que el Rayo no se fuese con una derrota con un soberbio paradón a disparo de Trigueros y con una acción de futsal en la que le empequeñeció el arco a Yeremi Pino cuando ya cantaba el gol.
Del Rayo, apenas una ocasión de Trejo, que cruzó en exceso su lanzamiento y una extraña sensación de apatía y desconexión. De que la temporada, pese a la decena de puntos que luce ya en la clasificación el conjunto vallecano, se va a hacer larga en un Vallecas viudo de Iraola.
Imagen destacada: @rayovallecano