El baile del sapito

El baile del sapito

Primera victoria a domicilio desde septiembre (1-2) de un Rayo sin brillo que se aprovechó de los miedos y debilidades de un Zaragoza irreconocible.

Lo bueno de los partidos que juega el Rayo es que, siempre, absolutamente siempre, se mantiene una máxima: lo más entretenido es el descanso. Disculpen si el firmante de esta crónica, o sea, yo, omite algún importantísimo evento que transcurriese durante el vertiginoso primer tiempo disputado: el sueño y el sopor, a veces, pueden a las ganas de fútbol, que tampoco son excesivas.

De la primera parte hay poco o nada que reseñar. Dominio absoluto del Rayo ante un Zaragoza completamente herido de inicio. Varias llegadas del conjunto visitante que, sin ser una amenaza seria, ponía el miedo en el cuerpo maño. Hasta que, de un disparo sin peligro alguno de Igbekeme, Dimitrievski se inventó un gol en contra. Error grosero del guardameta que cambió la dinámica y trajo comodidad a un Zaragoza al que ya no le importaba tanto dejar jugar al rival, del que, por cierto, ni rastro.

Así llegó el intermedio: el verdadero tiempo de ocio de la noche. Ese lapso en el que, si estuviésemos presentes en los terrenos de fútbol, disfrutaríamos un bocadillo en familia, comentaríamos la semana con los nuestros o veríamos a Jorge tirar unos cuantos penaltis a lo Morales. Sobra decir que, en esos quince minutos, me divertí mucho más que en los noventa de juego. Mi hija puso un video en YouTube y no dejó de bailar el pegadizo baile del sapito. Un hit. Tiembla, Maluma.

Pero el descanso terminó como todo lo bueno finaliza. Se terminan las cañas, las vacaciones y los periodos en los que no hace falta estar pendiente de la pantalla porque sabes que, ahora, no la pueden liar sobre el césped. La segunda mitad tenía algo de ritmo, un contexto no demasiado difícil si tenemos en cuenta que la primera había sido piano, piano, piano, zzz.

Iraola introdujo algunos cambios (Comesaña, Antoñín e Isi) para ganar algo de presencia ofensiva y bajó a Álvaro García al lateral izquierdo para aprovechar su velocidad. Lo consiguió y el Rayo empezó a aproximarse y carburar varias jugadas de peligro. Qasmi abrió la cuenta de ocasiones con un remate de cabeza desviado y, posteriormente, desperdició la más clara cuando solo había que contactar con el esférico para que se alojase en las mallas.

Pasada la hora de juego, trenzó su primera jugada combinativa, que Martos concluyó, tras un caño, estrellando el balón en un defensor que lo desvió a córner. Andrés Martín intentó replicar su golazo en El Molinón, pero esta vez su volea se fue por encima de la escuadra. Antes del empate rayista iba a haber tiempo para ver otra serenata de Dimitrievski, que salió a ver qué pescaba en un balón largo a la espalda de su defensa y estuvo muy cerca de sacar otro balón de su red.

El Zaragoza había desaparecido, agazapado atrás esperando el discurrir del tiempo, atenazado, temeroso como nunca se lo había visto. Y en tanto recular y recular, el Rayo marcó y puso las tablas en el electrónico. Un remate inapelable de Isi fue repelido con una fantástica estirada del ex franjirrojo Cristian Álvarez, que no pudo con el segundo remate a bocajarro de Antoñín, que le había dado otro aire al equipo. Faltaban unos veinte minutos y la sensación era de que el Rayo podía llevarse el partido, ya no tanto por su acción, sino por la inacción de su contrincante.

Qasmi pudo voltear el marcador, pero reaccionó con una grosera patada al aire al regalo de Álvaro que había dejado un balón difícil en el centro del área. Quien no desperdició su maravilloso centro fue, minutos más tarde, Pozo. El centrocampista franjirrojo empujó con todo el balón a la escuadra para sellar una victoria sin ningún brillo, más por inercia e inacción del rival que por lucidez propia. Una victoria que, sin embargo, sí buscó más el Rayo en la segunda mitad del encuentro en La Romareda y que rompe dos maleficios: el de los partidos como visitante, esta temporada, y el de la camiseta fúnebre, con la que obtuvo su primera victoria. Una victoria sin más que, eso sí, se celebró con el baile del sapito.

Jesús Villaverde Sánchez

Imagen: Twitter oficial Rayo Vallecano