A partir de las 21:00, el Rayo visitará el Camp Nou tras romper su racha negativa en esa misma ciudad.
En un mundo de fe, cada uno se agarra a las creencias que cree más oportunas. Lo bonito de cualquiera de ellas es que son únicas, personales, en tanto a que su imperceptibilidad sólo les permite brotar en el interior de cada uno de nosotros. Es por ello por lo que quienes nunca nos hemos emocionado en una procesión, o por lo que quienes nunca han llorado en un estadio de fútbol, podremos ―podrán― entender jamás la magnitud de ese sentimiento.
El FC Barcelona es otro desde que Xavi se hizo cargo del plantel. Es cierto que la eliminación de Champions, la debacle de la UEFA y la caída en Copa llegaron con él a los mandos, pero la dinámica en liga y las sensaciones son una historia bien distinta.
El equipo, totalmente ajustado al enclave Barça, ha sumado 46 de los 60 puntos disputados desde que el de Tarrasa dirige a los blaugranas. Este registro (14 victorias, 4 empates y dos derrotas) es el segundo mejor de la competición, sólo por detrás del virtual campeón, el Real Madrid (48).
Por el otro lado, el Rayo se reencontró con la victoria el pasado jueves ante el RCD Espanyol tras más de cuatro meses sin sumar de tres. Lo hizo a domicilio, en el que supuso su segundo triunfo lejos de Vallecas en lo que va de temporada. De hecho, los de Iraola son, junto al Levante, el cuarto peor equipo en esta condición.
Para tratar de asaltar el Camp Nou, la Franja deberá solucionar sus problemas en ambas porterías. En los últimos 14 partidos disputados, los franjirrojos han visto puerta únicamente en 7 ocasiones, un dato muy bajo si lo enfrentamos a los 26 tantos anotados en los 18 anteriores. A nivel defensivo también se le han visto las costuras, y es que en este mismo periodo temporal el equipo pasó de encajar un gol por partido a recibir 1,43. En otras palabras, desde la que hasta ahora era la última victoria vallecana, el Rayo marca un 65% menos y encaja un 43% más.
En un mundo de fe, cada uno se agarra a las creencias que cree más oportunas, y por ello repito como un metrónomo la rutina que lleva a mi equipo a poder ganar un partido. En mi entramado mental de supersticiones futbolísticas, quebrantar cualquiera de esos pasos conlleva irremediablemente caer derrotados en el verde. Por el contrario, cumplirlas escrupulosamente permite que el destino quede exclusivamente en las manos de los jugadores.
Del mismo modo, cualquier relación aparentemente inconexa entre dos hechos o sujetos puede cobrar en mí el grado de epifanía. Por ello, para lo que muchos el 8,1 es un número aleatorio más, para mí es la distancia que separa el Camp Nou del lugar que vio al Rayo romper una de las rachas más negativas de su historia, y por tanto, un motivo más para pensar que tomar el estadio del Barça es posible. Y es que, en un mundo de fe, basta con estar dispuesto a creer en los milagros.