En Matagigantes conocemos más a fondo al guardameta que reinventó la ‘ley de Murphy’. En poco tiempo ha logrado debutar en la ‘Premier’ y despertar los aplausos del público de Vallecas
Paulo Gazzaniga (Murphy, Argentina, 2 de enero de 1992) nació predestinado a ser guardameta. «Bueno, ya sabés que mi papá también fue arquero, ¿no?», preguntó para romper el hielo en una Ciudad Deportiva helada tras el entreno vespertino. Se suele decir de los porteros que son la pieza más especial dentro del campo. Su padre, Daniel, fue una de esas figuras. Jugó, entre otros equipo, en River Plate, aunque este Gazzaniga que tenemos ahora enfrente reconoce sentir mayor simpatía por el equipo rival, Boca Juniors. «Pero ahí queda la cosa», bromea.
También se suele decir que de casta le viene al galgo pero, ¿se hubiera dedicado a otra cosa si su historia fuera otra? «Muchos piensan que yo soy portero porque mi padre lo fue, pero si mi padre hubiera jugado en otra demarcación yo igualmente hubiera querido ser arquero», afirma. Con su progenitor admite tener muchas cosas en común, pero él supo enseguida qué era eso que le apasionaba, algo que a la mayoría le cuesta años y años de búsqueda, ensayo y error. Ganarse la vida como uno quiere es uno de los mayores éxitos a los que se puede optar y Paulo es consciente de ello. «Aprendí muchas cosas de él pero ser arquero fue una decisión mía y de nadie más», asiente.
Sus primeras paradas las hizo en su pueblo natal, Murphy. De pequeño jugaba después del colegio con los mismos compañeros en el equipo local, Centro Recreativo Unión y Cultura. Con los pingüinos, como se hacen llamar, comenzó todo. «Era muy lindo salir y entrenar con los mismos amigos del aula», recuerda. Al cumplir los 15, se trasladó junto con su familia a Valencia. En la capital del Turia, las escuelas CF Cracks y CF Torre Levante permitieron al adolescente Gazzaniga continuar con su hobby mientras llegaba la hora de cumplir ese sueño en el que tenía depositada una fe casi ciega.
Cerca estuvo de dar un buen salto, de esos que parece que te impulsan al firmamento, cuando un ojeador logró que ingresara en el juvenil de División de Honor del Valencia CF, ya en su último año. Sin embargo, su temporada en Paterna no fue precisamente un cuento de hadas. «Éramos tres arqueros y jugué pocos minutos», cuenta con cierto inconformismo. Por aquella época, su padre tenía un bar y en ocasiones, como buen hijo, arrimaba el hombro. Pero el camino de Gazzaniga seguía siendo el de ser portero y no a nivel amateur.
Entre tanta incertidumbre, justo cuando le venció el contrato que le unía al club ché, le salió una prueba para jugar en el equipo de un pueblo también “chiquito”, el Gillingham, de la League Two inglesa (un tercera división de aquí). «Fue una ventana enorme que se me abrió para explorar otra tierra, otro fútbol. Mi sueño era ser arquero; pensar en la Premier League eran palabras mayores», comenta con la misma ilusión de un niño. «Pero primero tenía que empezar desde abajo», admite con humildad.
Comenzar de cero en un país cuya lengua y costumbres son completamente diferentes a las tuyas. Una historia de tantas que hemos escuchado en esta última década. No obstante, esta trama cuenta con giros inesperados, por lo que continuamos indagando. «En Gillingham estuve un mes de prueba y me ficharon», cuenta sin darle demasiada importancia. Primera prueba superada. A partir de ahí vendrían los exámenes más importantes.
«Al principio me costó jugar porque no conocía el idioma; era el único que hablaba español y siendo arquero tenés que comunicarte con los compañeros dentro de campo», argumenta. Pero gracias a su desparpajo pronto se convirtió en uno más. Aprendió inglés gracias sus nuevos colegas porque nunca le gustaron demasiado las clases. Aun así, mejoró lo suficiente como para completar un total de 15 partidos en su mejor temporada en Gillingham, lo que sirvió para firmar su pasaje al Southampton FC, un recién ascendido a la Premier de la mano de Nigel Adkins.
La ley de Murphy
A los pocos meses, ocurrieron dos milagros. Con Adkins, que logró ganar 2 partidos en 10 jornadas en la máxima categoría inglesa con los santos, ocurrió que se lesionó a los tres partidos el portero titular y tuvo que contar con Gazza durante las siguientes jornadas. A mediados de enero, el ex portero inglés fue destituido y Mauricio Pochettino (Murphy, Argentina, 2 de marzo de 1972) tomo el relevo en el banquillo. Casualidades de la vida. Gazzaniga completó en esa temporada un total de nueve encuentros… Nada mal para un principiante con futuro.
Pese a que Pochettino es una pieza clave en su carrera –la amistad entre el actual técnico del Tottenham y Ramón Planes ha sido clave en su llegada a Vallecas-, el cancerbero guarda gran admiración por Adkins, que le dio la oportunidad de debutar en la mejor liga del mundo. «Ahí fue donde cumplí el sueño«, recuerda con cariño. «Una cosa es firmar y estar en el banco, y otra es estar en el césped y jugar con los más grandes. No lo podía creer… Una cosa de locos», explica.
Tales fueron las esperanzas que el club inglés tenía depositadas el él que firmó por cuatro temporadas y renovó hasta 2019. En los dos últimos cursos, sin Pochettino al frente, su participación ha sido casi nula, por lo que decidió buscar nuevos horizontes. «Uno siempre tiene las expectativas muy altas; además yo soy muy exigente conmigo mismo. Cuando vi que allá no iba a tener muchos más minutos, decidí buscarme una salida para agarrar más confianza y más minutos, porque al final los partidos te dan eso, experiencia, que es lo que yo más necesitaba. Y nada, ahora contento acá con el Rayo», señala.
Con la zamarra vallecana ha jugado todo a excepción de los ocho encuentros que disputó Toño bajo palos, antes de notar que algo en su maltrecha rodilla no iba bien. «Al principio notaba ese nerviosismo, esa ansia de que todo salga bien, pero ahora estoy más tranquilo». La Segunda división, que poco tiene que ver con la Premier, no supuso un gran problema de adaptación para el meta argentino. «La calidad de los jugadores y de la competición es muy alta acá», puntualiza, «pero, al fin y al cabo, los arqueros en China, en Japón, o en Europa tienen la misma función: parar el balón», sentencia.
Gazzaniga se niega en rotundo a definirse a sí mismo. Prefiere dejar ese trabajo a los demás. Más por no exponer demasiado las virtudes -esas que han logrado sacar algún aplauso al público de Vallecas en los últimos encuentros-, que por esconder los defectos, esos que sacan lo mejor de los mejores rayistas, que están en las buenas y sobre todo en las malas. «No creo que haya que enterrar lo malo. Se aprende de todo y más de los errores», apunta. «Yo siempre me quedo con las cosas positivas y, además, siendo arquero eso te sirve para fortalecer la cabeza», garantiza. A sus 25 años recién cumplidos, demuestra tanta autoconfianza que ni siquiera el cambio de entrenador en la jornada 13 le afectó lo más mínimo. Será fruto de la soledad en el campo, que dará eso como mecanismo de supervivencia.
El error, la desgracia, como lo denominó Baraja tras el último partido del año, tampoco le turba la cabeza. «Durante el partido hice borrón rápido; pero después te viene todo otra vez, rápido, a la cabeza y no sé, no tienes palabras», confiesa. Tras el fallo, que terminó siendo gol en propia meta de Álex Moreno, el partido ante el Zaragoza continuó y solo sirvió para ahondar en la tragedia. Un penal que sólo vio el colegiado y nuevo gol. Y no hay tiempo para pensar en qué podrías haber hecho mejor. «Bueno, eso es el fútbol», se resigna sin rendirse.
Baraja no habló con él tras el partido. En momentos de duelo hay que respetar también la soledad. Sí lo hizo al día siguiente, en el entrenamiento de recuperación. «El entrenador te ayuda a sentirte cómodo, como si no hubiera pasado nada; y la verdad es que estoy muy agradecido por las palabras que me dijo, que estuviera tranquilo, con la cabeza limpia, que estas cosas pasan. Esas cosas se agradecen siempre», reitera. También siente que recibió el apoyo de sus compañeros. «De momento no me han cargado demasiado», afirma entre carcajadas.
En estas navidades, la camiseta o los guantes –o lo que fuera- de Gazzaniga ha sido el regalo más cotizado por los niños rayistas, lo que le llena de orgullo. Sin embargo, su regalo de reyes ha sido la llegada de un nuevo compañero, Tomás Mejías, que llega cedido por el Middlesbrough para suplir la baja de Toño. «Es bueno para mí y para Lucho porque nos va a exigir más. Estoy contento porque nos va a venir bien», añade. Lejos de parecer una amenaza, el portero franjirrojo celebra la incorporación del ex canterano del Madrid. «Me da más ganas para seguir entrenando; es una competencia muy sana. Él seguro que también se va a exigir lo máximo así que va a ser bueno para los tres, para el entrenador y para todo el Rayo», apostilla. Ambos han cambiado la Premier por la franja en búsqueda de minutos. «No sé si habrá algo especial en Inglaterra; le tenés que preguntar a Ramón», finaliza.