Quini: ‘Ojalá el equipo siga sumando puntos y yo minutos’

12/02/2016
Quini: ‘Ojalá el equipo siga sumando puntos y yo minutos’

De no figurar en las convocatorias a ser una de las revelaciones de esta segunda vuelta. Conoce la historia del tercer futbolista de la familia Marín

Joaquín Marín (Fernán Núñez, Córdoba, 24 de septiembre de 1989) fue presentado como jugador del Rayo Vallecano el 17 de julio de 2014, junto con su inseparable Jozabed y Álex Moreno, cedido en el Elche, y será jugador de la franja, como mínimo, hasta 2017. En su carrera, algo irregular pero fructífera, han influido notablemente dos entrenadores cordobeses: Alberto Toril y Paco Jémez. Precisamente, al primero le debemos la reconversión de Quini de extremo a lateral derecho. Todo un visionario que guio hacia la máxima categoría a aquel joven que hace unos años prefería centrarse en su carrera de Administración y Dirección de Empresas por si el balón no le podía dar de comer.

Apostó fuerte saliendo de su tierra, aterrizando de golpe en la Casa Blanca. No fue un camino sencillo pero, gracias al ojo de Felipe Miñambres, logró alcanzar la Primera división. En su segundo año con la franja, ha conseguido hacerse un hueco dentro de eso que Jémez llama «equilibrio» en esta segunda vuelta de la Liga, junto otras piezas clave como Miku, Joza o Bebé.

– ¿De dónde viene lo de Quini?

«Lo de Quini viene en el nombre de Joa-quin. Y viene un poco de familia. Había mucha afición al fútbol. El primer Quini fue un tío de mi padre que creo que llegó a jugar en el Betis. Y luego vino mi padre, que también jugó en categorías regionales en equipos de la provincia; él es el segundo Quini, y luego ya llegué yo».

– Vamos, que eres ‘Quini III’.

«Sí (risas). Por Quini me conocen en mi pueblo todos mis amigos, desde que tengo uso de razón».

– ¿El nombre y el fútbol te vienen de tradición familiar?

«Sí, como digo, desde que tengo uso de razón lo que recuerdo es estar jugando al fútbol».

Quini durante el entrenamiento

A lo largo de su carrera ha ido peldaño a peldaño, de manera progresiva. «Al terminar la etapa de juvenil en el Séneca, estuve una temporada y media en el Aguilarense, que jugaba en primera andaluza [categoría intermedia entre Preferente y Tercera]. Después fui a hacer una prueba al San Roque de Lepe y me fui cedido al Antequera [en Tercera división] hasta junio y jugué otra temporada más allí y ya me fui al Lucena con 21 años», relata. El club cordobés se vio obligado a retirarse de la competición esta misma temporada, justo el día de su cumpleaños. «Era mi primer año en Segunda B y yo me lo tomaba un poco como un año de adaptación. En los primeros partidos salía desde el banquillo, pero ya a partir de la cuarta jornada jugué casi todos y en noviembre el Madrid se puso en contacto conmigo. Me invitaron a conocer Valdebebas y en enero se quedó ya aquello cerrado», confiesa.

Por aquella época Quini no jugaba en la línea defensiva. De hecho, esta es la tercera temporada en la que ocupa esa demarcación. «En el Antequera siempre jugaba o de interior o de extremo derecho», asiente. En aquel año su entrenador era Óscar Mena [que después asumiría el banquillo del Juvenil ‘A’ del Atlético de Madrid de los Óliver, Manquillo, Thomas…] y en ocasiones entrenaba de lateral. Aunque no era lo habitual.

«Pensaba jugar más tiempo en Segunda B, pero me llamó el Castilla para dar el salto a Segunda»

– ¿Cómo lo tienes que hacer de bien para que se fije en ti el Real Madrid?

«Fue todo muy rápido. Cuando estaba en el Aguilarense estaba más centrado en la universidad. Me gustaba mucho el fútbol, seguía jugando por hobby, ganaba un poco de dinero para tener algún caprichito. Pensaba estar más tiempo en Segunda B, pero al final pude dar el salto a Segunda».

Sin esperarlo, Quini cambió Lucena por Madrid en muy poco tiempo. «Fue un cambio bastante grande», reconoce. Solo, fuera de casa y a penas sin jugar. En el primer curso tan solo participó en nueve encuentros. «Estaba jodido, pero no soy de trasladar mi pena al resto. Tampoco a mis padres, para no preocuparles», afirma. En esos momentos, Jota Peleteiro (ahora en el Eibar) e Iván González (ahora en el Targu Mures rumano) fueron su apoyo más fiel. «Éramos como hermanos porque estábamos todo el día juntos», señala. El siguiente año sí que fue su año, pero no el del Castilla, que no logró mantenerse en la categoría de plata. Se convirtió en imprescindible, sobre todo para Manolo Díaz, que sustituyó a Toril en el filial blanco. Se lo ganó bien a pulso en la pretemporada, cuando finalmente retrasó su posición.

«El primer año del Castilla, a mitad de temporada, empiezo a entrenar de lateral. Toril me dice que él me ve más como lateral por mis condiciones, porque llego bien desde atrás en carrera. Pero en los pocos minutos que tuve esa temporada casi siempre jugué de interior», matiza. Si quería jugar, debía ponerse las pilas para la próxima temporada destacar en la defensa. Llegó el inicio de curso y Toril aún no confiaba en él. Se planteó salir, pero finalmente continuó en el Castilla. Después de jugar en Eibar destituyen a Toril y llega Manolo Díaz, que apostó por él como lateral. «Me dijo que si rendía seguiría jugando. Me dio confianza y al final me sirvió para venir aquí al Rayo«, sostiene.

«Le dije a Zidane que no sabía si podía ir con el primer equipo por la ficha sub-23»

Sin embargo, ese salto a Primera podría haberse dado en el mismísimo Real Madrid. Quini cuenta a Matagigantes la anécdota del debut frustrado. En el primer partido de Díaz al frente del Castilla, Quini fue convocado por Ancelotti para el encuentro contra el Almería. «Le comenté a Zidane [entonces, ayudante de Carletto] que no sabía si podía ir por la ficha sub-23, y me dice: ‘bueno, voy a preguntar a Chendo y ahora te digo’. Y al final nada, llevaron a otro compañero y yo jugué con el Castilla», explica.

El Real Madrid insistió en renovarle contrato, pero Quini III pensó que era mejor dar el salto a Primera a los 24 años. Felipe Miñambres no dejó escapar la oportunidad. A falta de unas tres semanas para terminar la competición comenzaron las negociaciones y en una cena se resolvió todo. Aquí se encontró con otro entrenador cordobés, Paco Jémez. «Tenía ganas de entrenar con él. Víctor Paredes me comentó que me preparase porque la pretemporada iba a ser dura. Me dijeron que iba a ser exigente y más o menos venía mentalizado», recuerda.

Así llegó a la élite, donde debía luchar por un puesto: «Sabía que en el Rayo, o en cualquier equipo de Primera, iba a haber una competencia dura», subraya. «El año pasado… me hubiera gustado jugar más, la verdad, pero al final intentas sacar las cosas buenas. Cuando juega Tito intento fijarme en él, es un buen referente», admite. «Por suerte ahora estoy jugando más y estoy bastante contento», recalca.

Como el río Guadiana, Quini aparece y desaparece. «Este año, tras el partido de Las Palmas desaparecí, primero de las alineaciones y luego de las convocatorias», rememora con cierta resignación. No obstante, igual que Miku y otros jugadores que no han gozado de oportunidades durante la primera vuelta, el cordobés nunca ha dejado de entrenar con intensidad. «Sabes que en cualquier momento puedes tener la oportunidad de jugar y tienes que estar preparado», confirma.

Quini durante el Rayo-Celta

Y así fue. «Estuve un par de meses sin jugar. Seguí entrenando bien y luego tuve la oportunidad en Copa del Rey en la ida ante el Getafe, y a nivel personal salí contento. Echaba de menos tener continuidad y ahora la estoy teniendo», relata.

Parece casualidad, como si ‘los reservas’ hubieran dado un golpe de Estado para sacar al equipo adelante. Ruborizado, muestra la humildad de un trabajador más del Rayo Vallecano. «Todo lo que sea aportar y ayudar es bueno y ojalá que siga así, que el equipo siga ganando y yo sumando minutos», puntualiza.

– Para ir zanjando el tema: Nos salvamos, ¿no?

«Hombre, yo espero que sí».

– ¿Vamos a dejar de sufrir?

«Yo creo que sí».

 

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Irene Yustres

 

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