El Rayo empata contra el Oviedo en el Tartiere (0-0) en un partido excesivamente soso y funcionarial.
Pocas cosas existen más aburridas que un cero a cero de tu equipo. Si acaso un cero a cero en el que haya pocas ocasiones. Porque si aun el partido ha tenido ocasiones y se ha quedado sin goles, algo nos hemos llevado, pero cuando el premio queda desierto por inacción…
Iraola se presentó en Oviedo con muchos cambios, algo lógico si tenemos en cuenta que en siete días habrá jugado tres partidos. Fran García adelantaba su posición y dejaba el lateral a Martos, Mario Suárez cogía el testigo de Óscar Valentín en la sala de máquinas, Andrés Martín se erigía como único punta, dando descanso a Qasmi, Trejo volvía a la partida en lugar de Pozo… El once del Rayo poco tenía ver con la habitualidad.
Lo que sí se asemejó más fueron las sensaciones que dejó el equipo vallecano sobre el césped. Es cierto que, ahora, es sólido atrás, también lo es que se ha convertido en un conjunto rocoso y muy duro de erosionar. Sin embargo, el conjunto franjirrojo ha perdido la chispa.
Definitivamente, Iraola ha abandonado la idea del espectáculo en favor del orden. La táctica se impone en un equipo que, en los últimos años, ha sido todo lo contrario. Y eso no tiene que ser ni mejor ni peor: solo es distinto y habrá que acostumbrarse. El conjunto vallecano buscaba la presión alta e intensa en la zona de salida y provocaba que el Oviedo de Ziganda apenas pasase con el balón de la medular. Así estuvo la velada hasta la media hora, aproximadamente, cuando los locales dieron un paso hacia delante y trataron de sacudirse el acoso al que le sometía el centro del campo visitante. Pero, en el fútbol, el mediocampismo no suele significar ocasiones: la primera parte concluía con un solo disparo por parte de cada equipo. Catena desvió una internada de Mossa, mientras que el meta Femenías desbarataba un remate centrado de Fran García a la media vuelta.
El mismo protagonista tuvo la mejor oportunidad del encuentro, ya en la segunda parte. El poste repelió un zurdazo del lateral procedente del Real Madrid a los pocos minutos de la reanudación. Antes, Catena había obligado a Femenías a la estirada para evitar que su cabezazo, a la salida de un córner, se convirtiese en el primer tanto en el electrónico. Poco más pasó en las áreas, salvo un par de internadas, una por equipo, en las que el balón se paseó por delante de la portería sin encontrar rematadores. Fuera de las áreas, mucho centrocampismo y juego intenso, pero no duro en exceso. Debió expulsar el colegiado a Aburjania, que en dos minutos se ganó dos amarillas, pero el juez se hizo el sueco y dejó seguir. La sensación es que ni siquiera ese hándicap hubiese desequilibrado el encuentro.
El Rayo, en una estrategia boxística, trató de aguantar vivo hasta los últimos asaltos y, una vez allí, tratar de buscar un golpe de KO. Pero no pudo ser. Es difícil pasar de cero a cien en solo unos minutos y la sensación que queda esta temporada es de que el Rayo es un equipo profundamente burócrata y funcionarial. Como ese tipo que, entre café y café, solo trata de que pase pronto la jornada y solucionar la papeleta sin hacer demasiado ruido. Legítimo, sí, pero, en cierto modo, aburrido y soporífero.