A partir de las 21:00, Rayo y Girona lucharán por el ascenso Primera División en una Vallecas con un ambiente enrarecido.
La variedad de placeres de la vida nos lleva a pasar por alto uno de los más gratos: el paréntesis. Pocos gozos terrenales nos transportan al nirvana como esa botella de agua fría en mitad de un partido callejero, o como interrumpir una conversación para celebrar un gol, o como tomarse un café en el descanso de nuestra jornada, o como esos «espera, espera… ¡Camarero, otra ronda por favor! Gracias». Nada como esas pinceladas de frescura en el cuadro de nuestra rutina diaria.
Hoy el Rayo Vallecano juega uno de los partidos más importantes de su historia, pero la indiferencia ha tomado la Avenida de la Albufera. Entre gestiones indecentes, oscurantismo y comunicados cruzados, gran parte de la afición dice no sentir suyas las aspiraciones de ascenso. Mi labor está lejos de rebatir lo irrebatible o tratar de quitar la razón a sus legítimos portadores, por lo que esta anti-previa cambia automáticamente de párrafo.
Dicho esto, voy a recurrir una vez más al narrador protagonista. En estos casi tres lustros como abonado del club de mi vida, he atravesado todo tipo de sentimientos, rachas, estados de ánimo, aciertos y errores. Estuviese como estuviese, sentarme en ese asiento desgastado con un número 84 escrito con rotulador permanente era mi salvavidas. En los malos momentos ―y en los peores― la Franja era mi paréntesis.
Muchos de los días en que mi ánimo estaba de excursión venían motivados por ese mismo escudo que me daba la mano para salir del agua, porque sí, pocas cosas me generan más dolor que ver cómo el Rayo es cada vez menos vallecano. Ceder ante este tipo de gestiones es contribuir al desarrollo del monstruo, engrosar su poder, darle alas a su continuidad… Esto no puede negarse, pero tampoco el hecho de que dejar vacío un asiento o poner un tuit es tratar de hinchar un balón pinchado soplando con la boca.
No pretendo postularme como el mesías del rayismo o dar la fórmula secreta para una solución hasta ahora inexistente, porque ni es mi función, ni poseo esa potestad, ni tengo intención de serlo. Pese a todo, no puedo ver cómo el barco con el que di la vuelta a mi mundo se hunde para después sacarlo putrefacto de las profundidades del océano. Unos dirán que ya está hundido, otros que está en ello, y yo que esté donde esté, correré su misma suerte.
Hoy juegan el Rayo, el Girona y Stuani en un duelo en el que nada de lo anterior importa, deportivamente hablando. Son dos finales, dos batallas en las que el crédito de cada uno de los contendientes se evaporará en el instante en que Pulido Santana dé comienzo al choque. Hoy, en un universo franjirrojo donde reina la niebla, la Franja juega uno de los partidos más importantes de su historia. Hagamos un paréntesis.