El Rayo vence con autoridad (3-1) frente a un Tenerife que no perdió la cara al partido y apostó por el ataque. Embarba guía el triunfo franjirrojo con un gol y dos asistencias.
La mejor definición del Rayo de esta temporada la ofreció, como no podía ser de otra manera, su entrenador. Aseguraba Míchel en la rueda de prensa posterior al encuentro que lo que más le gustaba de su escuadra es que había comprendido el intercambio de golpes. “El equipo asume el intercambio de golpes. Vamos a ser capaces de asumir que nos pueden hacer daño o hacerlo nosotros. Más que fijarnos en cómo contrarrestarles a ellos, nos fijamos en cómo hacerles daño”, comentaba en rueda de prensa para definir la versatilidad que presenta su equipo. Y así encaró el partido contra el Tenerife el conjunto vallecano.
La incógnita del partido tenía nombre de libro de autoayuda: ¿Cómo sustituir lo insustituible? Para cubrir el hueco que dejaba la ausencia del vasquito Unai López, Míchel eligió a otro vasco. Gorka Elustondo aparecía en el once como recambio en la medular, como ya ocurrió en Gijón cuando Fran Beltrán no pudo estar sobre el verde. En esas, el Tenerife salió al campo bien dispuesto y con ganas de sumar tres puntos que le mantuviesen en la pelea por el playoff, y suya fue la primera ocasión, el primer golpe, nada más comenzar el contador. Suso conectó un remate cruzado que obligó a Alberto a ir al suelo para palmear lo que ya se colaba en su portería. Era solo el minuto 2, pero se veía que el Tenerife había venido a Vallekas a proponer fútbol de ataque.
Los de Joseba Etxeberría manejaban bien los espacios y tenían mayor control sobre el balón que su rival, que permanecía a la búsqueda del faro ausente. No se hacían con el dominio del juego los de Míchel, que veían como Milla sí era capaz de bandear a los suyos a los costados para ofrecer algunas tentativas de ataque. Los isleños protestaron un penalti claro de Álex Moreno, tras una nefasta cesión, que no llegó a cobrar el colegiado, pero, salvo esas contadas aproximaciones, tampoco hizo sonar las cornetas de ataque el conjunto canario, que manejaba y operaba sin apenas intrigar a la parroquia vallecana. Solo otro remate de cabeza de Casadesus, casi inmediatamente después al testarazo peligrosísimo de Suso, y un disparo demasiado cruzado de Embarba pusieron sal al partido hasta el ecuador de la primera mitad.
Fue entonces cuando el Rayo despertó de la siesta. Quizás consciente de que los resultados de sus perseguidores no permitían la pereza, los locales dieron un paso adelante y empezaron a pisar el área de un ex rayista como el venezolano Dani Hernández. El primero en probar suerte fue Bebé, cuyo disparo se estrelló de forma violenta en el rostro de Luis Pérez. La más clara la iba a disponer Baiano, que tras una buena jugada de Álex Moreno puso a prueba los reflejos del meta de los tinerfeños. Pero a la media hora, despertó el ariete franjirrojo; de sus botas nació una ocasión de muchísimo peligro. Trejo sirvió un balón en bandeja al flanco izquierdo del área, Bebé, muy inteligente en su juego en los últimos partidos, lo dejó pasar entre las piernas y Raúl de Tomás lo dinamitó contra la portería que custodia Bukaneros. Buena respuesta de Dani Hernández, que nada pudo hacer por salvar a su equipo un minuto más tarde.
Tras la salida del córner, se había quedado descolgado en la banda izquierda Adrián Embarba. El extremo recogió el balón y, tras un sutilísimo recorte para colocárselo a su pierna derecha, envió a Raúl de Tomás una oferta que no podría rechazar. El balón, medido a su posición, justo delante del portero y a la espalda de la defensa, era un regalo para que el delantero lo rematase. Y lo hizo de forma poco ortodoxa, aunque muy bella: con un levísimo toque que lo desvió a la escuadra derecha de Dani Hernández, y que certificó la cuarta jornada consecutiva marcando para el 22, que pone distancia en su récord personal de anotación.
Pero qué poco dura la alegría en casa del pobre, que decían nuestras madres. Solo seis minutos después, una falta innecesaria y absurda del propio Raúl de Tomás en la línea de tres cuartos propició el empate. El saque de Iñaki no era especialmente bueno, a la maraña de cabezas defensivas que había en el área, pero, de forma totalmente enigmática, de allí emergió el más pequeño, que suele ser además el más listo. Víctor Casadesus anotó el gol que lleva anotando durante años y más años. Su remate de cabeza supuso el empate y el regreso de las dudas vallecanas, algo que corroboró otra incursión suya en el área. Ni corto ni perezoso, el balear regateó a Alberto García, que pareció pensarse la salida demasiados segundos; por suerte para los rayistas, en ese preciso instante en el que el marcador empieza a cambiar, apareció Abdoulaye Ba para negar el 1-2 y asegurar que ahí no había pasado nada. Para darle un necesario toque de atención a sus compañeros, también.
El empate era justo y acorde a los méritos que se habían visto en los primeros cuarenta y cinco. El Tenerife se mantenía bien plantado y no rechazaba el control de la pelota; el Rayo tampoco, aunque su juego era menos fluido que en otros envites. Por suerte, Unai López no debería de volver a faltar de aquí a final de temporada. Tras el descanso, la cara pareció distinta. Míchel parecía haber puesto el cuchillo entre los dientes de los suyos. Entre los de Raúl de Tomás, en concreto, que amenazó con un disparo raso cruzado que se estrelló en la cepa del palo e hizo eco en Vallekas. Precisamente, el poste salvó a los franjirrojos en la siguiente jugada, aunque sería más justo decir que, primero, lo había hecho su arquero. Víctor Casadesus, que jamás se cansa de rematar entre cabezas visitantes, puso a prueba la reacción de Alberto García, que tuvo que ir abajo para repeler otro gol que ya entraba. En el rechace el Tenerife se topó con la madera.
El partido era un combate sin apenas tregua. No se percibía un ritmo vertiginoso, no era un baile de tempo elevado, pero las ocasiones no se detenían nunca. Los dos equipos se buscaban y se encontraban para después seguir haciéndolo de igual manera. Míchel había dado entrada a Armenteros en el lugar de un Gorka Elustondo más voluntarioso que otra cosa. Y así se llegó a una falta similar a la que supuso el empate en la primera parte, pero a favor del Rayo Vallecano. Y allí estaba el tipo de las ofertas irrechazables. Embarba le quitó la ilusión del libre directo a su compañero Bebé para después justificar sus galones con un centro fino a la cabeza de Álex Moreno, que apenas tuvo que cambiarle la dirección y ponerlo en el segundo palo para que Vallekas volviese a festejar la victoria momentánea. El Rayo recuperaba, de nuevo, la victoria por puntos y el liderato de la Segunda División. Embarba hacía lo propio con la estadística de máximos asistentes.
Todavía hubo tiempo para que Alberto García salvase, otra vez, la integridad de su casa. Una buena combinación canaria culminó con un remate de Malbasic, que había entrado en sustitución de Bryan Acosta. El guardameta franjirrojo se hizo grande en la salida y cerró su portería en la que sería la última ocasión de peligro por parte del conjunto visitante. Así las cosas, Míchel buscó clausurar el pasillo central dando entrada a Cerro y retirando a Bebé, que permanecía más escorado, y cuatro minutos después, el asistente se vistió de goleador. El árbitro dejó seguir una falta de la que parecía imposible que sacase rédito el equipo local, aunque el desenlace le otorgó la razón y coronó su decisión. Adri cogió su fusil. El extremo franjirrojo culminó su inmenso partido con un precioso flechazo que desgarró la escuadra izquierda de Dani Hernández e hizo inútil su estirada. Fue el premio a un partido excelso.
El Rayo mantiene el pulso y el liderato. Frente al Tenerife demostró que su fútbol no solo entiende de belleza y estilo, que si lo necesita sabe ponerse contra las cuerdas, encajar golpes y restituirlos con más fuerza. El de Míchel es un Rayo fajador y estilista a partes iguales. Un conjunto que se relame ante la posibilidad de volver a la élite y de cuya capacidad para no fallar depende la tarea. Restan cinco y depende de sus piernas y, sobre todo, de su cabeza. Pero si algo le ha dado Míchel a este conjunto son herramientas y razones para golpear cuando es necesario y saber resistir cuando toca. ¿Y acaso habrá algo más poético que un triunfo que surge del trabajo colectivo y la resistencia?
Fotografía de portada: Iván Díaz