Actitud

Actitud

El Rayo se dejó los puntos contra el Córdoba (1-2) en un partido en el que adoleció de falta de ideas, acierto y, sobre todo, actitud. Se aplaza la posibilidad de ascenso directo.

Era el día. El partido con más razones para ganar. Y, efectivamente, el Rayo lo perdió. Los pinchazos de Sporting y Huesca dejaban el ascenso directo en bandeja a los de Míchel, que recibían al Córdoba en casa y de salir victoriosos ampliaban la diferencia con el tercero a 8 puntos con solo 9 por jugarse. Pero las euforias nunca traen nada bueno y el equipo franjirrojo es experto en complicarse la vida. No es fácil deshacerse de la historia.

Y eso que el Rayo puso de cara el partido muy pronto. Había avisado Bebé, impreciso en el remate cuando ya se presentaba solo ante Kieszek. Su disparo salió demasiado cruzado y fue el preludio al gol local, que llegó a los diez minutos. Álex Moreno disparó desde lejos y el guardameta despejó al centro. Allí apareció Raúl de Tomás, que realizó la única acción de valor en todo el partido rayista. Tras recoger el rechace, su primer amago despejó la acción defensiva de Aythami y lo puso delante del arquero, el segundo le sirvió para tumbarlo y en el tercero levantó la pelota con suavidad, como quien no le quiere hacer daño, para enviarla a la red del equipo cordobés. Sangre congelada, golazo y, aparentemente, autopista de cinco carriles hacia Primera.

Pero en esa jugada se terminó el Rayo. Si algo le pide la grada vallecana a sus jugadores es actitud; y ayer fue justo lo que faltó sobre el césped. El equipo de Míchel se fundamentó en su superioridad y pensó que todo estaba hecho. Y en el fútbol nunca puedes subestimar ni perder el respeto a las opciones del rival. Manejaba la posesión el Córdoba y lo intentaba de forma poco efectiva mediante el disparo lejano, mientras el Rayo parecía dominar el partido sin balón y rozaba el segundo en las contras. La mejor, una llevada por Fran Beltrán, en su única acción buena del encuentro de ayer, que no pudo culminar Unai López gracias a una estirada soberbia de Kieszek. Se intercambiaban golpes. Trejo cruzaba demasiado la misma ocasión que había fallado Bebé y posteriormente gambeteaba en el área para disparar a la media vuelta sin acierto; en la otra portería, Aguado ponía a prueba los reflejos de Alberto, que minutos más tarde sacaba con el pie un disparo lejano, con un efecto algo extraño, de Sergi Guardiola.

En esas se llegó al descanso, con un Rayo muy flojo y un Córdoba que no conseguía calmar la sed. Tras la reanudación, nada volvió a ser como antes. Solo en seis minutos de juego, el conjunto califa ya había igualado la contienda, algo que seguramente no extrañaría a nadie en la grada. Una hinchada que, por cierto, permanecía más callada que nunca pese al 1-0 que casi ponía al club en Primera. Hace mucho tiempo que Vallecas dejó de ser Vallekas. Una buena jugada del Córdoba, que movía el esférico a placer en los primeros minutos del segundo tiempo, llevó el peligro hacia Sergi Guardiola. Solo tuvo que levantar la vista para ver que Fernández entraba solo por la autopista que volvió a ser el lateral izquierdo de Álex Moreno una vez más. Apenas tuvo que empujarlo; si te dan un regalo tan suculento, y encima es doble, cómo no lo vas a materializar. El empate era justo viendo los méritos que habían hecho ambos equipos. Lo más triste es que ni siquiera con el golpe recibido el Rayo mostró carácter, orgullo o ganas de vencer. Trotaba y trotaba el conjunto de Míchel, anestesiado por los cinco puntos que iba a seguir manteniendo con el tercer clasificado. No paraba de perder pases sencillos y fallar controles fáciles y sus acciones corroboraban el partido como el peor de los franjirrojos en la temporada. Un desastre en todas las líneas, que acentuaba el pésimo partido de Unai López y Fran Beltrán en la sala de máquinas. Los baluartes de la franja estuvieron desacertadísimos durante todo el encuentro en la tarde de ayer y eso se tiene que notar.

Solo lo intentó Embarba. El extremo rayista estuvo a punto de anotar una falta directa a la escuadra, pero Kiescek volvió a aparecer cuando lo necesitó su equipo y se hizo grande para defender su portería. Y en ese momento, a los 58 minutos, el Córdoba dejó de sufrir. No volvió a poner mordiente en el área el Rayo, que vio como el conjunto de Sandoval asaltaba su patio y se llevaba las flores. El árbitro Ocón Arráiz volvió a dejar patente el paupérrimo nivel del arbitraje español cuando aplicó una ley de la ventaja para el Rayo que benefició solo al Córdoba. Existió un derribo a Trejo en la medular, aunque el argentino consiguió llegar al balón y tocarlo, pero el pase salió defectuoso y lo recogió el defensa. Cuando todo el mundo esperaba que el colegiado señalase la falta, como era lógico, este dejó seguir y la jugada culminó con un pase al hueco en el que rompía el fuera de juego Baiano, que además hizo ademán de correr para incomodar al delantero, pero se paró y lo dio por perdido mucho antes de perder la oportunidad. Actitud… Evidentemente, el Córdoba volvió a aprovechar el doble regalo y Sergi Guardiola introdujo el balón por bajo, a placer, ante Alberto García.

Y colorín, colorado… Nada más ocurrió sobre el césped de Vallecas. Restaban quince minutos y Míchel movió el banquillo, pero mirando su convocatoria había poco que hacer. Los dieciocho que utiliza el técnico van bien para cuando el equipo vallecano controla el marcador y el centro del campo, precisamente lo que tenía perdido ayer desde el minuto uno, pero si lo tienes que recuperar es prácticamente imposible sin los Santi Comesaña o Chori Domínguez. El técnico probó con un mediocentro defensivo, pero Cerro no está hecho para dominar la medular, sino para sujetar el contragolpe enemigo e imponer dureza y músculo en la línea central. De igual manera, Armenteros ya no es ni de lejos el que fue y, en su regreso, más allá de la voluntariedad, aporta poco o nada al juego ofensivo del Rayo. Y si a Javi Guerra no le llegan balones… blanco y en botella.

El cuarto de hora se consumió sin que los de Míchel volviesen a tirar entre los tres palos. Justo marcador a tenor del desastroso partido y de tensión competitiva de los jugadores del Rayo en la tarde de domingo. Cloroformo para una grada que llegaba dispuesta a festejar un virtual ascenso y que tendrá que esperar, seguramente, y como poco, hasta dentro de quince días. El fútbol volvió a demostrar que, si menosprecias el potencial del contrincante y te fías del nombre o la tabla clasificatoria para basar en ellas tus opciones de victoria, acabas perdiendo. Sin actitud no vale la aptitud. Si no te aplicas con total presteza, como ocurrió ayer, llegan los califas y te desmantelan el patio. Con justicia absoluta y de forma merecidísima. De poder anular, prácticamente, la persecución del Sporting de Gijón, el Rayo pasó a insuflarle un hilo de vida. Esperemos que no haya que lamentar el accidente en las próximas jornadas.

Fotografía de cabecera: Iván Díaz