El Rayo vence al Granada (0-2) en Los Cármenes con una gran segunda mitad. Los franjirrojos se sitúan a cinco puntos del Sporting, tercero, a falta de solo cuatro jornadas.
Minutos antes del pitido inicial, el cielo de Vallekas (¡y todo Madrid!) refulgía con los rayos y retumbaba con los truenos. Señales. El Rayo estaba a punto de disputar un partido vital en su carrera hacia Primera y su barrio preparaba las armas. Sin embargo, lejos de vehemencias y aireos, los vallecanos salieron tranquilos al césped del Nuevo Los Cármenes. Parecía, por momentos, que incluso demasiado relajados.
El Granada, que estrenaba entrenador y renovaba ilusiones, se presentó en el encuentro con ganas de imponer su condición de local. “Estás en mi casa y te va a costar sacarme algo de aquí”, parecía decirle a su rival. Miguel Ángel Portugal había dado un nuevo motivo a sus jugadores. Era uno de esos partidos en los que juegan dos equipos y tienen intereses entre cinco y veintidós. Sin embargo, el ritmo que se imprimía al juego era, como poco, plomizo.
Pronto lo intentaría Raúl de Tomás, desde casi el centro del campo, en lo que parecía una prueba de lo que pasaría más tarde. Su tiro, desviado, precedió a un intento de engañar al colegiado, que castigó su remate con las manos con cartulina amarilla cuando el contador todavía se podía señalar con los dedos de una mano. El fútbol que se practicaba hasta entonces en el estadio nazarí era de control y respeto, por lo tanto las ocasiones solo podían venir tras pérdidas y robos. Así llegó un disparo de Unai López después de que Embarba se hiciese con un balón en la presión de salida. No obstante, la mejor ocasión rayista llegó tras una gran jugada de Álex Moreno. El mallorquín, dispuesto a apuñalar la defensa contraria, afiló la hoja de su cuchillo y cedió el balón al propio Unai López. El disparo del centrocampista salió repelido por las piernas de un defensa y obligó a Javi Varas a ofrecer una demostración de reflejos que reveló la estirada del partido. Paradón del guardameta, que evitó que el gol rayista llegase mucho antes de lo que finalmente lo hizo.
El Granada había conseguido plantarse bien sobre el terreno, cerrar filas y salir en tromba hacia las bandas con Salvador Agra y Darwin Machis como puntales. Los dos extremos buscaban constantemente la línea de fondo para enviar el balón definitivo, pero en el centro del área Abdoulaye Ba y Chechu Dorado (el que nunca se equivoca, decía el comentarista de Gol, ¡y qué razón!) levantaban un muro infranqueable para la artillería nazarí. La sensación era más de amenaza que de peligro real para los de Míchel. Mención de honor mereció ayer Baiano, al que le tocó bailar con la más hábil y solventó el envite con trabajo y personalidad para anular a Machís.
Por su parte, los vallecanos trataban de dominar la medular con el regreso de Unai López y la ubicuidad de Fran Beltrán y poco a poco se hacían dueños de los espacios y el esférico. Pero, pese al concepto de fútbol que trata de desplegar el conjunto rayista, la poca profundidad del juego obligaba a los atacantes a buscar el tiro desde posiciones lejanas, como hizo Bebé poco antes del descanso. El pitido del colegiado señaló los vestuario y todavía reinaba el equilibrio de posesión y dominio, aunque con la sensación de que los franjirrojos guardaban pólvora de mejor calidad en su baúl.
Tras la pausa para la cerveza, el pitillo y el bocata, los vallecanos tenían otra cara. Como el hambriento al que le acaban de enseñar dónde se esconde el alimento. Diluviaba en Granada de la misma forma que lo había hecho en Madrid cuarenta y cinco minutos antes. La señal había llegado. Era el momento de la ofensiva. Solo tres minutos después de la reanudación apareció, otra vez, Javi Varas. El arquero del conjunto granadino sacó sobre la línea un remate a bocajarro de Embarba, que culminó un servicio de Álex Moreno tras un fantástico pase en profundidad de Unai López que desnudó las defensas locales. La ocasión, además de como aviso, sirvió a los rayistas como toque de cuerno para adelantar sus líneas y buscar el gol de una forma más constante. Y el que busca, encuentra. Raúl de Tomás recibió uno de esos balones que normalmente empala con violencia tras el recorte. Pero ayer no disparó. Por el rabillo del ojo corría Bebé, al que su movimiento de retención había fabricado un aclarado idóneo para derribar el muro. Y allí se la dejó. Tira tú, que a mí me da vergüenza abrir otra vez la lata. El lanzamiento del portugués rozó la pierna de un contrincante y alejó, todavía más, la pelota del alcance de Javi Varas, que no pudo hacer más de lo que ya había hecho para evitar el 0-1.
Nuevamente se había puesto el Rayo por delante y, ahora sí, empezaba a jugar a su antojo. Enfrente, un Granada que trató de sacudirse el impacto devolviendo el golpe y poniendo a jugar a Espinosa. De una buena conducción suya, aunque también de una pérdida delicada de Álex Moreno, llegó la oportunidad más clara de los andaluces en todo el encuentro, dos minutos después del tanto rayista. Pero en esas tesituras es cuando se miden los porteros. Y uno grande aparece para salvar puntos, aunque apenas haya tenido trabajo hasta entonces. Alberto García repelió lo que parecía que se iba a iluminar como el empate de los granadinos y mantuvo el pulso de los suyos para que, cuatro minutos después, sentenciasen la batalla.
Bebé se disfrazó de Trejo y mandó un balón al hueco, donde se desmarcaba Embarba para asistir (y van 14) a un Trejo que emuló a Raúl de Tomás para hacer su duodécima diana de la temporada. El cambio de roles en la creación y la culminación de las ocasiones hace gala de la versatilidad de la escuadra franjirroja. El segundo tanto pareció el golpe definitivo sobre la mesa. El Granada bajó los brazos y el Rayo se limitó a cantarle una nana al partido. A empezar a embaucar al ascenso directo. Vente conmigo, no te me escapes, nadie te va a tratar mejor que yo. Míchel movía el banquillo con la entrada de Armenteros, que empieza a entonarse, en la posición de un soberbio Embarba. Sobre el campo ya no pasaba nada. Y eso a Raúl de Tomás no le gusta. El delantero rayista, uno de los jugadores más técnicos de la categoría, se opuso a que los últimos minutos del encuentro transcurriesen sin pena ni gloria y decidió volver a probar suerte desde su casa. Como lo habría hecho el mismísimo Clarence Seedorf. Su lanzamiento peinó las nubes desde el centro del campo hasta la portería con tan mala suerte que chocó contra el travesaño ante la mirada de Javi Varas. Llegará el día en el que el killer haga ESE gol que ya ha buscado en varias ocasiones.
La recta final fue, contra todo pronóstico, recordemos que estamos hablando del Rayo Vallecano, una tranquila vuelta de tuerca al reloj. Míchel quiso reforzar el control sobre el centro del campo con la entrada de Gorka Elustondo, aunque el incansable trabajo de Fran Beltrán y el clínic continuado que lleva impartiendo Unai López durante toda la campaña ya aseguraban esa plaza. Para matar al contragolpe también hizo entrar a Javi Guerra, que dispuso de la última y clarísima ocasión, aunque su recorte y posterior disparo se despidieron desviados. Tres pitidos anunciaron el final de un gran fin de semana para los intereses del Rayo. Una victoria en una plaza complicada que lo sitúa con cinco puntos de ventaja sobre el tercer clasificado cuando faltan solo doce por disputarse. Las mieles del ascenso ya empiezan a olerse y saborearse en la Albufera. La fuente de la Asamblea parece empezar a ponerse guapa. Aunque para eso todavía quedan los últimos, pero no menos importantes, pasos. Por lo pronto, tras siete visitas consecutivas a la ciudad nazarí sin conocer la derrota, sobre la Alhambra sigue ondeando una bandera pirata.
Texto: Jesús Villaverde Sánchez
Imagen destacada: Iván Díaz