De repente, un triunfo

De repente, un triunfo

El Rayo logró su primera victoria en casa (1-0) en un partido gris ante el Eibar que se resolvió con gol de Embarba al pricipio del segundo tiempo.

Esta crónica va con una dedicatoria especial al amigo Jesús Villaverde ‘Txetxu’, habitual cronista del primer equipo, al que sustituyo por la llegada de Ariana. ¡Felicidades, papá!

Si algo tiene de bonito el fútbol es que no se rige por los criterios de la lógica. En lo que va de temporada, Vallecas se había hartado de ver a su equipo jugar mejor que su rival (no siempre) y no ganar. Y en la 14ª jornada, al 8º intento, llegó el primer triunfo del Rayo como local, aun cuando jugó mal y fue netamente inferior a un Eibar que fue la sombra de la semana anterior.

El frío de la noche de viernes no animaba demasiado a acercarse al Estadio, pero la concurrencia se mantuvo en lo que viene siendo habitual, 12.000 según cifras oficiales. Mientras todavía la gente iba entrando, comenzaba el encuentro. Lo que se vio en el primer tiempo fue de todo menos fútbol.

La Franja parecía tener en su feudo la misma presencia de 6 días antes en Mestalla, si bien se podía ver cierto orden defensivo. Esta displicencia ánimo al cuadro armero a presionar arriba y a tratar de encerrar al rival en su campo. Resultado de esta combinación: 3 disparos a puerta de los azulgranas detenidos por un Dimitrievski muy seguro bajo palos, presencia franjirroja prácticamente nula en los aledaños del área de Asier Riesgo, Raúl De Tomás teniendo que defender en tres cuartos propios y varios despejes tan poco ortodoxos como peligrosos que hicieron que sonase esa música de viento tan habitual en Primera cuando el respetable no ve el espectáculo que se le prometió. La sensación de un servidor al descanso era, y perdonen la expresión, de que el Rayo había estado 45 minutos haciendo el gilipollas, y sin embargo seguía el 0-0, así que la cosa solo podía ir a mejor.

Los 5 minutos iniciales de la segunda parte no parecían albergar muchas esperanzas, al ser una continuación de la dinámica de la primera. Pero de repente, en el minuto 53, llegó. Una pared en la banda izquierda, entre un Álex Moreno en su línea habitual y un Álvaro García que lo poco que pudo intervenir lo solventó bien, daría pie a que Álex pudiera entrar al área, llegar a la línea de fondo y poner el servicio raso al área chica, donde llegó Embarba a poner el pie derecho para anticipar a Ramis y desviar con el interior el cuero del alcance de Riesgo, quien solo pudo ver como la pelota entraba sutilmente en la red por la zona de su palo izquierdo. Puede ser la única pelota buena que tuviese Embarba en todo el partido, pero le bastó al capitán de la Franja para hacer estallar el delirio a una grada tan hastiada de sin sabores y que festejó aun con la incertidumbre, viendo como iba el partido, de cuánto duraría esta alegría.

A partir del tanto, 40 minutos de monólogo eibarrés en busca de igualar el golpe encajado, tan duro como inesperado para el partido que estaba realizando el equipo de Mendilibar. En el otro banquillo, Míchel veía que no había manera de que el Rayo jugase a lo que le gusta, pero había un marcador favorable y una necesidad imperiosa de lograr el triunfo. Apenas anotado el gol, ingresó Gorka Elustondo por un Imbula más perdido que un cura en un sex-shop. No le sonríe la suerte al mediocentro euskaldun, pues con apenas 10 minutos jugados se haría daño al hacer una falta de las llamadas necesarias para cortar un avance contrario. Amonestación y lesión para un Gorka que intentó continuar, pero no tuvo más remedio que regresar al banquillo dolorido en la pierna, ocupando su lugar José Pozo.

Lo que sucedía en el verde era que el Eibar trataba una y otra vez de generar peligro, pero se encontraba siempre a un Rayo que parecía que sabía defender y todo. Para lo que duró el sufrimiento local, no está nada mal el que los visitantes dispararan entre palos solo 2 veces en el segundo tiempo, y aquí reitero lo dicho sobre Dimitrievski en la primera parte, y añado que hay portero. Encomiable también la labor atrás de Emiliano Velázquez, el central uruguayo que en su primera titularidad del curso tuvo que hacer las veces de lateral derecho por la suspensión de Advíncula, y aunque el propio Emi hiciera autocrítica luego en zona mixta, superó la prueba con nota y fue la figura franjirroja del encuentro.

Al entrar en los últimos 10 minutos del reglamentario, Míchel completó su apuesta por mantener la ventaja a toda costa, quitando al 9, un Raúl De Tomás al que no se pudo ver mucho y que fue amonestado por buscar un remate con la mano, para que entrase el dorsal 2, Roberto Román Triguero «Tito», pasando a la tan hablada anteriormente defensa de 5. Y, por qué no, también era el momento de jugar «el otro fútbol» para amarrar el triunfo. Durante un cuarto de hora defendieron de pie 12.000 rayistas que cantaban y sufrían sabiendo que la tan ansiada victoria estaba muy cerca. Undiano añadió 4 minutos, de los cuales se jugaron 2 por que así lo quiso Dimitrievski, y no sé ni si se llegaron a completar. El caso es que sonó el silbido final, y con él, el grito de alivio que cortó el frío de la noche vallecana.

Se retiraron cabizbajos los miembros de la delegación del Eibar, acompañados por el trío arbitral hacia el túnel de vestuarios. Se quedaron solos los jugadores del Rayo, que hacían piña en el círculo central mientras resonaban las primeras estrofas de «La Vida Pirata», fuertes tras estar esperando a sonar desde el día del ascenso. No era el triunfo que el equipo, el cuerpo técnico y la afición merecían, pero sí el que la Franja necesitaba. 3 puntos que dan aire a un Míchel al que muchos pusieron la soga al cuello en la previa y que no sacan al Rayo del descenso, pero que son un primer paso, que es como se inician todos los caminos. Llegó el triunfo sin jugar bien, pero llegó, que es lo que cuenta.

Informó Jorge Morales García. Imagen de Iván Díaz.