Contracrónica emocional de los instantes previos al Rayo Vallecano y al KF Skhëndija Tetovo, correspondiente a la jornada 1 de la fase regular de la UEFA Conference League, disputado en el Estadio de Vallecas el 2 de octubre de 2025.
Texto: Jesús Villaverde Sánchez
Fotografía: Alberto Leva Santalla
Si lo deseas puedes leer esta pieza mientras suena el himno de la UEFA Conference League y la UEFA Europa League.
Comenzaron a sonar los acordes del himno compuesto por Michael Kadelbach para la UEFA y se entremezclaron las emociones. La sonrisa de Álvaro García, orgulloso capitán del Santa Inés, se podía vislumbrar desde la Tribuna Alta de Preferencia. Desde allí, un padre escuchaba la melodía inspirada en los días del compositor como aficionado del Eintracht Frankfurt mientras sostenía a su hija en brazos. Debajo de mi localidad, un seguidor mítico del Rayo Vallecano se frotaba los ojos, como si no terminase de creerse que el Rayo estaba ahí, que la melodía estaba tronando por los altavoces de Vallecas. Yo, que me suponía de hierro y un escéptico de estas cosas, sentí como se me erizaba la piel y un breve, pero placentero escalofrío me subía por la columna. Cuando comprobé si en mi brazo se me habían puesto los pelos de punta observé a mi padre y mi hermano, a la derecha, con la mirada impertérrita y fija en los veintidós jugadores que escuchaban el himno y saludaban a la grada. En su silencio adiviné la emoción de lo vivido, los recuerdos, la sombra nostálgica del abuelo, que había visto nuestra UEFA allá por los inicios de siglo. Y en sus ojos callados se entreveía la misma sensación que me recorría a mí; la de estar viviendo un momento único; instantes que, durante muchos años, no creímos que nos pudiesen pertenecer. Cerca de mí una decena de teléfonos móviles se elevaban al cielo y, entre todos ellos, una compacta cámara digital giraba su objetivo hacia los balcones que componen la grada más pintoresca del fútbol mundial. Un chico joven con tupé rubio, un piercing en la nariz y pendientes en las orejas escuchaba el himno de la Conference envuelto de pies a cabeza en una bandera de la mítica Peña Rayista 2000. Abajo, en el césped, se movía, felino, mi amigo Alberto Leva, con su gorra, en busca de las mejores fotografías de la tarde. Érase un hombre… No, repito, érase un GRAN hombre a un teleobjetivo pegado. La lona con el logo de la Conference League se agitaba en el centro del campo mientras todos los focos recaían sobre ese rectángulo verde que, sí, otra vez se convirtió en un contenedor de ilusiones y nos hizo recordar que, en ocasiones, también los pequeños se hacen un poco grandes. Y sueñan. Y que, ¿por qué no?, algunas veces, incluso, esos sueños se cumplen. Terminaba el himno de la Conference y comenzaba el viaje que siempre soñamos: del barrio a Europa. Y cuando sonaban las notas finales de ese precioso e imponente cántico grabado en Berlín pensé, por un momento, si existía algo que nos impidiese imaginarnos en Leipzig allá por mayo. Nada. Nada nos lo impide. Estamos hechos de sueños. Seamos realistas, pidamos lo imposible.





