El Rayo se coloca como líder en solitario tras ganar al Barcelona B (2-3) en un partido sin brillo. Raúl de Tomás, con doblete, volvió a ser decisivo y se convirtió en el jugador rayista con más goles (22) en una temporada, superando al mítico Fernando Morena.
Los ascensos y los campeonatos se ganan en los peores días de fútbol. En esos partidos grisáceos, sin demasiado juego y sin apenas merecimientos en los que un equipo termina saliendo victorioso pese a todo. En tardes como la que ayer selló el Rayo Vallecano con los tres puntos en la mochila tras la visita al Barcelona B de Gerard. Se había debatido a lo largo de la semana, desde que recibiese Trejo la quinta amarilla ante el Real Zaragoza, sobre quién iba a ser “el sustituto”. Y Míchel apostó por la opción más lógica dentro de su convocatoria. El entrenador rayista recuperó a Santi Comesaña para su posición natural, la del mediapunta, territorio habitual chocotista, y escoró a la banda a Bebé, una de sus piezas clave en el tramo final de temporada. El Barça B, por su parte, afrontaba el envite con las dudas que le provocó la fácil remontada del Huesca el pasado lunes y con un agujero en la convocatoria de Gerard. Muchos de sus jugadores clave habían partido a jugar la final de la Champions League juvenil. Entre las bajas culés destacaban la de David Costas, por sanción, y las de Carles Pérez y Abel Ruiz, dos de los jóvenes que volaban hasta Nyon para el compromiso europeo.
El encuentro comenzó con un fútbol pausado, de control en centro del campo, pero en el que ninguno de los dos contrincantes se zafaba de la buena disposición del adversario. Lo más interesante hasta el ecuador de la primera mitad fue la tarjeta amarilla que recibió Álex Moreno a los cinco minutos. Nahuel encaraba la portería de Alberto García desde los tres cuartos tras recibir el balón en profundidad y el mallorquín se vio obligado a derribarlo para evitar males mayores. Apenas había intriga sobre el césped, mientras que en la grada se oía cantar a los casi mil hinchas franjirrojos que llenaban uno de los fondos del Mini Estadi. No fue hasta los 18 minutos cuando el Rayo disparó por primera vez entre los tres palos. El autor de la tentativa fue un no habitual del área de ataque rayista. Abdoulaye Ba voleó un buen servicio de Embarba, pero el tiro salió manso a las manos del portero. La respuesta del Barça B fue doble. Primero llegó una internada por banda en la que Aleñà envió un pase en profundidad, Nahuel puso un balón definitivo al área pequeña y Marc Cardona no llegó a conectar con el pase, que acabó en manos del guardameta rayista. Un minuto más tarde, un remate en escorzo del propio Cardona obligó a estirarse a Alberto García.
El Barcelona B ofrecía una buena gestión de la posesión de balón y buscaba dominar al Rayo con su propia medicina. Mientras, los de Míchel mantenían su apuesta de robo y posesión. El partido en el centro del campo era una partida de ajedrez en la que ganaba Rivera. El mediocentro barcelonista disponía y distribuía la pelota con criterio ante Fran Beltrán y Unai López, que no terminaban de engranar como es costumbre. Tanto fue así que, en el tramo central de la primera mitad, el filial del Barça se hizo con el control absoluto de la medular durante unos minutos. Los vallecanos, poco acostumbrados a este contexto, trataban de inocular inseguridad a las piernas jóvenes de los de pupilos de Gerard con la amenaza velada de varios lanzamientos de esquina consecutivos. En uno de ellos, Embarba sedujo al gol olímpico.
Sin embargo, en esos minutos de control calmo siempre se esconde una tormenta venidera. Y los primeros relámpagos y truenos fueron obra, como siempre silenciosa, de Chechu Dorado. A la media hora, el káiser rayista limpió un pase en profundidad que amenazaba gol con una acción defensiva digna de condecoración para, seguidamente, iniciar el contraataque que acabaría en el penalti a Embarba. El extremo se marchaba de su defensor, Sergi Palencia, que lo derribó con la rodilla y provocó que el árbitro señalase el punto fatídico. Y ahí entró en juego, quién si no, Pichichi, el chulo que castiga. Hay que tener una sangre fría de tiburón para lanzar el penalti a lo Panenka con el 0-0 en el marcador y jugándote el ascenso en un partido con más sombras que luces. Pero los genios tienen estas cosas: que iluminan. La decisión arriesgada de Raúl de Tomás terminó con el esférico engañando a Varo y besando con dulzura las mallas en una imagen muy plástica. El delantero había igualado a Fernando Morena (21) como máximo anotador en una sola temporada.
A partir del gol, el partido volvió a lo que había sido durante los minutos previos: más peligro y algo más de profundidad del filial, pero sin llegar a conectar con el arco defendido por el capitán franjirrojo. El primer tiempo concluía entre cánticos de “comepipas, comepipas” de la afición rayista, entre la vergüenza ajena y el reproche (qué afición tan vulgar somos a veces, aunque nos duela), y una doble acción en la portería rayista en la que el Barcelona B rozó las tablas. Alberto ofreció una de cal y otra de arena cuando un fallo en su blocaje concedió un córner imprevisto, cuya buena intervención sobre la línea evitó que cristalizase en gol en propia meta de Bebé.
El regreso de los vestuarios fue algo distinto al comienzo de la primera mitad. Con el 0-1 en el electrónico, el Rayo parecía dispuesto a ampliar la renta por la vía rápida. Lo tuvo Raúl de Tomás, que, bien desequilibrado por su marcador Palencia, no alcanzó a rematar un gran centro al área de Santi Comesaña. Pero los de Míchel habían salido más decididos en este segundo acto y Bebé puso distancia en el marcador gracias a una falta con suspense. El portugués lanzó con su habitual potencia el balón, que había sido tocado levísimamente por Embarba, y su disparo rozó la pierna de un defensor culé, impactó en el palo y se coló con cierta intriga en la meta que custodiaban el casi millar de rayistas que lo celebraron con alivio. El gol fue el premio a un muy buen partido del extremo lisboeta.
Poco le duraron los kilómetros que había tomado en el camino al Rayo. Prácticamente en la siguiente jugada, Monchu recortó la diferencia con una fantástica volea cruzada a la escuadra de Alberto, que nada pudo hacer. El tanto local espoleó algo a la escuadra de Gerard, que veía como había sido capaz de no dejarse ir y meter el miedo en el cuerpo al líder. Míchel empezó su ronda habitual de cambios: sacó del verde a Comesaña y Embarba para dar entrada a Armenteros, en banda, y a Elustondo, con el cometido de liberar y dar alas a Fran Beltrán en la creación y encargarse de las acciones puramente defensivas en el mediocentro. No obstante, pese a las modificaciones, el Rayo no conseguía hacerse dueño del partido. El Barça B ofrecía un carrusel de recuperación rápida y buenas combinaciones que apretaban a los vallecanos contra su línea de gol.
Pero cuando un equipo, y sobre todo su delantero, está en estado de gracia, no hay nada que hacer para evitar el desastre. Esta vez fue Bebé el que inició la jugada letal con una fabulosa recuperación en tres cuartos, servicio incluido hacia la referencia atacante. Volvió a coger aire el atacante de origen dominicano, que amenazó con el tiro directo para recortar un par de veces a Nahuel, con la poca expedición defensiva del delantero que pasa por ahí, y fusilar a Varo por debajo de las piernas; sin presión, sin florituras, directo y crudo al estómago culé, que parecía que se empezaba a entonar para el empate. Con este gol, Raúl de Tomás adelanta al uruguayo más ilustre del Rayo y se coloca en solitario como jugador con más anotaciones en una sola campaña con la elástica rayista (22). No hay duda de que es el momento del 22.
Tras encajar el tercero, Gerard abogó por introducir variaciones en su esquema y puso en liza al canadiense Ballou; a la postre, todo un acierto, ya que cuatro minutos después de su salida culminaba un genial pase de Nahuel con una definición de puntera más propia del fútsal. Entretanto, Unai López había visto la quinta amarilla del ciclo por una entrada muy a destiempo sobre Carles Aleñà. El vasquito se perderá el duelo del próximo domingo frente al CD Tenerife en Vallekas. Ballou le había cambiado la cara, el ánimo y el ritmo a su equipo. Álex Moreno lo sufrió de primera mano: al siete le hizo un ídem en los minutos finales. Conscientes de ello, los chavales del filial catalán volcaban el ataque hacia el costado derecho, donde el canadiense aparecía como un faro de luz y provocaba varias aproximaciones. Pero el equipo de Gerard, que había mejorado notablemente su imagen, no iba a conseguir mover más el resultado. Y no por no intentarlo, pues en el tercer minuto de los cuatro de descuento Alberto se encontró un tiro fuerte y centrado de Rivera y lo detuvo en la raya de gol. En las filas de Míchel solo dio tiempo a que Elustondo se relamiese con una falta botada de manera magistral por Unai López a la que el otro vasco no llegó por poco y a la entrada de Manucho, seguramente con la consigna de fijar a los centrales y ganar envíos aéreos para mantener el balón en poder rayista durante los últimos minutos. El pitido final colocó al Rayo líder en solitario, más aún tras empatar Cádiz y Sporting en el Ramón de Carranza. Nueva victoria, esta vez en una tarde de humores grisáceos y pocos merecimientos. La diferencia, muy esperanzadora en su análisis, es que en cualquier otra temporada estaríamos hablando de un empate en el tramo final, pero este Rayo tiene otras trazas, sabe sufrir, golpear cuando le llevan a las cuerdas y sacar rédito de entornos plomizos. El Rayo de Míchel tiene maneras de campeón.
Imagen de portada: Iván Díaz